Podemos salir de la crisis
La palabra más usada hoy en las tertulias radiofónicas, en las conversaciones de las barras de los bares, y en cualquier rincón de cualquier ciudad o pueblo español es la de “Crisis”. Hace poco más de un año estaba fuera de nuestro vocabulario, cuando borrachos por el éxito, todos estábamos inmersos en una época de gran crecimiento económico. Todo era consumo desmesurado y un optimismo exacerbado con respecto a nuestro futuro. La situación existente se plasmaba en: compra constante de pisos, adquisición de todoterrenos, las vacaciones a Praga nos parecían ir a la vuelta de la esquina, por lo que necesitábamos ir la República Dominicana, a Acapulco o a Birmania. Nos creíamos que nunca necesitaríamos paraguas, ya que íbamos a disfrutar de un sol perpetuo, y además que todo esto nos lo merecíamos. Mas llego finalmente la verdad desagradable: la denostada e inesperada Crisis.
Conspicuos economistas han señalado que el origen ha estado en las hipotecas basura de los Estados Unidos, aunque matizan que la crisis de nuestro país, es mucho más grave por nuestro gran endeudamiento exterior y el de las familias por un consumo desenfrenado; así como por la explosión de la burbuja inmobiliaria. Las consecuencias todos las conocemos: paro, en bastantes ocasiones infundado; falta de liquidez de las empresas por haber cerrado el grifo del crédito las entidades financieras; aumento del déficit público, como consecuencia del descenso la recaudación de los impuestos, y el aumento del gasto social, y de las inversiones públicas para reactivar la economía, etc. Mi pretensión ahora no es de fijarme en estas causas. Como tampoco en sus consecuencias incuestionables. Quiero mirar hacia el futuro.
Tengo la impresión de que, como consecuencia de la crisis, en buena parte de la sociedad española se ha extendido como una marea negra un pesimismo paralizante, propiciado en buena parte por numerosos medios de comunicación. Nadie cuestiona su misión de informar, lo que ya no me parece conveniente es el presentar un panorama truculento, así como un horripilante futuro de nuestra economía. Leer hoy un periódico, escuchar un programa de radio o televisión, supone inevitablemente que si un día está mal, al siguiente la situación es peor. Estas visiones tan pesimistas, y en numerosas ocasiones sesgadas, entiendo que tienen una clara intencionalidad política, cual es el desacreditar cuanto más mejor al actual gobierno socialista, con el objetivo de desalojar en un futuro próximo a Rodríguez Zapatero del Palacio de la Moncloa. Esos interesados comentaristas, podrán alardear de patriotismo, podrán decir lo que quieran, pero tal como transmiten las malas noticias económicas, denotan un regocijo y un regodeo insultantes. Como también pueden oírse en algunos ciudadanos comentarios parecidos a éste: Que se jodan aquellos que se han quedado sin trabajo, eso les está bien merecido por haber votado a los socialistas. No quiero dedicar una línea a comentar estos comportamientos. Se comentan por sí mismos. El equilibrio, el pensamiento reflexivo no suele ser lo habitual en el alma española.
Sin negar la gravedad de la crisis, cuyo mayor síntoma es el aumento del paro, lo que no debemos olvidar es que en el sistema capitalista crisis económicas las ha habido y las seguirá habiendo. Ahí tenemos la Depresión de los años 30 del siglo pasado, en la que se produjo una reducción de la producción industrial, caída de la bolsa, quiebras bancarias, así como un incremento del paro. Y se salió de ella. Como también se saldrá de esta. Porque, como dice el refranero popular: No hay mal que cien años dure.
Mas para remontar esta situación, debe producirse un consenso general en la sociedad española, de que se puede salir de ella. Ya vale de pesimismo. El mundo no se acaba. Hay que ver el futuro con otra perspectiva más positiva. Con autoflagelarnos no conseguimos nada. Como tampoco con echarnos la culpa los unos a los otros sobre el desencadenamiento de la crisis. El gobierno culpa a los bancos. Los bancos y la oposición al gobierno. Los españoles al gobierno, a los bancos, a los empresarios, y a nosotros mismos por haber gastado más de la cuenta, por lo que estamos endeudados hasta las orejas. Por este camino no se llega a ninguna parte. De momento, el gobierno no da con la receta, a pesar de los numerosos intentos, para detener el paro ni el resto de los síntomas de la crisis, lo que tampoco parece preocuparle mucho a la oposición. Debe erradicarse de una puñetera vez el que se utilice la crisis como arma arrojadiza en la batalla política. Deberían tener muy claro las principales fuerzas políticas que es más importante el sacar al país de la crisis económica, que el ganar las próximas elecciones. Por ello, las dos principales fuerzas políticas deberían hacer un acto valiente de patriotismo. Desde el Gobierno reconocer, si es necesario, que no sabe qué medidas tomar ya para hacer frente a la crisis y solicitar propuestas de la oposición. Desde esta presentarlas, si las tiene, y no sentarse a esperar a ver pasar el cadáver de su enemigo, además de torpedear cualquier iniciativa gubernamental. Mas esta tarea no sólo es de las fuerzas políticas, sino que también debe pedirse la colaboración de los agentes sociales y de toda la sociedad. Si hay que repetir los Pactos de la Moncloa, pues se repiten. Y además también esperanza en nuestro futuro. De otras peores, hemos salido. Hoy, sería conveniente que alguien con capacidad de liderazgo inyectara ilusión al españolito de a pie, como lo hizo Franklin D. Roosevelt en 1933 a los norteamericanos al decir: " A lo único a lo que debemos tener miedo es al miedo mismo.
Cándido Marquesán Millán
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