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Políticos con "sentido común"

Son tantos y tan importantes los acontecimientos que se suceden con una rapidez vertiginosa en estos momentos en España, que aquellos que tenemos, no sé si la saludable costumbre de reflexionar y escribir sobre ellos, dudamos a la hora de seleccionarlos. Uno de ellos, son los recortes brutales a nuestro Estado de bienestar, que, de momento no tienen fin, vistas las previsiones de los próximos presupuestos tanto a nivel estatal como a nivel autonómico. ¿Habrá algún límite? Nos han metido tanto miedo en el cuerpo, que estamos ya habituados a aceptar todo. Es lo que nos merecemos por nuestra mala cabeza. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, por lo que tenemos que asumir una justa dosis de aceite ricino. Y aquellos que tienen la osadía de cuestionar estas políticas, como los que se han manifestado en Madrid el 15-S, son acusados de insensatez y de falta de patriotismo. Lo incuestionable es que los servicios públicos tras el paso por el gobierno de los populares van a quedar en una auténtica quiebra. Mas a pesar de ello, funcionan por sus profesionales. Recientemente un familiar mío muy directo tuvo que recurrir al servicio de urgencias del Clínico de Zaragoza. Llegó y se marchó en una ambulancia. En tres horas se le practicaron un electro, dos radiografías, un enema. Fue atendido y curado de una manera exquisita por todo el personal, desde celadores/as, enfermeros/as y médicos/as. Por ello, les felicite. ¿Permitiremos la desaparición de estos servicios?

Que nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, después de 9 meses nos brindara a los españoles una conferencia de prensa en horario de máxima audiencia en esta nueva e independiente TVE, no era una cuestión baladí. Al observar la procedencia de los entrevistadores me sentí algo decepcionado. Estuve muy atento a sus palabras ante un posible rescate. A medida que se desarrollaba la entrevista, me inundó un profundo desencanto ante el humo que nos estaba vendiendo. Todo se redujo a que no podemos gastar más de lo que ingresamos, y, que lo fundamental era combatir el déficit público -y así se producirá crecimiento económico y el posterior aumento del empleo. A las preguntas de si iba a recortar pensiones, sueldos de los funcionarios, o aumentar el IVA, no concretó nada. Es más importante comunicar las decisiones a las autoridades de la Unión Europea que a la ciudadanía española, tal como acabamos de constatar, ya que el ministro de Economía, Luis de Guindos, en la reunión del Eurogrupo celebrada en Nicosia (Chipre) anunció que el gobierno español impulsará reformas estructurales para garantizar el cumplimiento del objetivo de déficit de este año, fijado en el 6,3% del PIB. Estamos llegando a unos límites lamentables de degradación de nuestro sistema democrático. Si el Gobierno de turno además de ocultar su programa político, luego lo incumple, al tener que seguir a rajatabla los mandatos que se le imponen desde fuera, es comprensible que la ciudadanía considere que el ir a votar es irrelevante.

Retornando a la entrevista, en un nuevo ejemplo de irresponsabilidad política, nuestro presidente, el político que todo lo sustancia con su proclamado sentido común, sin un proyecto de Estado, calificó como lío y algarabía la manifestación que se iba a celebrar en Barcelona el 11-S. ¡Vaya asesores que tiene en la Moncloa! Con estas palabras, en lugar de atemperar, consiguió encrespar todavía más el panorama político en Cataluña, ya suficientemente complejo.

El problema de incardinar a Cataluña en la estructura del Estado español no es nuevo. No ha caído a nosotros de una teja el 14-M, con la llegada al poder de Zapatero, tal como nos dijeron los populares con el apoyo de la Brunete mediática. Hoy ya no está, y el problema sigue presente y más grave. Ortega y Gasset lo expresó ya con nitidez en las Cortes de la II República: reconozcamos que hay de sobra catalanes que, en efecto, quieren vivir aparte de España. Ellos son los que nos presentan el problema: ellos constituyen el problema catalán, del cual yo he dicho que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar. Sin embargo, nunca la derecha española, ni la de la dictadura franquista ni la de la "democracia" actual han hecho un esfuerzo serio y generoso para entender la cuestión catalana. Para ella no hay problema alguno. No solo no existe el problema, todavía más, es que ha utilizado el anticatalanismo con fines electorales en el resto del Estado. Cabe recordar la manifestación organizada por el PP contra el traslado a Cataluña de documentación del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca: la campaña y el posterior recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Cataluña; y la política españolista de Aznar que potenció el crecimiento de Esquerra Republicana. Al final se recoge lo que se siembra. El problema está ahí, y si no se soluciona se pudre. Por ello, me parecen muy oportunas las palabras de Azaña: Cataluña dice, los catalanes dicen: "Queremos vivir de otra manera dentro del Estado español". La pretensión es legítima. Este es el problema y no otro alguno. Se me dirá que el problema es difícil, ¡Ah!, yo no sé si es difícil o fácil, eso no lo sé; pero nuestro deber es resolverlo, sea difícil, sea fácil. Hay, pues, que resolverlo dentro de los cauces políticos

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