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El parto de la princesa, o el exilio a Burkina Fasso

   

 Hace ya meses, todos los españoles estábamos profundamente preocupados por el nacimiento de la segunda hija de los Príncipes de Asturias. Finalmente, se ha producido tal evento en la Clínica Rúber Internacional. No hubiera estado de más hacerlo en un Hospital de la Seguridad Social. ¡Ya podemos acostarnos y dormir esta noche todos tranquilos, ya que hasta ahora muchos españoles padecíamos insomnio, preocupados por las vicisitudes del parto de la segunda hija de los Príncipes! ¡Ya tenemos otro vástago! Ya podemos descansar tranquilos. Los principales medios de comunicación, radio, televisión y periódicos, hacen programas y reportajes especiales para comentar tal evento. Debemos estar profundamente agradecidos a ellos por estar atentos a una noticia crucial para el futuro de los españoles. Por fin, poco a poco,  vamos encontrando respuestas a todas nuestras conjeturas, que son muchas y de calado, de las que quiero hablar a continuación. ¡Qué cantidad de detalles nos están proporcionando! Embargado por una profunda emoción, me presto a escribir unas breves líneas y, que serán deslavazadas, por mi gran nerviosismo y por la gran avalancha de acontecimientos que se suceden sin interrupción, por lo que pido mis más sinceras disculpas a mis lectores

 

            ¿Cómo habrá sido el parto? ¿Cómo habrá sido la cesárea? Parece ser por las primeras noticias, todavía no confirmadas oficialmente, que ha sido una cesárea programada, ya que en el primer parto la princesa Letizia tenía bastante azúcar, y por ello se hacía necesario tomar precauciones. Primera duda resuelta.

 

 Si hay un momento en el que me gustaría disponer de numerosos televisores, uno sería éste, para que no se me escapara ningún detalle. Como sólo dispongo de uno, no tengo otra opción que usar del zapping. En una de ellas la periodista enviada especial, que lleva varios días apostada a las puertas de la clínica, nos cuenta que ha nacido a las 17,28, en un día que no ha sido lluvioso, como han acostumbrado a ser todos los acontecimientos importantes de la princesa Letizia. Además añade que este nacimiento, como el de su hermana Leonor, se ha producido a mitad de un partido de tenis de Nadal. ¡Pues que bien! Cuando me estaba empezando a subir la bilirrubina por tal cúmulo de acontecimientos, todo no podía ser felicidad, me entero que la Reina Dñª Sofía no ha podido estar presente, aunque si la otra abuela. No obstante, la Reina interrumpirá su estancia en Rusia, y que probablemente a las 21,30 estará ya en la clínica. ¡Menos mal!

 

Cambio a otra cadena. Todo un conjunto de conspicuos y egregios periodistas están elucubrando sobre el nombre de la princesa. Unos indican que el nombre de Sofía ha sido una concesión a la Reina. Otros dicen que no. ¡Y qué más da! Cuando el presentador interrumpe a los invitados para decir contento y ufano que sus televidentes en un 40% han acertado a la hora de pronosticar el nombre de Sofía. ¡Qué agudeza! ¡Y qué pocas cosas tendrían que hacer todos aquellos que se han dedicado a enviar  mensajes  a través de su móvil para decir el nombre de la futura princesa! Otros no tan perspicaces no acertaron y se inclinaron de mayor a menor  en cuanto a los porcentajes,  por los nombres de Erika, Mercedes y Covadonga. Yo me inclinaría por el de Covadonga, ya que me parece que representa mejor las esencias patrias.

 

Vuelvo a usar del zapping. Ahora otra presentadora nos comunica los detalles de la conferencia del Príncipe, acompañado por un numeroso equipo de médicos y enfermeras. Uno de los médicos cuando le enfocan las cámaras pone una cara, mezcla de tedio, cansancio o rabia, por tener que salir hacer el paripe.

 

Cuando ya estaba acabando este escrito me entero que ha pesado 3,310 kilos y que ha medido 50 centímetros.

 

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Finalmente me hago algunas simples preguntas. ¿Ya no existen otras cuestiones más importantes en este nuestro querido país? Si la noticia de más trascendencia para este país es el parto de Dª Leticia, o si se llamará Sofía, Erika, Mercedes o Covadonga. De verdad yo quiero exiliarme a Burkina Fasso, esperando que, mientras tanto, se sepan todos los detalles del parto.

 

Todos estos acontecimientos me recuerdan a Alcibíades, que ya tenía una noción bastante clara de las tretas políticas más antiguas para tener entretenidos a los ciudadanos. Un día la cortó el rabo a su perro. Los atenienses no dejaban de hablar de ello y, preguntado por qué lo había hecho, dijo: “Mientras se entretengan con el rabo del perro no harán otras averiguaciones sobre mí”.

  

Cándido Marquesán Millán

 

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