Historia, no píos panfletos
El Periódico de Aragón 24 de marzo 2018
Han sido publicados recientemente algunos libros del historiador Ángel Viñas que, los españoles, amantes de su historia, deberían leer. En 2016 uno, de título muy explícito, Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco. De 2018 otro, El primer asesinato de Franco. La muerte del general Balmes y el inicio de la sublevación, donde junto con dos reputados expertos, uno en anatomía patológica, Miguel Ull, y otro en aeronáutica, Cecilio Yusta, demuestra que el general Balmes, comandante militar de Las Palmas, no murió de accidente, como sostiene la versión oficial, sino asesinado por orden de Franco –entonces comandante general de Canarias– el 16 de julio de 1936, en vísperas de la sublevación militar.
De 2015 es La otra cara del caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco -al que dediqué un artículo en este periódico, donde desmitifica la idea del gran patriota, al señalar que entró en guerra sin un duro, pero al acabarla tenía una fortuna de 32 millones de pesetas, unos 388 millones de euros de hoy. En cuanto a su procedencia es variada: un regalo de 600 toneladas de café del dictador brasileño Getúlio Vargas para el pueblo español, vendido por un total de 7,5 millones de pesetas, acabó en su cuenta corriente; igualmente que donaciones realizadas a su bando, como una de 100.000 pesetas del 23 de octubre de 1936; y traspasos mensuales de 10.000 pesetas desde Telefónica. Todo esto lo consideró botín de guerra para cubrirse las espaldas ante un futuro incierto. Al acabar la guerra y sentirse seguro, empezó a invertir, cuando muchos españoles pasaban hambre.
Retorno al libro de Sobornos, donde destroza otro, uno más, de los mitos sobre Franco. A saber, que fue el único hombre de Estado que, virilmente, se atrevió a decir «No» al entonces dueño de Europa, Adolf Hitler. Que con ello demostró ser el clarividente hombre de Estado que nos salvó de participar en una nueva guerra, la II Guerra Mundial. Que fue un estratega genial, un «hombre providencial de hábil prudencia y sagacidad galaica», que, además –ironiza Viñas– «escapó al cerco internacional y, con no menos mano izquierda, consiguió el abrazo estadounidense, como centinela para la defensa de Occidente frente a la amenaza bolchevique». Aún hay hasta quien dice –como el profesor Luis Suárez Fernández– que Franco no se unió a Hitler porque un caudillo católico nunca haría migas con un führer neopagano. Lo que Viñas demuestra –gracias a que en 2013 Reino Unido desclasificó ciertos documentos– continuando con la investigación, es que, si Franco no cedió a entrar en guerra, fue porque Churchill y el banquero Juan March compraron a sus generales, entre otros, Kindelán, Orgaz, Aranda y a su hermano, Nicolás Franco. Los ingleses presionaron a España; desplegaron al servicio secreto de inteligencia y se lanzaron a sobre limpio sobre militares y políticos de confianza de Franco para influirle. Viñas dinamita tópicos. Como el encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya. Como cuando explica que los generales franquistas querían que Ramón Serrano Suñer «tuviera un accidente» porque apoyaba la alianza con Hitler. Hago un inciso, que a alguno le habrá pasado desapercibido que tal obra es fundamentalmente producto de que en 2013 Reino Unido desclasificase ciertos documentos. En cambio, aquí, en esta España nuestra, el Gobierno mantiene bloqueadas dos iniciativas relevantes para acabar con un oscurantismo impropio de un país democrático: la desclasificación de los 10.000 documentos de Defensa que Carme Chacón prometió desvelar al terminar su etapa como ministra del ramo y, más recientemente, a través del PP y con ayuda de Ciudadanos, la reforma de la ley de Secretos Oficiales planteada por el PNV en noviembre del 2016. Pero ese veto no solo afecta a Defensa, también a Asuntos Exteriores e Interior.
Para la profesora de la UCM, Mirta Núñez Díaz-Balart, «La situación es tremenda». Y se admira por la agilidad con que Estados Unidos desclasifica información delicada «relativamente reciente». Su ejemplo para España, lo que llama «los muertos providenciales»: los generales Sanjurjo y Mola, más Ramón Franco, los tres, muertos en accidentes aéreos. «¿Es casualidad que desaparecieran así los principales competidores de Franco? No podemos investigarlo, no podemos saberlo».
Gracias al libro de Sobornos, podemos saber hoy más (o quizá solo algo) sobre el origen de muchas fortunas ilustres de España, lo que me sirve para sospechar que la hostilidad contra la Memoria Histórica –mostrada con una brutalidad inusitada estos días por los populares a través del diputado Miguel Ángel Lafuente en el Parlamento aragonés–, quizá no tenga tanto que ver con los innumerables asesinatos de Franco, como de sus robos y expolios. Como dice, Antonio Cazorla, catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Universidad de Trent de Canadá, y autor de otro libro Franco, biografía del mito: «Pues ya se sabe que los hombres pasan y las piedras, erigidas con billetes robados, quedan. A lo mejor también, cuando algunos nos dicen que miremos a Paracuellos del Jarama y nos callemos, lo único que buscan es que nuestros ojos no se fijen demasiado en sus rascacielos de la Castellana o en las fincas de caza en Extremadura». O en la fortuna del turolense Demetrio Carceller.
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