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                                     ENCRUCIJADA DE VALORES 

El triunfo electoral de los populares en las Comunidades de Madrid, Valencia y Murcia; así como  el de Sarkozy en Francia, han servido de pretexto interesado para que diferentes analistas políticos afirmen con contundencia el triunfo de todo un conjunto de “valores” preconizados por la derecha.

 En Valencia y Murcia ha sido la idolatría al dinero, como ha señalado David Miró. Camps ha dicho que lo que ha triunfado es una manera de entender la vida, la valencianía. De lo que se trata es ganar dinero cuanto más mejor y sin importar el cómo. Por ende, los electores no han castigado a muchos candidatos incursos en delitos urbanísticos. Más todavía, han salido reforzados. Véase el ejemplo de un Presidente de una Diputación. Se dan casos de jóvenes que juntan dinero para comprar un piso y venderlo a los tres meses para ganar mucho más. Recientemente ha escrito Ángel Castanyer que cuando un político de derechas roba no pasa nada, porque en la conciencia de la gente está que en la ideología de la derecha está el hacer dineros. Mas cuando roba un político de izquierdas, podemos estar seguros que el nivel ético que con grandes esfuerzos se va consolidando, recibe un fuerte golpe y el hecho se magnificará por parte de algunos con la intención interesada de llegar a la conclusión de que “todos son iguales”.   

En Madrid,  nos dice Enrique Gil Calvo que los Gallardón y Aguirre han sabido sintonizar con un amplio sector de la población, antigua clase obrera y  que ahora se ha convertido en nueva clase media, merced a que determinados trabajos(hostelería, recogida de basuras, reparto del butano o la construcción..) han pasado a los inmigrantes. Esta nueva mesocracia ha revalorizado su vivienda, se ha  acostumbrado a pagar cada vez menos impuestos, y ya no desea compartir los servicios públicos( educación y sanidad) con los recién llegados inmigrantes.

En Francia, como dice Raimón Obiols,  Sarkozy ha triunfado con el mensaje de que hay una gran cantidad de parados subsidiados y asistidos (inmigrados fundamentalmente) que no muestran ninguna gratitud, que viven del “cuento”, y que “pagamos entre todos”. Y que son la base exclusiva de delincuencia: la “racaille” que hay que eliminar. En conclusión: hay que hacer más difícil el acceso al desempleo, reducir las ayudas a los “asistidos”, aumentar el control de los inmigrados, reforzar los dispositivos de la policía, desregular la actividad de los que “se esfuerzan” y quieren hacer dinero.  

Estosvalores” no tienen nada de nuevos. Son más viejos que el Paleolítico Inferior. La codicia insolidaria, la depredación, el expolio, el amasar dinero sin importar la injusticia,  han estado presentes en  la historia humana. No podemos admitir acríticamente que son “modernos” e inevitables y que los valores de la izquierda son “antiguos” y destinados a la extinción.  La novedad  se encuentra en la intensificación, expansión y contaminación desorbitadas de estos valores, a través de la sociedad mediática del espectáculo global y de la globalización acelerada.

Estos valores de la derecha no son, ni pueden ser los  de la izquierda del siglo XXI. El problema de qué valores se convierten en dominantes no se da sólo en nuestro país, se plantea crudamente en toda Europa. Hoy el gran el reto de la izquierda es encontrar una escala de valores alternativa, clara y convincente. Todavía más, si tenemos en cuenta que los problemas son muchos, por más que desde las corrientes neoliberales nos quieren convencer de que estamos viviendo en el paraíso terrenal. Nada más lejos de la realidad. Ahí están cuestiones como: multiculturalidad y exclusión social; inseguridad ciudadana y precariedad laboral; migraciones masivas y dificultades para la integración; especulación de la vivienda y desarrollo insostenible, con desequilibrios territoriales y agresiones contra el territorio y el paisaje; crisis de las ideologías del siglo XX, con el riesgo de que las grandes corrientes de la democracia europea sean suplantadas por fundamentalismos y tribalismos de diversa índole.             El historiador Eric Hobsbawn diagnostica con claridad: la distinción entre izquierda y derecha seguirá siendo central en una época que ve crecer la separación entre los que tienen y los que no tienen, pero el peligro de hoy es que este combate sea subsumido en las movilizaciones irracionalistas de carácter étnico, religioso o de otras identidades de grupo. 

            Ante esta situación, siguiendo a Raimón Obiols, en contra de los que apelan a procesos de conversión o reconversión hacia nuevas identidades, lo que está creciendo en Europa es la necesidad de una reactivación de la identidad socialista en términos modernos, de una reafirmación de los motivos y de los fines de un movimiento que corre el riesgo de debilitarse en una inconsistencia resignada si no sabe afirmar en términos de futuro sus señas de identidad.

La gente constata que los partidos que se denominan socialistas, hablan poco del socialismo. Nadie espera que estos partidos propongan la realización de una sociedad socialista alternativa a la existente.  Lo que quieren es coherencia en una perspectiva evolutiva, la definición de unos objetivos claros vinculados a unos principios, y una práctica adecuada, no contradictoria; que incluya el comportamiento de sus representantes. Sobre todo la gente quiere veracidad y coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.Encontrar una definición de socialismo que plazca a todos es complicado, pero sabemos que siempre que en el mundo haya desigualdad, injusticia y falta de libertad existirá algo (que Engels, llamaba un "principio energético") que hace que mucha gente se rebele contra la injusticia. El problema no está en la vitalidad y potencialidad de este  “principio energético”.  A pesar de la interesada literatura que se ha dado en las últimas décadas sobre la “muerte del socialismo”, su fuerza se mantiene y se manifiesta en su fecundidad para iniciar nuevos rutas. Los socialistas no podemos ni debemos renunciar a la utopía ni a conseguir un mundo mejor. No debemos esperar que el mercado con su mano invisible resuelva los problemas. La derecha dice: húndete o bracea en las aguas del mercado. Mientras que el socialismo envía barcos a recoger a los náufragos.Necesitamos una nueva cartografía, que sitúe claramente, en todo momento, dónde estamos, y a donde queremos llegar. Unos mapas solventes y fiables, y que sean  nuestros mapas, no los de nuestros adversarios. Nuestro mapa, nuestra cartografía, que no esté contaminada por lo que la hegemonía neoliberal, con su "colonialismo narrativo", pretende imponernos como una cartografía común, un pensamiento único frente al cual, nos dicen, "no hay alternativas".  Haberlas, las hay. Por mucho que Aznar no hace mucho tiempo se atreviera a decir que los socialistas españoles  eran una especie de fauna dañina en extinción, los últimos mohicanos de la izquierda.  Cándido Marquesán Millán 

1 comentario

Máximo -

En primer lugar, Cándido, enhorabuena por tu blog, o diario o lo que sea, donde puedes volcar todas tus ideas sin miedo a la "crispación" que provocas donde tú ya sabes y a quienes tú ya sabes. A veces saber escuchar es mucho más importante que tener una ideología definida, y eso a mí, al menos eso creo, me ha hecho ser algo mejor, aunque lejos aún de acercar y ajustar mis cortas entendederas a tu magisterio, pues no olvido que eres maestro. Sobre el blog, varios artículos ya los había leído, y en éste último me ha gustado bastante la diferencia moral de la izquierda y la derecha respecto al mundo y al mercado. Seguiré tu blog, seguro, y lo seguiré comentando mientras pueda. Un saludo, y hasta pronto