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La inmaculada transición

 

Revolotea de nuevo sobre nuestras cabezas el mito de la Inmaculada Transición, propiciada por uno serie de acontecimientos. La muerte de Santiago Carrillo, a quien políticos de diferentes partidos, como Rajoy, Herrero de Miñón, Martín Villa, Llamazares, Rubalcaba, Pujol han dedicado todo tipo de alabanzas por su protagonismo en el advenimiento de nuestra democracia. Quien no ha querido comentar nada ha sido José María Aznar. Sobre la actuación de D. Santiago en este momento hay suficiente material para escribir muchos libros. Estas líneas no parecen adecuadas para esta tarea, no obstante puede ser significativo un chiste gráfico de 1977: en un mitin Carrillo señala: ¡Sí a la Monarquía! ¡Sí a la bandera! ¡Sí a la Iglesia! ¡Sí a las bases! ¡Sí a la unidad de la patria!, y alguien del auditorio le replica: ¡Macho deja algo para Fraga! Sobre su figura desde la derecha más reaccionara ha recaído el estigma de Paracuellos, ya que les ha servido y sirve como tapadera de los numerosos crímenes de la dictadura franquista: un auténtico genocidio. Afortunadamente José Luis Ledesma, Paul Preston, Ángel Viñas, historiadores de verdad, acaban de publicar un definitivo artículo tras un laborioso trabajo de investigación, según el cual la matanza de Paracuellos fue una recomendación de la NKVD, y quien la puso en marcha fue Pedro Fernández Checa, secretario de Organización del PCE.

La manifestación del 11-S en Barcelona por la independencia de Cataluña y la visita frustrada de Artur Mas a La Moncloa para solicitar un pacto fiscal a Rajoy, indican que están próximas las elecciones autonómicas. Por ello, la Jefatura del Estado en su página web ha publicado una sustanciosa carta, en la que reconociendo la dificultad de la coyuntura económica, social y política, recomienda que para superarla debemos actuar unidos, y no perder el tiempo en escudriñar sobre nuestras esencias; y recuperar los valores del trabajo, el esfuerzo, el mérito, la generosidad, el diálogo, el imperativo ético- de la Transición. Por cierto, quien ha emitido tales juicios debe su trono al Dictador, al que dedicó en su primer discurso oficial como Rey de España las siguientes palabras, de las que todavía --que yo sepa-- no se ha arrepentido: Una figura excepcional entra en la Historia-Con respeto y gratitud quiero recordar su figura- Es de pueblos grandes y nobles saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda su vida a su servicio-

Se ha convertido en una mala costumbre que siempre que la democracia en España sabe a decepción o engaño, como ahora, se recurre a la Inmaculada Transición, como si fuera el bálsamo de Fierabrás para solucionar todos los problemas. Esos supuestos valores son cuestionables, aunque quien tiene la valentía de hacerlo es acusado con acritud de poner en peligro nuestra democracia que tantos esfuerzos nos ha costado construir. Se ha impuesto que nuestra Constitución de 1978 es el paradigma de política de consenso entre las diferentes fuerzas políticas. La redacción del artículo 2 que fundamenta la indisoluble unidad de la nación española no fue consensuada. Según el profesor Xacobe Bastida Freixido, en el transcurso de la discusión de las enmiendas de tal artículo, y cuando Solé Tura presidía la ponencia, apareció un mensajero con una nota procedente de la Moncloa señalando cómo debía estar redactado tal artículo. El texto de la nota coincide casi exactamente con el actual artículo 2° de la Constitución. En la misma línea de cuestionar esos presuntos valores de la Transición, es el libro de Juan Carlos Monedero La Transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española, momento en el que se corrió un tupido velo sobre los muertos asesinados por las tropas franquistas y que todavía reposan en las cunetas. La izquierda tuvo que hacer muchas concesiones. Tuvo que asumir la idea de que la democracia se inició en España con la Constitución de 1978, y no en los tiempos de la II República. La derecha en este país no ha tenido problema alguno en construir un relato remontándose a tiempos inmemoriales de nuestra historia, desde Viriato, Pelayo, los Reyes Católicos, Pavía, Lepanto, la Guerra de la Independencia, Cánovas del Castillo, Franco y ahora Juan Carlos I. En cambio la izquierda no ha sabido o querido por miedo construirlo, cuando no escasean los momentos para poder hacerlo: la revolución española de 1808-1814, el Sexenio Democrático (1868-1874) y la II República iniciada por aclamación popular y sin sangre en 1931.

Creo que ya es hora de sacar la Transición a escena y bajarla de ese pedestal para enseñar sus vergüenzas. No se puede construir una democracia con un campo minado de fosas comunes y de desmemoria. Estoy cada vez más convencido de que muchos de los males de nuestra democracia tienen su origen en las carencias de la Transición. Lo honesto sería afirmar: "Hicimos lo que pudimos, lo que nos dejaron, lo que nos atrevimos". En cambio, no lo es: "Ejecutamos la mayor hazaña democrática de la historia de España". No se trata de reprochar a nadie de haber sido cobarde. Se trata de reprocharle que diga que fue un héroe.

 

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