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Los economistas aterrados

                       

 

La escasez de la demanda, al haberse reducido drásticamente el consumo, y la contracción de la inversión son dos problemas que hacen cada vez más problemática la salida de esta crisis económica en España. Ambos repercuten en un crecimiento económico negativo o muy reducido, que impide crear puestos de trabajo. Las políticas económicas puestas en marcha y las que se vislumbran en un futuro próximo, nos indican que ni la demanda ni la inversión van a verse potenciadas. Muy al contrario.

Para la mayoría de los españoles, de entrada muy endeudados, con la congelación de sus pensiones, la rebaja de sus salarios, y una inflación que supera ya el 3%, con la consiguiente pérdida del poder adquisitivo, sería casi milagroso el  aumentar el consumo y aumentar la demanda. Los más de 4 millones de parados bastante tienen con sobrevivir. El que tiene ahorros, tiende a guardarlos, ante el temor de lo desconocido, ya que nos están metiendo el miedo en el cuerpo, convenciéndonos de que todo es susceptible de empeorar. La inflación, era lógico que los precios subieran tras la elevación de los impuestos indirectos (IVA, tabacos), el encarecimiento de los carburantes y de las tarifas de algunos servicios públicos (electricidad, gas).

La inversión privada y pública se ha reducido drásticamente. Los empresarios  si no invierten no es por el crecimiento excesivo de los costes salariales, ya que la clase obrera ha asumido recortar o congelar sus salarios, sino por las grandes  dificultades a la hora de acceder al crédito en las entidades financieras. El sector público, debido a las durísimas políticas de ajustes fiscales, entre las que se encuentran las ayudas al sector financiero, ha reducido inevitablemente también su inversión. Las consecuencias son las lógicas. Sin aumentos de la inversión no se crece y así no se crean puestos de trabajo. Y si hay paro, no se consume, y si no se consume, no hay demanda, y si no hay demanda, no hay que producir, y si no hay que producir, las empresas no tienen otra opción que despedir. Por ende, más paro. Es un auténtico ciclo infernal. Y como la economía no remonta, los mercados no se fían de la economía española, por lo que nos cuesta más la financiación de nuestra deuda. En consecuencia, más déficit público, que los mismos mercados nos obligan a controlar. Más ajustes fiscales. Como no se quiere reducir el déficit por la vía del aumento de los ingresos fiscales, para no tocar los intereses de las clases privilegiadas, hay que hacerlo aumentando los ingresos, privatizando lo mejor de nuestro patrimonio, como es la Lotería o los aeropuertos; o por la vía del gasto, con reducción de salarios y pensiones, e inversiones. Con lo que se contrae el consumo. Y vuelta a empezar el círculo vicioso. ¿Cómo vamos a salir de la crisis? De verdad, yo no veo salida. Parece que nos quieran hundir en la miseria.

Para acabar de complicarlo si cabe más todavía, se ha producido otra fuerte subida de los carburantes por los acontecimientos del Norte de África y Oriente Próximo, además de las materias primas, que supondrán más inflación. Para combatirla Jean-Claude Trichet acaba de anunciar una nueva subida de los tipos de interés por parte del BCE, lo que provocará aumentos del euríbor -y con ello de las hipotecas- y en general encarecerá el crédito y obligará a pagar más intereses por el servicio de la deuda, pública y privada. Eso tendrá un efecto inmediato en el bolsillo de los consumidores, en la caja de las empresas y del Estado: menos renta disponible, menos consumo, menos inversión, menos crecimiento y más paro.

Esta política económica para corregir la crisis impuesta como la única posible desde los organismos internacionales como  el F.M.I , O.C.D.E , la U.E., siguiendo las directrices de los mercados y de las agencias de calificación,  basada en reducción de los déficits públicos, con durísimas políticas de ajustes fiscales, con recorte de prestaciones sociales, supone la ruina de muchos a costa del enriquecimiento de unos pocos.

Afortunadamente ya están surgiendo voces discrepantes como la representada por el Manifiesto de economistas aterrados, en el que cuatro economistas muestran su sorpresa por la sumisión de las políticas económicas europeas a las exigencias de los mercados financieros. Lo que les aterra es que la política de recortes puede prolongar los efectos de la crisis en los países más castigados, echando por tierra los avances sociales.  Rebaten las supuestas verdades irrefutables del neoliberalismo: los mercados financieros son eficientes, favorecen el crecimiento económico, son buenos jueces de la solvencia de los Estados; hay que tranquilizar a los mercados financieros para financiar la deuda pública, hay que reducir el gasto para reducir la deuda pública, el euro es un escudo contra la crisis, la deuda pública le hará pagar nuestros excesos a nuestros nietos, la U.E. defiende el modelo social europeo, la crisis griega supone un avance hacia un gobierno económico y una verdadera solidaridad europea.. Como se resisten a admitir que otras políticas no sean posibles, presentan 22 medidas alternativas mucho más justas, solidarias y racionales para salir de la crisis. Algunas de ellas: prohibir a los bancos especular para evitar la propagación de las burbujas y de las quiebras, limitar las transacciones financieras a las que respondan a las necesidades de la economía real, aumentar fuertemente los impuestos a los ingresos muy altos para disuadir la carrera por los rendimientos insostenibles, transparencia de las agencias de calificación, compra por Banco Central Europeo (BCE) de los títulos públicos, realizar una auditoría pública de las deudas públicas para determinar su origen, mantener y mejorar las protecciones sociales, un carácter fuertemente redistributivo a la fiscalidad directa sobre los ingresos…Como vemos hay otras alternativas. ¡Vaya que si las hay!

 

 

 

Cándido Marquesán Millán

 

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