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La conjuración de Catilina

 

 

 

 

            Ya hace dos años y medio que estamos soportando desde una cadena, depositaria de la Verdad, y desde un periódico, Paradigma del periodismo de investigación, la idea de una especie de Conjuración de Catalina. No cejan en su empeño, siguen erre que erre. Son incansables e inmisecordes.

            Esta circunstancia me sugiere unas reflexiones, que paso a exponer ahora. De entrada, esa terrible masacre del 11-M, causante de tanta muerte y dolor, se produjo con un Gobierno del Partido Popular, con el Sr. Aznar como Presidente, y el Sr. Acebes, como Ministro del Interior. Conviene recordarlo. Y digo esto, porque si ambos sacaban pecho y se responsabilizaban en preparadas y estruendosas conferencias de prensa, cuando se desmontaba y detenía algún comando terrorista, de la misma manera deberían hasta cierto punto  sentirse más responsables que el resto de los ciudadanos por no haber sabido prever o parar tal atentado. Aunque debe quedar muy claro que los responsables auténticos son los que cometieron o idearon el atentado.

            Podemos intuir que este terrible acontecimiento, uno de los más tristes de nuestra historia reciente, y su tratamiento posterior por parte de los gobernantes del Partido Popular, tuvo sus consecuencias electorales. No sabemos qué hubiera pasado sin esas 200 muertes. La historia debe estudiar lo que ocurrió, no lo que hubiera ocurrido si no hubiera ocurrido lo que ocurrió. El pueblo votó a quien le pareció oportuno, y al hacerlo así confió el gobierno a determinada opción en detrimento de otra. Es el meollo de la democracia. Y quien no lo vea así, es un iluso o no es demócrata. Por ello ya vale de cuestionar la legitimidad del gobierno actual.

            Mas algo tan claro como lo anterior, todavía hay periodistas que les cuesta entenderlo, probablemente movidos por el resentimiento. En ocasiones aquello que es más evidente, es lo que menos se ve. Como no pueden aceptar lo evidente: que ganó el partido socialista y perdió el partido popular, han elaborado la teoría de una maquiavélica conjura, a la manera de lo que hizo Catalina en tiempos de la República romana. Les da igual que todas las pruebas vayan en la dirección del radicalismo islámico. No las aceptan. En una especie de campaña orquestada están sembrando dudas, aduciendo que debe saberse toda la verdad, que deben acudir otros testigos. Un día es una mochila perdida, otro día es el testigo Trashorras, y al siguiente que si los explosivos son de una u otra procedencia. De lo que se trata es de confundir y embrollar todo, en una especie de totum revolutum cuanto más mejor y así llegar  hasta las próximas elecciones. Les importa poco, mejor nada, poner en cuestión todo un conjunto de instituciones claves en un Estado democrático: Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, el Parlamento o el poder judicial.          

Que un conjunto de periodistas, conocidos por todos por su prodecer, estén construyendo semejante patraña, hasta cierto punto lo podemos entender, otra cosa es justificar. Pero, que un partido, que más tarde o más temprano, deberá asumir las riendas del gobierno de la nación, siga a pies juntillas a esos intoxicadores de la opinión pública, no deja de ser lamentable. El portavoz del Gobierno, el Sr. Zaplana, en el Parlamento no hace otra que seguir el guión que ambos periodistas le marcan. Por ende, Mariano Rajoy, está encallado desde hace dos años y medio en un campo minado, del que no sabe cómo salir. Si quiere llegar algún día a la Moncloa debería ser consecuente con la definición, que hace no muchos días en la entrevista de Iñaki Gabilondo, hizo de la política como la aplicación del sentido común.  Tal como está actuando, lo tiene harto difícil. El sabrá.

Un partido en el ejercicio de la oposición debe ser duro. Debe estar atento a cualquier desliz que cometa el gobierno. Es el juego de la democracia. Pero lo que no debe hacer, de ninguna manera, es cuestionar y dañar todo el entramado institucional de este sistema político. No puede ponerse todo patas arriba. Y todo por no tener la gallardía y el coraje de decir algo como esto: Nos equivocamos y por ello pedimos disculpas a los ciudadanos. No puedo imaginarme, aunque tuvieran que hacerlo, ver un día ante unas cámaras de televisión pedir disculpas el Sr. Aznar o el Sr. Acebes.  Porque  si se sigue obrando así, de verdad, todos perdemos, y además no deben olvidar que esta democracia nuestra, a fin de cuentas, es todavía muy  joven, y  por ello todos debemos cuidarla.  Los españoles demócratas no podemos ni debemos prescindir de ella. Espero que lo entiendan.

 

 

Cándido Marquesán Millán

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