La lacra de la corrupción
Ya me he referido a este tema de la corrupción en otras ocasiones anteriores. Lamento ser reiterativo, mas como no ha desaparecido, y me preocupa enormemente, no me queda otra opción que volver a tratar el tema, por lo que pido disculpas a mis posibles lectores. Hecha la advertencia, prosigo.
Por desgracia ya no es noticia en este nuestro querido país que un político se vea incurso en delitos de corrupción. Como es algo ya tan cotidiano, los directores de los medios de comunicación deberían ir pensando en establecer una sección específica, bajo el epígrafe Corrupción, igual que existen otras como Deportes o Internacional.
En tiempos de la Dictadura de Franco también los había, aunque no se conocían. Ahora desde la instauración de la democracia han irrumpido otros muchos: Filesa, Roldan, Naseiro, Gurtel….,. Todos ellos me producen un sentimiento de asco, ganas de vomitar, y también unas reflexiones muy elementales, que paso a exponer a continuación.
Algunos de ellos han llamado especialmente la atención. El del Ayuntamiento de Marbella, donde el asesor urbanístico Juan Antonio Roca acumuló palacios espectaculares, cuadras de caballos de pura sangre, cuadros de famosos pintores, coches lujosísimos, etc; sacas de dinero en casa de una teniente alcalde; chales edificados con materiales de los almacenes municipales. Y el de la alcaldesa, que usaba un reloj suizo, un hublot, con un valor de unos 4.500 euros; bolsos de Loewe y complementos de marcas lujosas: Dolce&Galbana, Carolina Herrera o Prada. Y ahora mismo el de un exministro y expresidente de una comunidad autónoma que ha adquirido una casa palacio del siglo XVI, con diseños de Starck, Capellini o Cassina, con un grabado de Miró y esculturas y telas de artistas de los que su Gobierno adquirió obras para colecciones públicas; en cuya reforma y decoración, muchos pagos fueron opacos: 55.000 euros para el aparejador; 50.000 para el electricista y el técnico del aire acondicionado; 55.000 para el carpintero; en 8 televisores se gastó 40.000 euros, y 20.000 en el pintor; para la cocina se destinaron 35.000 euros, y en menaje doméstico se gastaron 100.000 más; el control de luces 7.000, y 4.000 los 7 teléfonos que tiene la casa; y como colofón la escobilla del retrete con un valor de 375 euros. Si las heces estaban al mismo nivel que la escobilla, serían áureas. ¡Vaya ejemplo para la ciudadanía, el comportamiento de alguien que ha sido ministro y presidente de una comunidad autónoma! Dan ganas de exiliarse.
Que se haya llegado a esta situación, todos somos culpables. Obviamente los principales son los jetas, los caraduras, que se han dedicado y se dedican a saquear las arcas públicas para su beneficio particular. Robar dinero público es de extrema gravedad, todavía más si tenemos en cuenta las numerosas y cuantiosas necesidades que están todavía sin cubrir en España: asistencia médica, pensiones, educación, desarrrollo de la Ley de Dependencia, prestaciones de desempleo, infraestructuras…
La Administración por no haber querido, sabido o podido crear los mecanismos de control adecuados para evitar tales latrocinios por parte de determinados representantes públicos, que muchos hemos observado en plena luz del día en nuestros pueblos y ciudades.¡Qué fácil ha resultado y resulta desviar dineros públicos a cuentas particulares! También se deberían llevar a cabo las reformas legales pertinentes, para que una vez constatado el delito y tras un juicio justo, ser implacable, para que los bienes usurpados fueran devueltos al erario público. Esta muy extendida entre la ciudadanía la creencia de que en esta país, no se persiguen de igual modo los grandes delitos económicos que los diminutos de de cualquier trabajador.
Los partidos políticos tendrían que ser más escrupulosos a la hora de seleccionar para sus listas electorales a determinados individuos, como también el ser contundentes y borrarlos de ellas a aquellos incursos en delitos de corrupción. Tarea ardua, ya lo decía Azaña, de la política es el acertar a designar los más aptos, los más dignos, los más capaces. Se fracasaba en los regímenes cuando el llamado a elegir el más apto era o la voluntad de un príncipe, o de la querida de un príncipe, o la del barbero de un príncipe. La democracia es probablemente y en teoría el mejor sistema para elegir a los más dignos. Aunque nunca es perfecta esta elección. Mas a pesar de todo, hay muchos que acuden a la política no por hacer un servicio a la ciudadanía sino por otros motivos menos altruistas: el deseo de medrar, el instinto adquisitivo, el gusto de lucirse, el afán de mando, la necesidad de vivir como se pueda y hasta un cierto donjuanismo. Mas, estos móviles no son los auténticos de la verdadera emoción política. Los auténticos, los de verdad son la percepción de la continuidad histórica, de la duración, es la observación directa y personal del ambiente que nos circunda, observación respaldada por el sentimiento de justicia, que es el gran motor de todas las innovaciones de las sociedades humanas.
Tampoco deberían usar la corrupción como arma arrojadiza, y regocijarse cuando aparecen casos en el partido contrincante. Tales comportamientos para lo único que sirven es para generar cada vez más una gran desconfianza entre la ciudadanía, produciendo un grave daño a nuestro reciente sistema democrático. Y por último si redujeran los cuantiosos gastos en las campañas electorales, no tendrían que recurrir a la financiación ilegal.
Igualmente tampoco estamos libres de culpa los ciudadanos, ya que frecuentemente nuestro sensibilidad hacia el político corrupto depende de nuestras filias o fobias políticas, sin que tenga la corrupción un reflejo adecuado en los procesos electorales. Esta última circunstancia la hemos contemplado en repetidas ocasiones, ya que políticos incursos en tales delitos, no sólo no son castigados electoralmente, es que salen reforzados. Tal como ocurrió en las últimas elecciones autonómicas y municipales de las comunidades autónomas de Madrid y Valencia. Mala práctica es creer que si aparece un caso de corrupción en nuestro partido político, se deba a una confabulación del partido de los otros. Todos debemos tener el suficiente coraje para condenar contundentemente esta lacra, venga de donde venga. No hacerlo, entiendo que es una prueba incuestionable de que esta sociedad nuestra carece de unos referentes éticos claros.
Cándido Marquesán Millán
2 comentarios
Mestizo -
Si hasta el más tonto quiere chupar del bote. Es un hecho cultural, hay que "educar", y en esa labor participamos todos. O los partidos políticos se reinventan o... Pero claro, el sistema bipartidista en España (por un lado), y los sistemas "bisagristas" autonómicos, por otro, no desean, ni en sueños, que la cosa cambie mucho. Porque si se acabara... pues se acabó el pesebre.
Salud
Rubén -