La dignidad de Cataluña
Hoy, día 26 de noviembre de 2009, se acaba de publicar una editorial por parte de 12 periódicos catalanes, La Dignidad de Cataluña a la que se han sumado emisoras de radio, y numerosas personas e instituciones de la sociedad civil catalana. Es probable que esta fecha y este documento se conviertan en acontecimientos de gran trascendencia histórica. Tiempo al tiempo.
Este escrito tan consensuado en las entrañas de la sociedad civil catalana, se ha generado por la tardanza desde el Tribunal Constitucional a responder al recurso de anticonstitucionalidad, interpuesto por el PP, el Defensor del Pueblo, y las Comunidades Autónomas de Murcia, La Rioja, Aragón, la Comunidad Valenciana y las Illes Balears, contra el nuevo Estatuto de Cataluña, promulgado el 20 de julio del 2006 por el Jefe del Estado, rey Juan Carlos aprobado por el Parlament, con el visto bueno de las Cortes españolas, y ratificado en referéndum por el pueblo catalán.
El escrito emitido desde Cataluña es de gran enjundia y calado. Manifiesta una profunda preocupación, algo totalmente democrático, porque el TC pueda dictar una sentencia que recorte el Estatuto, en aspectos como la desaparición del término nación en el preámbulo del Estatut, con la consiguiente emanación de "símbolos nacionales"; el derecho y el deber de conocer la lengua catalana; la articulación del Poder Judicial en Catalunya, y las relaciones entre el Estado y la Generalitat. Señala que de los 12 jueces, dos ya no pueden participar en la sentencia, uno por estar ya muerto, y otro está recusado. Cuatro más siguen en el cargo después del vencimiento de su mandato. Muestra su preocupación porque una parte significativa del tribunal parece estar optando por posiciones irreductibles. Hay quien vuelve a soñar con cirugías de hierro que cercenen de raíz la complejidad española. Esta podría ser, lamentablemente, la piedra de toque de la sentencia. No nos confundamos, el dilema real es avance o retroceso; aceptación de la madurez democrática de una España plural, o el bloqueo de esta. No sólo están en juego este o aquel artículo, está en juego la propia dinámica constitucional: el espíritu de 1977, que hizo posible la pacífica transición. Hay preocupación en Catalunya y es preciso que toda España lo sepa. Hay algo más que preocupación. Hay un creciente hartazgo por tener que soportar la mirada airada de quienes siguen percibiendo la identidad catalana (instituciones, estructura económica, idioma y tradición cultural) como el defecto de fabricación que impide a España alcanzar una soñada e imposible uniformidad. Los catalanes pagan sus impuestos (sin privilegio foral); contribuyen con su esfuerzo a la transferencia de rentas a la España más pobre; afrontan la internacionalización económica sin los cuantiosos beneficios de la capitalidad del Estado; hablan una lengua con mayor fuelle demográfico que el de varios idiomas oficiales en la Unión Europea, una lengua que en vez de ser amada, resulta sometida tantas veces a obsesivo escrutinio por parte del españolismo oficial, y acatan las leyes, por supuesto, sin renunciar a su pacífica y probada capacidad de aguante cívico. Estos días, los catalanes piensan, ante todo, en su dignidad; conviene que se sepa. Estamos en vísperas de una resolución muy importante. Esperamos que el Tribunal Constitucional decida atendiendo a las circunstancias específicas del asunto que tiene entre manos –que no es otro que la demanda de mejora del autogobierno de un viejo pueblo europeo. Volvemos a recordarlo: el Estatut es fruto de un doble pacto político sometido a referéndum. No estamos ante una sociedad débil, postrada y dispuesta a asistir impasible al menoscabo de su dignidad. No deseamos presuponer un desenlace negativo y confiamos en la probidad de los jueces, pero nadie que conozca Catalunya pondrá en duda que el reconocimiento de la identidad, la mejora del autogobierno, la obtención de una financiación justa y un salto cualitativo en la gestión de las infraestructuras son y seguirán siendo reclamaciones tenazmente planteadas con un amplísimo apoyo político y social. Si es necesario, la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable
