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El poder de las ideas

           

 

Lo que nos puede parecer como una  batalla política, que es resuelta por el voto de las masas, ha sido generalmente decidido mucho tiempo antes con una batalla de las ideas en un círculo restringido. En una entrevista en el diario “Le Fígaro”, Sarkozy afirmó que: “en el fondo, he hecho mío el análisis de Gramsci: el poder se gana por las ideas. Consciente de esta circunstancia la derecha ha sabido jugar sus cartas, y desde hace varias décadas tiene estratégicamente la hegemonía ideológica, y también, en muchas ocasiones, tácticamente la hegemonía política. Mas no ha sido siempre así. Al final de la II Guerra Mundial, vigente Keynes, se iniciaba en Europa occidental el Estado del Bienestar. Por ello, en abril de 1947 se reunió en el “Hotel du Parc”, en Mont Pèlerin, en Suiza, un grupo de 39 personas entre ellas: Friedman, Lippman, Salvador de Madariaga, Von Mises, Popper.. con el objetivo de desarrollar fundamentos teóricos y programáticos del neoliberalismo, y así lograr una reacción favorable a un capitalismo libre de trabas sociales y políticas. Este empeño de los neoliberales duro y contracorriente finalmente alcanzó su éxito en la segunda mitad de los años 70, tras la crisis de 1973, que cuestionó todo el modelo económico de la posguerra. Mas  su victoria fue producto de muchos años de lucha intelectual. Suele atribuirse al reaganismo, al thatcherismo y a la caída del Muro, pero la historia es más larga. Su triunfo se vio facilitado por la autocomplacencia de una izquierda autosatisfecha. Estos acontecimientos brevemente descritos parecen incuestionables.

Recientemente Tony Judt ha señalado que el siglo XX fue el de los intelectuales, personas del mundo de la cultura que se dedicaban a debatir y a influir en la opinión y la política pública, y que estaban comprometidos con un ideal, un dogma o un proyecto; y que en las tres últimas décadas, se ha producido su desaparición. Puede resultar excesiva la tesis de Tony Judt. Yo me inclinaría a pensar por el contrario, que lo que ha ocurrido es su derechización. En octubre del 2002 Maurice Maschino  publicó un artículo en Le Monde Diplomatique sobre los intelectuales dominantes en los medios de comunicación franceses llamándoles con desdén, "los nuevos reaccionarios". Algo que contrasta con lo que fueron los intelectuales franceses desde hace más de 100 años, "la vanguardia del combate por la justicia y por la libertad". Hugo condenó la intervención de su país en México; Zola denunció los atropellos del Ejército en el caso Dreyfus; Gide criticó el colonialismo en el Congo; Malraux luchó a favor de la república española; incluso, Mauriac levantó la voz contra las torturas cometidas por los soldados franceses en Argelia

 

            Y aquí en España se ha producido la misma circunstancia, tal como señaló poco ha Ignacio Sánchez Cuenca ya  que las ideas liberal-conservadoras son hoy hegemónicas en la esfera pública en nuestro país y que lo curioso, aunque no sorprendente, es que mayoritariamente son defendidas con ardor por gente que fue progresista en su juventud, y a veces, hasta marxista-leninista. Igualmente  Juan Gari nos dice que algunos artistas y maîtres à penser celtibéricos, después de una vida informada por la coherencia progresista más o menos acusada, han coronado su madurez pasándose con armas y bagajes a las filas conservadoras -donde han sido recibidos, lógicamente, con gráciles alharacas. No se trata de un grupo homogéneo: Albert Boadella, Sánchez Dragó, Fernando Savater o Félix de Azúa, Arcadi Espada... 

            Este fenómeno en nuestro país, donde se da con más claridad es en la disciplina de la Historia, donde  han irrumpido seudo-historiadores,  que con gran descaro han interpretado de una manera sesgada e interesada acontecimientos trascendentales de nuestra historia reciente, en libros de encuadernaciones lujosísimas y que con gran despliegue mediático han sido colocados en las más importantes librerías. Por ende, hoy gran parte de la ciudadanía española ha conocido exclusivamente la II República y la Guerra Civil por  los Pío Moa y César Vidal. En cambio, salvo excepciones, no lo han hecho a través de historiadores, catedráticos o profesores titulares de las Universidades, expertos profesionales de la Historia,  como Julián Casanova o Josep Fontana, Paul Preston, Helen Graham.. La consecuencia es clara, hoy vivimos en tiempos de revisionismo histórico, por lo que se ha extendido ampliamente la peligrosa idea de que en la contienda civil española ambos bandos fueron igualmente culpables y que el golpe militar de julio de 1936 fue una consecuencia inevitable de los errores del régimen republicano.  Al respecto no parece inadecuado lo que Josep Fontana señala al respecto: Si analizamos lo realizado por cada uno de los dos bandos, nos daremos cuenta que les movían razones muy distintas. Y que es imposible entender lo que significó la Segunda República Española, y los motivos por los que la combatieron los sublevados de 1936, si se pasan por alto diferencias tan fundamentales como ésta: la República construyó escuelas, creó bibliotecas y formó maestros; el "régimen del 18 de julio" se dedicó desde el primer momento a cerrar escuelas, quemar libros y asesinar maestros. 

Afortunadamente todavía quedan intelectuales comprometidos, críticos con la realidad social, y que impulsan a los pueblos a cambiarla si esta es injusta. Y que aguijonean a la misma izquierda para que reaccione, tratando de que salga de ese largo y profundo sopor. Como  Hobsbawm, al decirnos: Hoy, cuando el número de los que no trabajan y de los que no reciben un salario crece sin cesar, debemos encontrar nuevas formas de la distribución de la riqueza nacional e internacional. Este es el mayor problema que debemos de afrontar.  O Saramago cuando en el junio pasado nos dijo: Otras veces me he preguntado dónde está la izquierda, y hoy tengo la respuesta: por ahí, humillada, contando los míseros votos recogidos y buscando explicaciones al hecho de ser tan pocos. Lo que llegó a ser, en el pasado, una de las mayores esperanzas de la humanidad..., asemejándose más y más a los adversarios y a los enemigos, como si esa fuese la única manera de hacerse aceptar....Al deslizarse progresivamente hacia el centro, movimiento proclamado por sus promotores como demostración de una genialidad táctica y de una modernidad imparable, la izquierda parece no haber comprendido que se estaba aproximando a la derecha. Si, pese a todo, fuera todavía capaz de aprender una lección, ésta que acaba de recibir viendo a la derecha pasarle por delante en toda Europa, tendrá que interrogarse acerca de las causas profundas del distanciamiento indiferente de sus fuentes naturales de influencia, los pobres, los necesitados, y también los soñadores, que siguen confiando en lo que resta de sus propuestas. No es posible votar a la izquierda si la izquierda ha dejado de existir...

            Como colofón quiero terminar con unas palabras de Raimon Obiols que nos dice que hay tres tipos de gente, los que hacen que las cosas sucedan, los que esperan que las cosas sucedan, y los que nunca se enteran de lo que sucede; los neoliberales pertenecen a la primera categoría y la mayoría de los progresistas a las dos restantes. Así tenemos lo que tenemos.

 

Cándido Marquesán Millán

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