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No puede pedir perdón

     

Durante 8 años y 2 legislaturas nos gobernó. Su talante fue de prepotencia y engreimiento. Dio la sensación por sus formas y sus palabras que estaba por encima del bien y del mal. No soy psicólogo, me gustaría serlo para hacer un certero análisis de su conducta.

Todos conocemos cómo llegó al poder, no fue ni por sus méritos ni por su carisma, ni por su simpatía. Se produjo merced a los deméritos de otros. Se llevó a cabo por el PP. una  feroz campaña planificada contra el gobierno socialista, hurgando allí donde fuera necesario, sin reparar en las consecuencias futuras. Consiguió finalmente el poder. Nadie lo deslegitimó. El pueblo español lo decidió en las urnas. Es así la democracia. No obstante, algo tan diáfano, algunos dirigentes populares no lo entienden ahora.Podríamos analizar muchos aspectos de su actuación política durante esos ocho años. Ahora sólo quiero fijarme en la Guerra de Irak. Nos metió en una guerra injusta e injustificada. Dijo para justificarse en repetidas ocasiones que lo hizo porque existían unas armas de destrucción masiva en el régimen de Sadam Hussein. ¿Dónde están? Nadie las ha encontrado. No quiero pensar que actuara por afán de protagonismo personal, para salir en una foto histórica, junto a Blaire, Bush. Por cierto, Barroso el anfitrión, no quiso aparecer. Un conspicuo profesor de historia dijo que Aznar debió pensar que esa foto de las Azores, sería en el futuro parecida, por su trascendencia histórica, a la de Yalta, que se hicieron Roosveelt, Stalin y Churchill. Metidos en la guerra, no tuvo empacho nuestro ínclito personaje, estando en Palma de Mallorca, después de un despacho con el Rey, de decir esto, que se comenta por sí solo: hay algunos políticos que esperan como agua de mayo la llegada de ataúdes con los cadáveres de soldados españoles. De verdad, lo dijo. Pueden consultar las hemerotecas. Ahora mismo, en la presentación de un libro en Pozuelo de Alarcón, nos ha obsequiado de nuevo con unas manifestaciones que no tienen desperdicio y que demuestran su catadura moral. Ha dicho que él no sabía en aquel entonces que no había armas de destrucción, como tampoco otros muchos, y que no era tan listo para saberlo. Y no ha dicho nada más. Se ha quedado tan tranquilo  Nada de arrepentimiento. Y eso que están muriendo a miles en Irak. No puedo imaginármelo pidiendo perdón. Es algo superior a sus fuerzas.De él podemos esperar cualquier cosa. Hace unos meses con motivo de la visita de Benedicto XVI, nos obsequió de nuevo. Nos dijo que  no le habían pedido todavía disculpas los árabes por haber invadido España en el 711, y haberla dominado durante ocho siglos. Resultan grotescas e indignas de alguien que ha sido presidente de un gobierno democrático. Además demuestran una visión de la Historia de España un tanto peculiar. Puestos a pedir perdón los árabes, cabe pensar que también deberían hacerlo los visigodos, aunque será harto complicado encontrar a algún descendiente de los Recaredo, Leovigildo o Recesvinto. Metidos en esta vorágine. También deberían hacerlo los suevos, vándalos y alanos. Como también el romano Publio Cornelio Escisión. Y los cartagineses Asdrúbal, Aníbal, etc. Y los griegos y los fenicios. Y el australopiteco que vino de África. De locura. Por cierto, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid también  deberían disculparse los descendientes de los Reyes Católicos, aunque no sé ante quién, por la expulsión de los judíos, o los muertos por la gracia de la Santa Inquisición, gracias a la cual hemos sido y algunos quieren seguir siéndolo, la reserva espiritual de Europa. No quiero seguir este camino, que no conduce a ninguna parte. A todo aquél que se ha dedicado a la vida pública y todavía más, si ha detentado importantes cargos políticos, al abandonarlos, se le debería exigir sensatez, responsabilidad y sentido común. Si alguien ha sido jefe de Gobierno, y deja de serlo, bien porque ha sido producto de una decisión personal, o  bien porque lo han decidido los ciudadanos en las urnas, debería alejarse de la política paulatina y discretamente; y no inmiscuirse en ella sembrando cizaña o malos modos. No ocurre lo mismo con nuestro último expresidente. Si se le presenta la ocasión  de que un periodista le entreviste, no la desaprovecha para mezclarse en la política y emponzoñarla, cuanto más pueda mejor. Cada vez que habla es para sembrar odio y rencor. Como prueba. pueden servir sus recientes manifestaciones en Pozuelo de Alarcón estridentes y destempladas, impropias de alguien que haya detentado importantes responsabilidades políticas. Algunos pensábamos que se había retirado y que se iba a dedicar a dar conferencias en inglés por las universidades norteamericanas o  a firmar libros en el Corte Inglés.  Mas no ha sido así. Sería deseable que se fuera a las Bahamas y nos dejara a todos en paz. Se lo agradeceríamos todos, hasta los de su partido. Aunque me temo que estos últimos no osan decírselo, y todavía menos los Zaplana y Acebes.  

CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN

  

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