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La sentencia sobre Srebenica

 

 

 

                                   

 

 

Resulta difícil creer en la independencia del poder judicial, sobre todo, si tenemos en cuenta determinadas sentencias, especialmente la emitida por el Tribunal Internacional de Justicia, en relación con el genocidio de Sbrenica, llevado a cabo entre el 11 y el 19 de julio de 1995. En estas fechas  se asesinaron a más de ocho mil personas, en gran mayoría jóvenes musulmanes, tras la toma de este enclave al este de Bosnia por las tropas del ejército de la antigua República Federal de Yugoslavia, en plena guerra de los Balcanes.

El susodicho Tribunal, ni corto ni perezoso, en su sentencia  indica que “ que no se ha demostrado que las matanzas hayan sido cometidas siguiendo instrucciones de Serbia, ni que tuviera el control efectivo de las operaciones”. El Tribunal indica que Belgrado vulneró sus obligaciones de prevenir el crimen-pese a los claros indicios que podía llevarse a cabo-, así como de reprimirlo mediante una verdadera cooperación con el Tribunal. Los jueces descartan la culpabilidad del Estado  serbio como responsable directo o cómplice de la masacre y en consecuencia la eximen de pagar indemnización alguna a Bosnia, que fue el país que presentó la demanda. Además insta a Serbia,  estado que ha asumido la continuidad de la antigua Yugoslavia, a detener  y a entregar a los acusados por crímenes de guerra y genocidio,  Ratko Mladic y Radovan Karadzic, para ser juzgados por el Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia. Slobodan Milosevic, ya está muerto sin haber sido juzgado.

La sentencia, como no podía se de otra manera, ha supuesto una profunda decepción para Bosnia y para los familiares de las víctimas, así como también un gran alivio de Belgrado, ya que se ve libre de pagar una cuantiosa indemnización que habría repercutido en el bolsillo de todos los serbios. Miles de bosnios musulmanes supervivientes de la matanza de Sbrenica y parientes de las víctimas de los crímenes se manifestaron, sin faltarles motivos, en Sarajevo. Para todos aquellos que tienen familiares asesinados en este genocidio, cometido en las mismas entrañas de Europa, ha sido una sentencia decepcionante. Todo el mundo, medianamente sensato, sabe que Serbia estuvo detrás de esta masacre. Desde el sillón de nuestro cuarto de estar no podemos apercibirnos de lo que auténticamente ocurrió en esos triste días de julio de 1995. Como europeos deberíamos sentir una profunda vergüenza. Estos tristísimos acontecimientos nos los cuenta de una manera implacable y fehaciente la película-Sbrenica, beyond reasonnable doubt, de Mina Vidakovic. Aquí podemos ver cómo separaban los hombres de las mujeres, jóvenes y viejos, adolescentes, familias enteras, y cómo, aunque dirigidos por un solo hombre, decenas de otros ejecutaban las órdenes suscitadas por la locura del odio étnico.

Esta sentencia tiene ciertas similitudes con la suerte a la que se vieron sometidos los habitantes de Varsovia, al final de la segunda Guerra Mundial, que fueron incitados por los soviéticos a que se sublevaran contra los ocupantes alemanes. Así lo hicieron, y fueron triturados por la tropas de Hitler. Los soldados de Stalin no acudieron en su ayuda. Únicamente entraron en la capital de Polonia, cuando sus ciudadanos habían sido masacrados por los nazis. Los soviéticos pudieron entrar sin problemas llevándose a los alemanes por delante y sin temer la resistencia de los ciudadanos de Varsovia, que se vieron obligados a ser aplastados por los nazis y a ser dominados por los soviéticos durante los cuarenta años posteriores.

Una residente en Sbrenica, Nazija Beganovic, nos indica: “Todos dicen que la justicia puede encontrarse en La Haya. ¿Dónde está la justicia para mis seis hijos? Durante quince años he llorado. Los serbios los asesinaron y no sé ni donde yacen sus restos”. En la misma línea, el antiguo representante bosnio ante el Tribunal de la ONU, Kasim Trnka, acaba de señalar que el veredicto “envía una mal mensaje a futuros Karadzcis, Mladics, y a todas las Ruandas y Camboyas que el futuro podrán pensar  que este tipo de crímenes pueden quedar impunes”.

Tampoco deberíamos sorprendernos por sentencias de estas características. Da la sensación que lo que ha pretendido el Tribunal e hacer borrón y cuenta nueva, y así se puedan agilizar las negociaciones para una futura adhesión de Serbia a la Unión Europea, y así poder cerrar unos de los capítulos más trágicos de la Europa de finales del siglo XX. La mayor matanza ocurrida en Europa desde el año 1945. Todo sea por la política, a la cual deben quedar subordinadas las razones éticas. De verdad, siento asco y pesadumbre. No es de recibo que el mundo vaya en esta dirección.

 

Cándido Marquesán Millán

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