Como era esperable desde importantes medios de información de la capital de España, como El Mundo, no han tardado en lanzar gravísimas acusaciones contra este escrito: Los partidos catalanes, excepto el PP, se han pronunciado contra una sentencia que todavía no existe, al estilo de lo que hacían los militares en el siglo XIX cuando no estaban conformes con el Gobierno de turno. Ahora bien, en el siglo XIX y principios del XX, no había en España un auténtico Estado de Derecho como el que alumbró la Constitución de 1978. En consecuencia, lo que está pasando ahora, jurídicamente hablando, es mucho más grave que aquellas célebres asonadas militares. Tan grave, que la acción de los miembros del Gobierno catalán constituye presuntamente un claro delito tipificado en nuestro actual Código Penal. Estas afirmaciones son de una profunda gravedad. Como no podía ser de otra manera, desde el PP su secretaria general, María Dolores de Cospedal, ha considerado "absolutamente intolerable" que se presione al Tribunal Constitucional desde el ámbito político "o desde cualquier otro punto de vista" en relación con la decisión que debe tomar sobre el Estatut, al ser preguntada por el editorial conjunto de la prensa de Cataluña. La 'número dos' de este partido ha subrayado que el responsable de la situación actual es el presidente del Gobierno, quien, a su juicio, es "culpable" de que los ciudadanos catalanes "se puedan sentir engañados". La derecha española, incluida la de democracia actual, nunca ha hecho un esfuerzo serio y generoso para entender el problema de Cataluña, que está revoloteando, hace mucho tiempo ya y de gran complejidad su resolución, por otra parte. No ha caído a nosotros de una teja el 14-M. De verdad, la cuestión catalana es más compleja. El tema de incardinar Cataluña dentro de la estructura del Estado español, cabe reconocerlo no es tarea fácil. Ya lo reconoció en tiempos de la II República, Ortega y Gasset. Reconociendo el problema, hay que negociar, pactar, y dialogar. Lo que debe hacerse es tender puentes entre Cataluña y España y no dinamitarlos a cañonazos verbales, y presentando recursos de anticonstitucional contra una Ley Orgánica, que ha sido refrendada por las Cortes españolas, el Parlament de Catalunya y aprobada en referéndum por el pueblo de Cataluña. Entiendo que desde una fuerza política, como el PP, si aspira a gobernar un día en el Estado español, debería retirar inmediatamente el susodicho recurso. De verdad, desde los populares, no entienden nada del gran problema que es el vertebrar los distintos territorios dentro del Estado español. Para los dirigentes del Partido Popular, no existe problema alguno. Y si existe, se toca a rebato a todos sus acérrimos incondicionales a una gran concentración, ya hubo un precedente en nuestra historia, el 28 de julio de 1932 en la plaza de toros de Madrid contra el Estatut catalá. Se concentran todos los de aquí y los de allá, delante de la Puerta del Sol, kilómetro cero, de donde salen en sentido radial todas las carreteras de España,; se leen 19 artículos, elegidos ex profeso, de la Constitución por representantes de cada una de las entidades autonómicas; de una manera fortuita, el segundo leído por el catalán Enric Jardí: “La constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas”. Como colofón Mariano Rajoy proclama que la única nación es la española. Y el problema deja de existir balsámicamente. Y todo está solucionado. Actuaciones como las comentadas demuestran mala fe e irresponsabilidad. Manifiestan no entender el problema en toda su complejidad, y para lo único que sirven, es para enquistarlo todavía más.
Cándido Marquesán Millán
4 comentarios
Pascual -
Nuestro grave problema, a mi juicio es la radicalidad de la mayoria de nuestros politicos, que siempre estan por encima del bien y del mal, en algunos partidos mas que en otros, y un radical aqui crea otro radical del polo opuesto alla.
Inglaterra que tuvo un imperio muy considerable, todavia lo mantiene "unido" en la Comanwell, y nosotros...
Pero aqui nadie aprende, somos las mas listos, y asi nos va iendo.
Edgar Gamiz Escanilla -
Mestizo -
Eso creía yo, claro, pero la manipulación que hacen una y otra vez de la historia, su desprecio a todo lo que no sea catalán, etc... es tan fácil de comprobar como yendo un día a Barcelona, juntarte con toda esa camarilla de culturetas y preguntarles. La "revolución Cultural" que han logrado en todos estos años es pasmosa. Hablar la segunda lengua más hablada del mundo debe ser cosa de imperialistas, claro. Tergiversar y negociar con todo sin tener en cuenta al vecino no es imperialista, y los paisos catalans, tampoco, claro... A los que se sienten de izquierdas no se les tiene que caer los anillos por llamar a las cosas por su nombre.
Viva los ciudadanos del mundo
Rubén -
Lo que debe quedar claro es que Cataluña jamás se constituirá como otra nación europea, puesto que como bien indica nuestra Constitución: La soberanía reside en el pueblo español. Por eso, esa decisión recae sobre todos nosotros. Si algún día se celebrase ese referéndum tan deseado por nacionalistas, se deberá realizar en toda España. La soberanía reside en el pueblo español, si la mayoría de españoles no lo queremos, no lo es.