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El lodazal de la guerra de Irak

                                   

 

 

 

            Todo lo relacionado con la invasión y guerra de Irak, huele a podrido.  Cuanto más tiempo pasa todo parece más deshumanizado. Todo en esta guerra es lamentable. El inicio, el desarrollo y su posible final. Lo más grave que está ocurriendo es que ya nos hemos insensibilizado ante el goteo continuo de muertes, todavía más ahora con el  actual protagonismo de la Guerra en el Líbano. Si un día mueren 50, al día siguiente son 60. Estas noticias dejan de ser noticia.  Por cierto, mientras estoy escribiendo estas líneas, escucho en el Telediario que en las ciudades de Sadr y Kirkuk se han producido unos atentados, con 60 muertos. No sé si son sunníes o chíies. Da igual. Pero no quiero, no debo acostumbrarme a que todos los días se produzca semejante hemorragia humana. Todavía debe de quedar algo de sentido común en el ser humano. Algo debemos hacer, aunque ignoro el qué. Ahora estamos interesados por Hezbolá, Hamas, Gaza, Olmert y el Líbano. Esto va de modas. La noticia es cosa de marketing. 

No obstante,  lo que está pasando en este país, una de las cunas de la civilización humana era predecible. Pero qué podíamos esperar si tenemos en cuenta que toda esta empresa ha sido diseñada desde los Estados Unidos y por su ínclito Presidente George W. Bush., y con el apoyo incondicional de Blair y Áznar, que debieron pensar, al hacerse la foto de las Azores, que iban a pasar a la posteridad por instaurar un nuevo Orden Mundial, como lo hicieron Stalin, Roosvelt y Churchill  en la celebérrima de la Conferencia de Yalta. De verdad, se cubrieron de gloria. Mas de gloria pútrida.  Con la excusa de derribar al Dictador Sadam Hussein, se pergeñaron toda una sarta de mentiras, como la de las armas de destrucción masiva y de defensa de la democracia. Llueve sobre mojado. No es necesario insistir en demasía. Nos han mentido tantas veces, que una más no debe producir extrañeza. Ya conocemos todos, cómo los Estados Unidos, que se autodenominan “imperio de la paz”, “imperio de la libertad”, e incluso “imperio democrático” se las gastan. Basta recordar cómo este Imperio derrocó gobiernos en Irán y Guatemala, siendo presidente Eisenhower; en Chile con Nixon en 1973, y en guerras preventivas: contra Nicaragua, durante la década de los ochenta del siglo pasado, siendo presidente Ronald Reagan; contra Irak en 1991 siendo presidente George H. W. Bush; contra Afganistán en 2002 y contra Irak, de nuevo, en 2003, las dos últimas bajo la presidencia de George W. Bush hijo, y en amenazas contra otros países como Corea del Norte e Irán. Podríamos poner muchos más ejemplos.

            Bush se cree bendecido por Dios para realizar una misión histórica y tiene la convicción de estar dirigiendo el país del “Destino Manifiesto”. Bastantes fundamentalistas religiosos americanos le han hecho creer que es el enviado de Dios, en una especie de providencialismo. En la cruzada contra el Eje del Mal, Dios está de su lado. Su misión imperial es de derecho divino. Ese providencialismo desemboca inexorablemente en un teísmo político, más  propio de sistemas teocráticos, propios del Medievo, que democráticos, y por ello utiliza a Dios como legitimador de determinadas actuaciones políticas. Bush ha dicho que ha llegado a ser gobernador  de Texas, merced a un designio divino.

            Además, todo el discurso y la actividad política de Bush demuestra una concepción maniquea de tonos apocalípticos, que sirve de justificación para cualquier actuación El representa el Bien Absoluto y otros, en contraposición irreconciliable, el Mal Absoluto. Blanco y Negro, sin matices. Por ello Estados Unidos es el país que representa el Eje del Bien, como no podía ser de otra manera, de ahí su indiscutible legitimidad para luchar contra el mal. Así lo reconocía Bush en una conferencia de prensa en octubre de 2001, con un infantilismo rayano en la estupidez, a no ser por el cinismo que se esconde: “Me confunde ver que hay tanto malentendido de lo que es nuestro país, y que la gente nos pueda odiar. Simplemente no puedo creerlo, porque yo sé cuán buenos somos. Tenemos que hacer un mejor trabajo al representar a nuestro país en el mundo. Tenemos que explicar a la gente de Oriente Medio, por ejemplo, que es contra el mal contra el que estamos luchando, no contra ellos”.  

            Este maniqueísmo implica que hay que tomar postura; no vale la indiferencia o la neutralidad. O se está con el Imperio del Bien o se está con el Imperio del Mal. Esto justifica también una venganza implacable. El primer nombre que se dio a la operación militar contra Afganistán en respuesta a los atentados del 11-S, fue “Justicia Infinita”. Esta expresión supone la puesta en marcha la ley del talión. El conflicto por ello se convierte así en una Guerra Santa. Para conducirla a buen término no se deben reparar en medios, de ahí un militarismo a ultranza con los consiguientes y justificados incrementos en presupuestos armamentísticos. Debemos, tenemos que estar seguros. La defensa de la gran nación justifica la extensión de la violencia y de la muerte por todo el mundo, sin detenerse en la población civil, sean ancianos o niños, como está ocurriendo actualmente en Irak. No tiene muchos prejuicios morales Bush, si tenemos en cuenta que durante su mandato de gobernador en Texas fueron ejecutadas 152 personas. Un buen currículo para acceder a la Presidencia de los Estados Unidos. A este individuo, le siguieron a pies juntillas, Blair y Aznar. Triste, lamentable y pútrido. Y todavía hay quienes critican el haber salido de este lodazal. Incomprensible.

 

 

 

CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN

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