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Todos hemos perdido

 

            Hoy es de esos días que más me  ha costado ponerme a escribir  en el teclado de mi ordenador. Las razones son contundentes. ETA acaba de colocar un coche-bomba en la Terminal-4 del aeropuerto de Barajas en Madrid. Siento una mezcla de rabia, tristeza. y desesperanza. La tregua anunciada en marzo pasado por la banda terrorista y los primeros pasos en el proceso de paz, era algo demasiado bonito para ser cierto. Este 30 de diciembre de 2006, víspera de Fin de Año, ¡Vaya día que han elegido los terroristas¡ es una fecha triste en la reciente historia española.   

 

Lo primero que se ha de señalar con rotundidad en estos momentos es que han sido sólo los terroristas los que han colocado el coche-bomba. Ellos son los culpables. Hace unos meses ETA decidió un alto el fuego indefinido y ahora con el bombazo en Barajas retoma la actividad criminal. Ningún otro. Y si digo esto, es por algo.  El Gobierno, encabezado por su Presidente, con el apoyo de todas las fuerzas democráticas del Parlamento, y la excepción del Partido Popular,  lo único que ha hecho, ha sido explorar las posibilidades que podían abrirse tras el alto el fuego indefinido, sin ceder a las peticiones imposibles de ETA. Cualquier otro hubiera hecho lo mismo en su lugar, como ya se ha hecho en otras ocasiones. 

 

Era difícil que este tren llegara sano y salvo a la estación de término, si tenemos en cuenta que el gobierno no ha sido capaz, por lo que sea, de sumar en este viaje al partido popular. Nunca podremos saber qué hubiera ocurrido si todas las fuerzas políticas hubieran apoyado el diálogo.  Como también nunca una actuación política de un gobernante en la historia reciente de España ha sido sometida a una mayor presión. Ha venido de todos los lados. Desde el principal partido de la oposición, de la izquierda atberxale, de medios de comunicación poderosos, de algunas asociaciones contra el terrorismo, etc. Tengo la impresión de que no interesaba políticamente que un gobierno socialista acabara con la violencia de ETA. Tampoco cuestiono estas actuaciones, teniendo en cuenta que estamos en un sistema democrático. Quienes las han llevado a cabo habrán tenido  razones morales suficientes. Y si han sido otras, allá con su conciencia.

 

            Iniciado el proceso de negociación con ETA se ha acusado al ejecutivo socialista  de estar haciendo determinadas y presuntas concesiones políticas, judiciales y penitenciarias: que se había vendido ya Navarra y que ya  se había concedido la autodeterminación del País Vasco o que se iban a excarcelar los presos.  ¿Dónde están? Si las hubiera habido, no tendría sentido alguno este atentado. Para complicar más el panorama Herri Batasuna responsabiliza al gobierno de lo ocurrido por no haber hecho concesiones. Es la cuadratura del círculo.

 

             Aunque resulta complejo racionalizar los comportamientos de los terroristas,  la bomba de Barajas, colocada por ETA,  podría entenderse como un mensaje dirigido a tres receptores. Al Gobierno, que había echado toda la carne en el asador en este proceso de negociación.  A Herri Batasuna, que pudo tener la tentación de desmarcarse e incluso entrar en el juego democrático, y ahora ETA la coloca a la orden del jefe militar. A los presos y sus familias, que han perdido la esperanza y se les dice taxativamente que la utopía de la victoria se debe construir a costa del sufrimiento.

 

 El Presidente del Gobierno tras el bombazo ha hecho lo que tenía que hacer, ha ordenado suspender toda iniciativa para el diálogo y ha dicho con contundencia que ha sido el paso más equivocado e inútil que han podido hacer los terroristas. Se buscaran los matices que se quieran; suspensión, ruptura, espera de condiciones, mas el proceso de paz ya no existe. Esta es la verdad.

 

Es cierto que Rodríguez Zapatero había jugado fuerte en este proceso y por ello el fracaso puede que tenga su coste electoral. Ahora es lo que menos importa. Además, quien sólo vea este brutal atentado desde una perspectiva electoral, merece mi mayor repulsa y da muestras de su auténtica catadura moral.

 

Aquí no ha perdido Rodríguez Zapatero ni ha ganado Mariano Rajoy. Hemos perdido todos.  Volveremos todos a sentir día a día la inseguridad. Retornarán  los escoltas, los comunicados de condena, las manifestaciones  contra la violencia que no producen ningún efecto en los únicos que podrían eliminarla. Han fracasado las esperanzas  por pequeñas que fueran éstas. Se salieron con la suya los pesimistas. La tregua no ha podido soportar la presión de los terroristas que necesitan de la muerte y del dolor para conseguir sus objetivos.  Hoy hemos perdido todos los españoles de bien. Todos por ello debemos sentirnos profundamente compungidos. Hemos perdido una  oportunidad histórica. Y van unas cuantas.

 

            Efectivamente hoy estamos mucho peor que ayer. Quiero pensar que hoy sólo estarán contentos y felices por esta circunstancia los terroristas.

 

 

 

            Cándido Marquesán Millán

 

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