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El fin justifica los medios

 

 

 

 

 

            Todos estamos comprobando, hace ya tiempo, el estado de crispación y de desconcierto que se está sembrando en la sociedad española como consecuencia de los acontecimientos relacionados con el terrorismo de ETA. El tema es extraordinariamente complicado y de difícil solución y que puede acarrear graves consecuencias para la convivencia en el futuro, por lo que algunas fuerzas políticas deberían ser especialmente cuidadosas y discretas a la hora de tocar esta cuestión.

            El Gobierno de Rodríguez Zapatero, reconociendo la existencia del conflicto en Euskadi, primera condición para su solución, tendió puentes e intentó el acercamiento al entorno de ETA en aras a la consecución de la paz, tras el manifiesto de la tregua. Los Gobiernos del PP hicieron ya lo mismo y la oposición no se rasgó las vestiduras, manteniéndose en un segundo plano, siendo especialmente discreta, respetando y apoyando la política del Gobierno. Ese parece ser el camino y no hay otro. Los partidos políticos deben ir todos a una y en la misma dirección; de lo contrario el fracaso puede ser estrepitoso.  El intento de Rodríguez Zapatero ha sido loable, mas probablemente no debería haberse embarcado en este más tenebroso, sin contar la implicación y apoyo del otro gran partido de carácter estatal.

             Admitido lo anterior, cabe decir que una vez perdieron las elecciones en marzo de 2004, los dirigentes populares han seguido una política de hostilidad constante contra el Gobierno, que ha generado un estado de crispación en la sociedad española, desconocido desde tiempos de la Transición, e imprevisible en cualquier país avanzado.  Esta actuación de los populares pudiera explicarse por el enfado que les causó la imprevista derrota electoral del 14-M. O quizás se debiera a que tomaran las riendas del partido los halcones. O podría ser a que el PP eligió ex profeso la estrategia de la confrontación permanente, como la única manera de alcanzar el poder.  Lo que si parece cierto es que desde el 14-M los Rajoy, Acebes, Zaplana y CIA. han dado muestra de un nerviosismo, nada conveniente, en la actuación política.

La actual dirección del PP da la sensación de ser  auténticos kamikazes. Parecen movidos por la desesperación. Son todo un conjunto de políticos que, como no tienen futuro, no tienen nada que perder. Si, tras la derrota electoral del 14-M, el partido hubiera llevado a cabo un congreso y hubiera hecho una autocrítica, se hubiera dado paso a una nueva generación de políticos que, libres y no comprometidos con el pasado, estarían haciendo una oposición útil para la sociedad y más legitimable. Como saben que todo se lo juegan a una carta, no tienen problema alguno en embarcar a todos correligionarios y a todos aquellos sectores de la sociedad que puedan embaucar, con el apoyo incondicional de determinados periódicos y emisoras de radio, en un viaje que no tiene otro objetivo que derrocar al Gobierno de Rodríguez Zapatero. Primero se inventaron la mentira de la conspiración en la masacre del 11-M. ¡Qué de cosas hemos tenido que oír un día tras otro, tratando de vincular estos atentados con la banda terrorista de ETA! Mas la verdad desagradable asoma, y a la trama islamista se le cae el velo, y en el tercer aniversario, el juicio está demostrando que no hay rastro alguno de ETA. Como esto ya lo sabían, han tenido que montar otra gran mentira. Independientemente que el Gobierno socialista haya podido cometer errores en todo el proceso de negociación con ETA, lo que parece indubitable es que por primera vez en la historia de nuestra reciente democracia un gran partido, que ha detentado el Gobierno de España, y que cabe pensar que lo hará en el futuro, ha decidido servirse con fines partidistas de la política antiterrorista del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Es posible que los socialistas hayan errado en su cálculo, al pensar que podían afrontar, sin el concurso de la oposición, un final pactado de ETA. Probablemente han calibrado mal también, las repercusiones en la opinión ciudadana de su actuación en el caso De Juana; pero lo que no se puede decir, de ninguna manera, que Rodríguez Zapatero sea cómplice de los terroristas; que el PSOE sea un traidor a la patria, o que el Gobierno esté vendido a ETA. Los dirigentes del Partido Popular saben perfectamente que no es así, y a pesar de saberlo, han decidido tirar por la calle del medio y jugar con los sentimientos de una parte importante del pueblo español con fines partidistas. No se puede decir ante cientos de miles de españoles que España está en peligro, a no ser a costa de una gran irresponsabilidad .

Rodríguez Zapatero tiene argumentos de peso suficientes para justificar la atenuación de la pena de De Juana. Doscientos penalistas-catedráticos y profesores titulares, jueces y fiscales- de toda España han suscrito un comunicado en el que expresan su plena conformidad con la medida de prisión atenuada acordada por Instituciones Penitenciarias, con el aval del juez de vigilancia penitenciaria de la Audiencia Nacional. El documento señala que la medida fue propuesta por la junta de la prisión Madrid VI y asumida por el juez que tutela el cumplimiento de las penas impuestas por la Audiencia Nacional. El escrito subraya que no se ha concedido a De Juana beneficio penitenciario alguno, sino que la decisión se realiza en estricto cumplimiento de la legalidad vigente. Los penalistas han dicho que el Estado de derecho: “Ha de tener por principio fundamentalmente los de la tutela de la vida, y de humanidad en el uso del derecho penal y en el tratamiento penitenciario”. Como vemos argumentos no le faltaban a ZP, por ello no debería haber entrado al trapo de justificar su decisión a través de la miseria de los otros. Los populares, auténticos trileros, le tendieron la trampa. Y cayó, aunque en parte se puede justificar porque estaba hasta las narices de mentiras y de manipulación de la verdad. Los populares son hábiles y tramposos. Y nos vienen ahora con la monserga de defender la libertad y España. ¡Qué desvergüenza! Ellos tienen muy claro lo que es verdaderamente importante. La finalidad última es alcanzar el poder, como sea y lo más pronto posible. Nunca pudo usarse con más exactitud la frase de Maquiavelo: El fin justifica los medios.

 

 

 

CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN

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