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La responsabilidad de un ex-presidente

 

 

 

             A todo aquél que se ha dedicado a la vida pública y todavía más, si ha detentado importantes cargos políticos, al abandonarlos, se le debería exigir sensatez, responsabilidad y sentido común. Si alguien ha sido jefe de Gobierno, y deja de serlo, bien porque ha sido producto de una decisión personal, o  bien porque lo han decidido los ciudadanos en las urnas, debería alejarse de la política paulatina y discretamente; y no inmiscuirse en ella sembrando cizaña o malos modos.

            En este aspecto es encomiable la actuación de Jimmy Carter o  Bill Clinton. Estuvieron al frente del país más poderoso del mundo, cumplieron sus mandatos con aciertos y con errores, y se marcharon  a sus casas. Su experiencia acumulada la pusieron al servicio de instituciones nacionales o internacionales, en tareas de pacificación de conflictos o de asesoramiento a su Gobierno en cuestiones políticas complicadas. Además escriben libros, dan conferencias y participan en foros internacionales. Son actuaciones lógicas y responsables.

            No ocurre lo mismo con nuestro último expresidente. Si se le presenta la ocasión  de que un periodista le entreviste, no la desaprovecha para mezclarse en la política y emponzoñarla, cuanto más pueda mejor. Creíamos todos que se iba a dedicar a firmar libros en el Corte Inglés, impartir conferencias en inglés en afamadas y prestigiosas universidades americanas, y asesorar, teniendo en cuenta su reconocida experiencia, al Presidente de Gobierno de su país, independientemente del partido político que fuera. Nos equivocamos. Craso error. Ha ocurrido todo lo contrario. Cada vez que habla es para sembrar odio y rencor. Recientemente nos hemos visto sorprendidos “todos” los españoles con unas declaraciones estridentes y destempladas, impropias de alguien que haya detentado importantes responsabilidades políticas.

            No ha tenido inconveniente alguno en afirmar, después de las palabras poco afortunadas de Benedicto XVI, que a él no le habían pedido todavía disculpas los árabes por haber invadido España en el 711, y haberla dominado durante ocho siglos. De verdad, reflexiono profundamente, antes de analizarlas. Mas lo voy hacer. Resultan grotescas e indignas de alguien que ha sido Presidente de un Gobierno democrático. Además demuestran una visión de la Historia de España un tanto peculiar, por decirlo de una manera suave. Puestos a pedir perdón los árabes, cabe pensar que también deberían hacerlo los visigodos, aunque será harto complicado encontrar a algún descendiente de los Recaredo, Leovigildo o Recesvinto. Metidos en esta vorágine. También deberían hacerlo los suevos, vándalos y alanos. Como también el romano Publio Cornelio Escisión. Y los cartagineses Asdrúbal, Anibal, etc. Y los griegos y los fenicios. Y el australopiteco que vino de África. De locura. Por cierto, no querría olvidarme que los descendientes de los Reyes Católicos deberían disculparse también, aunque no sé ante quién, por la expulsión de los judíos, o los muertos por la gracia de la Santa Inquisición, gracias a la cual hemos sido y algunos quieren seguir siéndolo, la reserva espiritual de Europa. No quiero seguir este camino, que no conduce a ninguna parte.

Lo que si quiero retomar algo ya dicho en líneas precedentes. Un expresidente de un Gobierno democrático, no puede ni debe hacer manifestaciones como éstas. Sólo pueden ser producto de una mente calenturienta o descerebrada. Con lo que está lloviendo, con todo lo relacionado con el mundo musulmán, no pueden decirse cosas semejantes, a no ser que sean producto de un resentimiento o rencor todavía no superado. Siento cierto escalofrío al pensar que un personaje de esta catadura moral pudiera tener en sus manos el Gobierno de España durante ocho años. También es cierto que, sobre todo, en su segunda legislatura comenzó a dar muestras de estar perdiendo el Norte. Véase la boda de su hija en el Monasterio del Escorial, cual si perteneciera a una estirpe regia. Cabe recordar, entre otros ejemplos, el habernos metido en la Guerra de Irak, a la búsqueda de las armas de destrucción masiva, con la famosa foto de las Azores, en contra de toda la sociedad española; incluidos los miembros de su partido que no se atrevieron a decírselo en aquél entonces.

Debe retirarse. Escriba sus memorias. Firme libros. Dé conferencias. Disfrute de cruceros por el Mediterráneo. Llene su ocio con la lectura, la pesca o la caza de la codorniz. De verdad, si de verdad quiere a España, siga mis consejos, que son también los de otros muchos españoles, incluidos de votantes de su partido. Por favor, sólo le pido, le pedimos, un poco de responsabilidad y sensatez. Es lo menos que puede pedirse a un expresidente de un Gobierno democrático.

 

 

CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN

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