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Otro mundo tiene que ser posible

    

            Todos los acontecimientos que están ocurriendo en estos momentos en Irak, una de las cunas de la civilización, son tétricos, aunque eran previsibles. Se está produciendo una auténtica sangría humana, que parece no tener límites. Es un pozo de sangre que nunca se llena. La especie humana ha dado muestras continuamente a lo largo de la historia de una capacidad autodestructiva impresionante. Después de un Hitler, viene un Franco y luego un Pol Pot. Y luego vendrá otro que hará buenos a los anteriores. No tenemos remedio. Nos proclamamos animales racionales, con lo que insultamos a los animales. En las fértiles orillas de los ríos Tigris y el Eufrates, todos los días y a todas las horas, se producen cada vez más muertes. Si un día perecen veinte, al día siguiente son treinta. Cada día más. Ya nos hemos insensibilizado en el mundo occidental. Nos da lo mismo. Nos resbala. El ser humano tiene gran capacidad para asumir todo: muertes, catástrofes, epidemias.

            ¿Quiénes han sido culpables de todo esto? No creo sea necesario mencionarlos, ya que todos los conocemos. Nos argumentaron en una pequeña isla del Atlántico, para justificar la intervención, con la existencia de un supermercado de armas de destrucción masiva, de combatir una dictadura, y de implantar la democracia. A mí y a otros muchos no nos convencieron estos argumentos. Eran otros, que estaban impregnados de olor a petróleo o de motivaciones geoestratégicas. Mas cada uno es libre de pensar lo que le parezca oportuno. Allá cada cual con su conciencia. Mientras tanto, el Sr. George W. Bush no tuvo impedimento alguno en decir que lo ocurrido en la mezquita de Samarra, obra maestra arquitectónica de 1200 años de antigüedad, y que los suniíes siempre habían respetado, era un crimen sin sentido, es una afrenta contra los creyentes de todo el mundo. EE:UU condena este acto cobarde.  En la misma línea argumental, de todo lo que está pasando ahora mismo; no sé, ya no se pueden contar, si son 120 0 150 los muertos, o si son chiíes o sunniíes las víctimas, el mundo occidental no se siente en absoluto responsable. Avispados y perspicaces analistas políticos encuentran fáciles, sencillas y autoexculpatorias explicaciones. Pasa lo que tenía que pasar. Es que son unos fanáticos, anclados todavía en el Medievo, que no han recibido el baño beneficioso de la Ilustración y la Revolución Francesa. Esto pasa porque no han leído a Rousseau ni a Montesquieu. No conocen los principios de la soberanía nacional y la división de poderes. Es que están envenenados por los mensajes incendiarios de los imanes de las mezquitas. Están imbuidos perniciosamente por las suras del Corán. En consecuencia, el atentado en la mezquita de Samarra ha sido obra Al-Qaeda, del sionismo internacional,  o de algún otro grupo terrorista islámico, que tampoco resulta muy difícil encontrar alguno, como Hamas. Y no se necesitan más disquisiciones.

No obstante, siendo gravísimo todo lo que ya está ocurriendo, lo es más todavía el que no se vislumbra solución alguna y que el mañana es siempre mucho peor que el ayer.  Ahora este país es un auténtico lodazal, sobre el que todo el mundo se cree en el derecho de intervenir. El vecino Irán, con su líder Mahmuh Ahmadidineyad parece presto a actuar para defender a los chiíes irakíes. Arabia Saudí guarda odios ancestrales y muy enraizados contra los chiíes. Los kurdos, tampoco podrían evitar verse salpicados, lo que implicaría a la seguridad de Turquía, país vecino de Irak y además de miembro de la Otan y aspirante candidato a la Unión Europea. Rusia tampoco quiere permanecer al margen. Grupos terroristas de distinto pelaje, actúan y actuarán para pescar en río revuelto. En medio las tropas de Estados Unidos, que llevan ya más de 2.000 muertos; y las de Gran Bretaña, que recientemente acaban de enterrar al soldado número cien en un cementerio rural. Resulta inexplicable que la sociedad norteamaricana y británica no reaccionen, como se produjo en la Guerra de Viet-Nam. Si no lo hacen es que carecen de pulso, como si estuvieran sumidas en el sopor.  Reconociendo que Sadam Hussein era un lamentable y despreciable dictador, una especie de sátrapa oriental, Irak a este paso lo va a añorar. Con él  era imprevisible un enfrentamiento entre suniíes y chiíes, en consecuencia los irakíes van a echar de menos las cadenas del tirano, aunque fuera la paz de los cementerios. Mientras tanto, nosotros, los occidentales, nunca somos culpables de nada. Nosotros, los occidentales, los forjadores de los Grandes Imperios, en aras de expansión la civilización, siempre hemos actuado, movidos por fines altruistas. Y nos quedamos todos tan tranquilos. ¡Que desfachatez¡ Esto no puede, no debe seguir así. Otro mundo tiene que ser posible. De lo contrario, todos los indicios parecen conducirnos inexorablemente al desastre.

   

Cándido Marquesán Millán

             

1 comentario

Mestizo -

Otro mundo es posible?? Más bien, o hacemos otro mundo o nos cargamos este.

Aconsejaría a aquellos que se visten y quieren pensar como izquierdas que apechuguen y se alejen del discurso que tienen.

O reventamos el mundo, la globalización y sus dirigentes multinacionales, o habrá que salir al monte y morir dignamente.

Salud¡¡