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Sigue saliendo el sol después del estatuto

                       

 

 

            He dejado pasar unos días de reflexión, para manifestar mi opinión sobre los resultados electorales del Estatut de Cataluña. Se han vertido ríos de tinta gruesa sobre esta cuestión. Los comentarios, en los diferentes medios de comunicación, han sido variopintos, aunque también previsibles. Sabíamos que cada cual iba a arrimar el ascua su sardina, fueran los que fueran los resultados. Pienso que no merece la pena insistir más por este lado.

            De entrada, puede decirse que ha ganado el sí frente al no. Parece claro. En consecuencia, deben sentirse satisfechos los que defendían lo primero, y cariacontecidos los que defendían lo segundo. También es incuestionable que la abstención ha sido alta, de la que nadie puede ni debe apropiarse, ya que nadie la había defendido. Lo mejor hubiera sido, hubiera sido lo deseable como ejemplo de buena práctica democrática, una participación masiva. No ha sido así, de lo que todos deberíamos lamentarnos,  por ende no es de recibo que nadie se aproveche ni se presente como intérprete de las voluntades de los ciudadanos que libremente no han querido expresar sus voluntades. Aquellos catalanes que no quisieron votar, bien porque se quedaron en su casa, prefirieron la playa o por lo que fuere, cabe entender esta circunstancia que daban por bueno los resultados que pudieran producirse, que, si además tenemos en cuenta todos los sondeos previos, anunciaban nítidamente el triunfo del si. Como dice el dicho: el que calla otorga.

Dicho este preámbulo, querría proseguir en mis reflexiones. En estos 30 años de democracia, han existido pocos acontecimientos políticos, que hayan generado más ataques furibundos, como el del Estatut catalán. En la mayoría de los medios de comunicación, escritos, hablados o telemáticos, especialmente en los capitalinos, hemos comprobado diatribas tremendamente virulentas y viscerales contra los políticos catalanes, presentándolos como auténticos demonios. Quien se ha llevado la palma ha sido Carod Rovira ¡Qué de cosas hemos tenido que oír sobre su persona! Para determinados sectores de esa derecha española rancia les ha venido muy bien. Si no hubiera existido lo hubieran tenido que inventar. Tampoco se han ido de rositas los Maragall o Rodríguez Zapatero. Tanto unos como otros han sido vilipendiados con  profunda acritud, cuando lo que han hecho estos políticos es comprender que en la Historia de España se han arrastrado y se arrastran una serie de problemas. Uno de ellos es el de la vertebración territorial. Y especialmente lo es  el incardinar Cataluña en el Estado español. En cambio la derecha española, ni la de la dictadura franquista ni la de democracia actual han hecho nunca un esfuerzo serio y generoso para entender el problema de Cataluña, que está revoloteando, hace mucho tiempo ya y  de gran complejidad su resolución, por otra parte. No  ha caído a nosotros de una teja el 14-M. De verdad, la cuestión catalana es más compleja. Hay que negociar, pactar, y dialogar. Lo que debe hacerse es tender puentes entre Cataluña y España y no dinamitarlos a cañonazos verbales

Por ende, la izquierda española, la de antes y la de ahora, ante el problema territorial, como también ante otros, no esconde la cabeza como el avestruz y es plenamente consciente de que todos los problemas políticos tienen un punto de madurez, antes del cual están ácidos; después, pasado ese punto se corrompen, se pudren. Zapatero ha considerado que ya estaba  en su punto.

En este contexto, lo que han planteado los políticos catalanes, con el beneplácito del Presidente del Gobierno, no ha sido otra cosa que profundizar las cotas de autogobierno de Cataluña, tratando de encauzar sus legítimas aspiraciones Nada de rupturas con el ordenamiento constitucional, ya que han respetado escrupulosamente la legalidad vigente. Sus parlamentarios, en un porcentaje del 88%, redactaron, haciendo uso de su soberanía, un proyecto de Estatut. Lo llevaron a las Cortes españolas, donde tras ser revisado, con las consiguientes modificaciones en su articulado, tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado, fue devuelto a Cataluña, para que fuera ratificado por referéndum de sus ciudadanos, como acaba de producirse el pasado domingo, día 18 de junio. Todos estos hechos son per se, plenamente democráticos. Parece por ello  que no deberían haber surgido esas infundadas alarmas ni esos estados de emergencia, como si estuviéramos al borde de algún cataclismo cósmico. El sol sigue saliendo todos los días y las mariposas siguen revoloteando, a pesar de que haya sido aprobado el Estatut catalán.

 

 

Cándido Marquesán Millán

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