Ahora el pinganillo y luego..
Cada vez estoy más inquieto por la situación política de este país. Actualmente tenemos una crisis económica que nos está costando un gran esfuerzo salir de ella. Mas son inherentes en el sistema capitalista, por lo que tienen un carácter coyuntural y finalmente se acabará, y, de nuevo, vendrán momentos de crecimiento económico. Pero ahora no tengo la pretensión de hablar de este tema, quiero referirme a un problema de mayor calado, que viene de lejos y que tiene que ver con la estructura del Estado. Sabido es que incardinar dentro del Estado a una serie de territorios, como Cataluña, Euskadi, sobre todo, ha sido y lo sigue siendo complejo. El tema ya viene de lejos. Solo cabe recordar cómo en el último cuarto del siglo XIX surgieron una serie de regionalismos, posteriormente se dotaron de aspiraciones políticas de autogobierno, como consecuencia del fracaso de la nacionalización de los españoles en la revolución liberal. Entrado el siglo XX el tema se mantuvo, a pesar de que quisiera exterminarlo la dictadura de Miguel Primo de Rivera, lo que mereció la atención de grandes pensadores, como Ortega y Gasset, que llegó a decir que el problema de Cataluña era insoluble. Los políticos de la II República encauzaron la cuestión con el Estatuto de Cataluña, que generó grandes protestas en los nacionalistas españoles, que recuerdan las actuales. Con la llegada de la dictadura de Franco los nacionalismos fueron arrancados de cuajo, cual si fueran un cáncer. Con la instauración de la democracia y la aprobación de la Constitución de 1978 a través del Título VIII, se estableció el Estado de las Autonomías, con la finalidad de asumir especialmente las aspiraciones de autogobierno catalanas y vascas. También se concedieron autonomías a otros territorios del Estado. Parecía que la cuestión estaba cuando menos encauzada. Mas por lo que estamos constatando desde hace tiempo y en estas fechas más todavía, en determinados medios de comunicación capitalinos, así como en el principal partido de la oposición, es que no han llegado a entender lo que realmente supone el Estado de las Autonomías. Porque, vamos a ver. Por lo que yo sé y como yo otros muchos, además de las competencias de cada una de las Comunidades Autónomas, recogidas en la Constitución y en los respectivos Estatutos, nuestra realidad institucional es que estamos en un Estado plural, que se manifiesta entre otras características en la existencia de determinadas lenguas, el castellano, y, otras, como el catalán, el euskera y el gallego, también oficiales en sus respectivas Comunidades Autónomas. Todavía más, señala que la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección. Igualmente se dice que el Senado es la Cámara de representación territorial. Si esto es así, tal como señala nuestro texto constitucional, me parece que no tiene sentido, a no ser que lo que se pretenda es coartar las aspiraciones de determinadas Comunidades Autónomas, es rasgarse las vestiduras porque se hayan usado las lenguas del catalán, euskera y gallego en el Senado. ¿No es la Cámara de representación territorial?, y si lo es, debería entrar dentro de la más estricta normalidad que se pudieran usar las lenguas de los diferentes territorios de España, como son Catalunya, Euskadi y Galicia. ¿O no son territorios de España? Sería recomendable que esos medios de comunicación y el PP miraran con más detenimiento la Constitución, a la que tanto recurren y que tanto pretenden defender ahora, y se leyeran no sólo los artículos que les interesan como el que habla de la unidad de España, sino que también lo hicieran de aquellos que reconocen su pluralidad.
Aducen de una manera demagógica y con una intención claramente oportunista que en tiempo de crisis económica ese gasto es una afrenta para todos los parados. Como decía Azaña, “Un cartelón truculento es más poderoso que el raciocinio. Nos conducimos como gente sin razón, sin caletre. ¿Es preferible conducirse como toros bravos y arrojarse a ojos cerrados sobre el engaño? Les cuesta mucho entender que hay muchos españoles cuya lengua materna no es el castellano. Aproximadamente cuatro de cada diez ciudadanos viven en territorios cuya lengua cooficial tiene una implantación más antigua que el castellano. Claro que todos los senadores conocen y pueden comunicarse en castellano. Mas para algunos el poder usar su lengua propia, el catalán, el euskera o el gallego, tiene una carga sentimental y simbólica muy grande. En la política y en la vida de las sociedades también pasa por los símbolos, por el respeto, por la convivencia democrática, por la representación. Puestos a ahorrar, podemos eliminar el Senado, el Congreso de los Diputados, las Comunidades Autónomas, y todos los procesos electorales. Obviamente los regímenes dictatoriales son mucho más baratos que los parlamentos. Como también recortar el presupuesto a la Iglesia católica. Por ello, 350.000 euros al año para que esos millones de españoles que hablan otras lenguas se puedan ver representados en el Senado no me parece un precio excesivamente caro, es más me parece muy barato, ya que sirve para algo muy importante, como es el fomentar la convivencia entre los españoles, y así se pueda construir una España donde quepan y haya sitio para todos. Algo que no ha sido especialmente frecuente en nuestra trágica historia.
Como conclusión, leyendo a determinados articulistas de los medios de comunicación de la capital del Estado es para estar preocupado, como botón de muestra pueden servir algunas perlas como las siguientes: “Esa propensión escenográfica, fronteriza con la payasada, no representa a la España plural sino a la España irreal”, “Esperpento en el Senado”, “La lengua de mamá”… No obstante esta Brunete mediática hace ya tiempo que ha perdido el equilibrio y anda desnortada, sin quererse dar cuenta que España no termina en la M-30.
Pero me preocupa más todavía que al líder del principal partido de la oposición no entienda que los senadores se expresen en idiomas diferentes al castellano, por lo que podemos deducir que, para Mariano Rajoy, la diversidad es más un molesto exotismo que un patrimonio enriquecedor. Tampoco nos debería sorprender. Cabe recordar la manifestación organizada por los populares el 11 de junio de 2005 en Salamanca para manifestarse en contra del traslado de los papeles catalanes del Archivo general de la Guerra Civil Española a Cataluña. O la campaña de recogida de firmas por toda España contra la el Estatuto de Cataluña. Tengo la impresión de que nunca la derecha española, ni la de la dictadura franquista ni la de democracia actual han hecho un esfuerzo serio y generoso para entender una España plural, en el más amplio sentido de la palabra. Lamentable.
Cándido Marquesán Millán
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