La soledad, la enfermedad del silencio
El Periódico de Aragón, 17 de marzo de 2018 La soledad que uno busca / no se llama soledad; / soledad es el vacío / que a uno le hacen los demás». Este es el epitafio que aparece en la tumba del poeta español exiliado a México, Pedro Garfias. La soledad es hoy una enfermedad masiva, una auténtica pandemia. Tanto los que la buscan, como los que no la desean. De los primeros, cada vez más abundantes, sobre todo en las grandes ciudades, ponen por delante su proyecto personal y descartan vivir en pareja. Es una novedad ya que el vivir y compartir con otros seres humanos es o ha sido algo inherente a la humanidad. Tal hecho nos lo describe la escritora argentina Mori Ponsowi en Los que eligen estar solos. En New York, Buenos Aires y en Tokio para muchos el vivir en pareja ya no es una preocupación preferente. La soltería, antes considerada un fracaso personal, especialmente para las mujeres, es hoy una opción elegida por muchos. Testimonios de Tokio pueden servir de ejemplo. «Enamorarse está muy bien y te da mucha energía», según Nana, una documentalista de veinticinco años. «Pero prefiero estar sin pareja. Eso me tomaría mucho tiempo y de todas maneras después la pasión se pierde. Para mí, el tiempo es algo muy importante». Naoki, un hombre de treinta que trabaja en una compañía exportadora, justificó su decisión de estar solo haciendo énfasis en el aspecto económico: «Si me enamoro no podría gastar en lo que quiero ni ahorrar para mí. Estar en pareja supondría tener que ir a conciertos y comer fuera. Significaría un gasto muy alto». Para Ayumi, una diseñadora de modas de veintisiete años: «Prefiero estar sola porque ya sé lo que pasaría después del casamiento. Ocurre lo mismo en todas las parejas. Me dan lástima. Viven y trabajan para ahorrar dinero, para comprar una casa, para comprar un coche, para mantener un hijo...». También podemos escuchar tales testimonios en las grandes ciudades españolas. Comodidad, individualismo, falta de compromiso son los valores dominantes. Según un estudio realizado en 2016 en Japón por el Instituto Nacional de Población, el 42% de los varones y el 44,2% de las mujeres entre 18 y 34 años son vírgenes. Más aún: el sexo no les interesa. Lo consideran un asunto engorroso. Las relaciones amorosas son cada vez más efímeras. Quizá se deba a la independencia económica de las mujeres que pueden trabajar y realizarse profesionalmente. Ya no están obligadas a aguantar. Hay también otras razones. Bauman habla del «amor líquido»; otros hablan de un individualismo corrosivo. Lo que se esconde detrás de la fugacidad de las relaciones amorosas –o de su ausencia –es el pensar que no vale la pena esforzarse por sostener una relación a lo largo del tiempo. El costo es mayor que todos los beneficios. Los jóvenes no quieren obligaciones. Ya tienen más que suficiente con el mundo virtual. Mas, las redes nunca sustituirán una auténtica relación humana. internet aumenta la comunicación pero no reduce el aislamiento social Hay otra soledad todavía peor. Personas que no tienen a nadie, que en caso de necesidad carecen de alguien a quien pedir ayuda. O con quien conversar. Miles, millones de personas que pasan un año sin hablar con otro ser humano. Por eso se habla de «la enfermedad del silencio». Según la Cruz Roja, más de nueve millones de habitantes del Reino Unido se sienten aislados; cada semana diez mil personas llaman a una línea telefónica especializada en oír. En España, un informe de la Fundación Axa y la Fundación ONCE advirtió de que «Los españoles se sienten solos» en 2015. En La soledad en España se señala «la mitad de la población española admite haber sentido, en algún momento, cierta sensación de soledad en el 2014, que uno de cada 10 españoles –más de cuatro millones de personas– se sentía solo con mucha frecuencia, que en torno a un 20% de españoles vive solo y que, de ese porcentaje, un 41% admite que no lo hace porque quiere sino porque no le queda otro remedio». Según el Informe del Instituto Aragonés de Estadística sobre «Datos Básicos de Aragón 2017» 83.000 aragoneses mayores de 65 años viven solos. En los últimos diez años ha crecido en un 41% el número de hogares con un solo miembro. El 70% corresponde a mujeres viudas y una buena parte de ellas residen en ciudades. Por ello, las muertes de muchos ancianos pasan desapercibidas para sus vecinos hasta que llega un mal olor en la escalera. Yo soy yo y mis intereses. La vieja fraternidad fue suprimida por el cálculo. Hoy es el sálvese quien pueda, la ley de la selva que despacha a los débiles. La soledad es un asunto político de gran importancia. Por ello, la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, decidió abordarlo, nombrando a una secretaria de Estado y asignando un presupuesto. «Quiero tomar medidas contra la soledad que sufren los ancianos y los que han perdido a seres queridos, los que no tienen a nadie con quien hablar». La soledad es una auténtica epidemia. «A mayor soledad, menor integración, menor vinculación emocional y menor interrelación con otras personas así se incrementa el riesgo de sufrir más enfermedades, de padecer trastornos del sueño, alteraciones psíquicas, alimenticias y por supuesto más propenso a morir».
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