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Es la hora de la Política

 

 

 

 

 

Uno de los problemas más complejos de resolver en el momento político actual, es el nacionalista. Nada nuevo. Desde hace unos 100 años la clase política no ha sabido abordarlo ni encontrar una solución adecuada, y cuando parecía hallarse,  se abortó de cuajo el intento por parte de la dictadura franquista. Se abordó de nuevo con la Constitución de 1978, mas no debió ser suficiente, ya que el problema sigue estando ahí. Quien lo ignore es un iluso, desconectado de la realidad. Uno de los intelectuales más perspicaces de la historia de España, Ortega y Gasset, lo expresó ya con nitidez en las Cortes de la II República, al decir: reconozcamos que hay de sobra catalanes que, en efecto, quieren vivir aparte de España. Ellos son los que nos presentan el problema: ellos constituyen el problema catalán, del cual yo he dicho que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar. Frente a estas palabras, que reconocen la existencia del problema; y reflejan gran pesimismo para encontrar una posible solución; podemos contraponer otras, dichas en la misma época y lugar por uno de los más grandes políticos de la Historia de España,: Cataluña dice, los catalanes dicen: “Queremos vivir de otra manera dentro del Estado español”. La pretensión es legítima. Este es el problema y no otro alguno. Se me dirá que el problema es difícil, ¡Ah!, yo no   si es difícil o fácil, eso no lo sé; pero nuestro deber es resolverlo, sea difícil, sea fácil. Se podría suprimir el problema, de dos maneras. Una, como quieren los extremistas de allá y de acá: separando a Cataluña de España; pero esto, sin que fuese seguro que Cataluña cumpliese su destino, dejaría a España frustrada en su propio destino. Y la otra sería aplastar a Cataluña, con lo cual, sobre desarraigar del suelo español una planta vital, España quedaría frustrada en su interés y su justicia. Hay, pues, que resolverlo dentro de los cauces políticos Estas palabras de Manuel Azaña, muestran que la política está para resolver problemas a la ciudadanía.

Los textos precedentes, podrían haber sido escritos hoy, pueden servirnos para hacernos reflexionar a todos un poco con  cierta templanza y sosiego, algo muy conveniente. Para los dirigentes del Partido Popular, con la aquiescencia y permiso de la COPE, no existe problema alguno. Y si existe lo ha generado artificialmente la actuación irresponsable del Presidente del Gobierno, al despertar entre la clase política catalana unas expectativas infundadas. Mas la solución es fácil, en todo caso. Se toca a rebato a todos sus acérrimos incondicionales a una gran concentración, ya hubo un precedente en nuestra historia, el 28 de julio de 1932 en la plaza de toros de Madrid contra el Estatut catalá. Se concentran todos los de aquí y los de allá,  delante de la Puerta del Sol, kilómetro cero, de donde salen en sentido radial todas las carreteras de España,; se leen 19 artículos, elegidos ex profeso, de la Constitución por representantes de cada una de las entidades autonómicas; de una manera fortuita, el segundo leído por el catalán Enric Jardí: “La constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas”. Como colofón Mariano Rajoy proclama que la única nación es la española. Y el problema deja de existir balsámicamente. Y todo está solucionado. Actuaciones como éstas demuestran mala fe e irresponsabilidad. Manifiestan no entender el problema en toda su complejidad, y para lo único que sirven,  es para enquistarlo todavía más. No se puede dar un portazo en las narices, los ha habido bastantes, a Cataluña. No se puede llevar a las calles un asunto que debería haberse resuelto en la mesa de las negociaciones, ni manipular la información y presentar el Estatut catalá como un ataque a la integridad de España y contra el resto de los españoles; ni encender una hoguera de odios y condenas contra los catalanes. Recomendaría a los dirigentes populares que leyeran las editoriales, del día siguiente a la concentración, de los principales periódicos catalanes; allí podrán ver cómo se respira por aquellos lares. En lugar de fomentar la unidad de España, lo que están consiguiendo es agrietarla, cada vez más.

Frente a éstas actuaciones, hay otras. Por supuesto, llenas de dificultades y de aristas,  que pueden resultar fallidas y con altos costes electorales. Consisten en reconocer el problema, como Ortega y Gasset. Es la primera condición para tratar de abordarlo.  A partir de esta premisa, se debe actuar con tiento, con mesura y grandes dosis de generosidad. En esta línea se actúa por parte del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Admite a trámite el proyecto de ley del Estatut de Catalunya, para su debate en el Parlamento español. Algo que no se puede obviar. ¿Cómo se puede rechazar, a no ser un irresponsable, un proyecto de ley, que ha sido pactado por el 88% de las fuerzas políticas catalanas? Puesto sobre la mesa, hay que hablar, dialogar, pactar. No queda otra opción. Es la hora de la Política con mayúsculas, como dijo Azaña. Es el momento del Parlamento, no de la calle. No hay otra opción, así de simple.

 

 

Cándido Marquesán Millán

 

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