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Problemática del alcohol en los jóvenes

 

 

 

 

 

Que un alto porcentaje de la juventud española tenga que disfrutar el fin de semana, en un parque ingiriendo bebidas alcohólicas, no puede dejarnos indiferentes. Padres de familia, educadores, responsables políticos, todos al unísono, deberíamos hacer un examen de conciencia serio. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Habrá que indagar en sus causas, y si las vislumbramos, quizás podremos intentar algún tipo de solución.

De entrada, esta juventud, podemos afirmar con rotundidad que es la más formada, la más despolitizada, la más europea, la más dependiente de los padres, la más rebelde y contestataria, y la que dispone de más libertades y alternativas al ocio de toda la historia. Parece claro. Mas también está escasamente integrada en el mundo laboral, con grandes dosis de vulnerabilidad a nivel afectivo y psicológico, y totalmente encadenada a las marcas y las nuevas tecnologías. Que parte de los jóvenes se manifiesten por el horario del cierre de los bares o para juntarse en una plaza o un parque para poder beber alcohol, y no lo haga por temas semejantes  al CPE de Francia o por cuestiones como la llegada masiva a Canarias de emigrantes desde Mauritania, no deja de ser lamentable.

También debe decirse que no hay juventud, hay jóvenes, de ahí la gran diversidad. Hay algunos, no sé si son la mayoría, aunque me gustaría que fuera así, que pasan olímpicamente del botellón, y que están entusiasmados de pleno con lo que están haciendo, volcados en sus estudios o en su trabajo. Otros están ilusionados en trabajar para organizaciones no gubernamentales. Mas también hay otros que no saben otra cosa que ponerse ciegos de alcohol los fines de semana. A estos últimos van dirigidas estas reflexiones.

Acabamos de contemplar que ha sido tema de candente actualidad el tema del macrobotellón. A mí, como persona adulta, me han dado ganas de incorporarme  a cualquiera de estos  macroactos de los jóvenes, si no hubiera sido por mis canas. Poca habilidad han demostrado los diversos medios de comunicación. Todos, tertulias, informativos, periódicos han hablado tanto el macrobotellón como si fuera el partido del siglo y con ello, lo que han conseguido no ha sido otra cosa que fomentar la concentración de los jóvenes alrededor de una litrona. Vistos y oídos todos los medios, se daban todos los ingredientes para esta macroconcentración: un reto frente a la población mayor; una competición tratando de conseguir una mayor concentración; el riesgo y la seducción frente a lo prohibido, el atractivo por la fiesta, en la que se contemplaba la posibilidad de sexo, alcohol y drogas; un ambiente distendido, así como el procurarse un suministro etílico más barato y no tener que pagar 6 euros en cualquier cuchitril por una copa de garrafón.

El desenlace todos los conocemos. Lo primero, en cualquier plaza o parque, con la desesperación lógica del vecindario, ha sido el rastro del día después. Lo más parecido a un campo de batalla: todo lleno de botellas, vasos de plástico, bolsas de supermercado, restos de comida, vomitonas y orines. Como corolario, los Ayuntamientos ocupados y preocupados; los vecinos indignados, los expertos en temas sociales alarmados, los padres desbordados, sin saber qué hacer, los trabajadores de los servicios municipales de limpieza agotados y los jóvenes de resaca.

La gente de bien, entretanto, nos rasgamos las vestiduras. El triste desencanto de la burguesía. Estamos heredando lo que hemos tolerado, cuando no fomentado. Hemos conseguido todos que España se haya convertido en el paraíso del alcoholismo. Hoy el alcohol forma parte de nuestra cultura. No echemos la culpa a los jóvenes. Si se ha llegado a esta situación todos debemos sentirnos culpables. Alguien calificó, no sin razón, que España es un país “alcohólico, apostólico y romano”, donde tomar una copa de más al día no esta considerado enfermedad, sino, simplemente, “mala costumbre”. Los españoles no sabemos celebrar ningún acontecimiento social, sea boda, bautizo, comunión, cumpleaños, aniversario, onomástica, despedidas, etcétera, que no se sea por vía etílica. ¡Aquí no se puede concebir una fiesta sin ingestión del alcohol! Incluso si tales eventos se encuentran demasiado lejanos entre sí, se busca con fruición cualquier otro pretexto. Aprobar un examen, acertar una quiniela, cobrar un primer sueldo ,o, simplemente, que las cosas van bien, justifica esta mala costumbre. Pero si no existen razones positivas para beber, también se aprovechan las negativas- funeral o entierro, para seguir bebiendo. En este país, la mala costumbre de beber no sólo ha sido siempre ensalzada como un potenciador de la comunicación, sino también para curar enfermedades populares. Se ha convertido en un medicamento reductor de las ansiedades y preocupaciones que nos rodean a los españoles. Con el alcohol engañamos al aburrimiento, la pobreza, los celos y la soledad.

  Los extranjeros cuando llegan a España les llama la atención el que  la mayoría  de las calles, de cualquier ciudad, sea un auténtico rosario de bares, tabernas y cafeterías. Son como farmacias de guardia. Este fenómeno urbanístico no tiene parangón en ningún otro lugar del mundo.

Para acabar este artículo me tomo la licencia  de contar dos experiencias personales. Hace 15 años, en un pueblo montañés castellonense bellísimo del que guardo un gratísimo recuerdo, de cuyo Instituto tuve el privilegio de ser Director, convoque a la Asociación de Padres para tratar de buscar alguna solución al problema del alcohol entre los jóvenes. Planteamos una serie de propuestas. Acabamos la reunión, llegamos a un bar, todos los padres pidieron sorprendentemente bebidas alcohólicas.

Mientras estaba redactando este artículo, baje a un bar a tomar un café. Estaba distraído leyendo el periódico, cuando un joven en mi flanco derecho me sorprendió, al pedir al diligente camarero una serie de consumiciones. Fueron las siguientes: güisqui con naranja, vodka con limón., ron con coca-cola, chupito de naranja con limón  y martíni con limón.

 

 

 

Cándido Marquesán Millán

 

Profesor de Geografía e Historia del IES “Benjamín Jarnés” de Fuentes de Ebro.

D.N.I 17129514

Domicilio. Calle Lorente 32 2º J Zaragoza. Teléfono- 976-560724

 

 

           

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