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Diplomacia del petróleo

 

Este fin de semana las autoridades chinas han desplegado las alfombras rojas  para recibir a la mayoría de los dirigentes de los países africanos. En las vallas publicitarias de Pekín se han mostrado elefantes, jirafas, cebras, hipopótamos e incluso las pirámides de Egipto. Los anfitriones no han escatimado medios para que los huéspedes se sintieran satisfechos. Previamente los jefes africanos en sus respectivos países recibieron con alfombras rojas a los dirigentes chinos. El pasado enero el ministro de Asuntos Exteriores, Li Zhaoxing, visitó seis países africanos, en cumplimiento de la tradición de que la primera salida al exterior del jefe de la diplomacia china sea a África. En abril el presidente, Hu Jintao, visitó tres países más. Igualmente en junio el primer ministro, Wen Jiabao, en ocho días hizo lo mismo a siete países más.

Todos estos acontecimientos indican la importancia creciente que despierta el continente africano a los ojos del régimen de Pekín. Este interés no es nuevo. Ya desde los años 60 hasta los finales de los 80 del siglo pasado las relaciones entrambos fueron fluidas En aquel entonces los africanos percibían la República Popular China como una nación-faro del Tercer Mundo y el maoísmo servía muchas veces de referencia ideológica tras la lamentable etapa del colonialismo. Para China, África era un escenario dentro de una lucha encarnizada de influencias en el contexto de la Guerra Fría y la estrategia de Pekín era sobre todo de orden geopolítico; de lo que se trataba fundamentalmente era de ir en contra de los intereses soviéticos en países como Angola y el Congo.

Hoy, tras la caída del muro de Berlín y el inicio de la apertura económica de China han cambiado las cosas, los intereses son económicos sobre todo, sin despreciar los de carácter geopolítico, que los hay, como es el incrementar el aislamiento de Taiwán y poner muy clara su política de que China no hay más que una. Por ello ha invitado a la cumbre a los 5 países de  África con los que no tiene relaciones, ya que las tienen todavía  con Taiwán- Gambia, Malawi, Burjina Fasso, Suazilandia y Santo Toné y Príncipe. No obstante, no han asistido  a esta cumbre del Foro África China de Cooperación (FOCAC).

Lo realmente importante y novedoso ahora es que el gigante asiático necesita imperiosamente, si quiere mantener su pujante desarrollo económico, materias primas y recursos naturales de África como petróleo, gas, hierro, cobre, madera o algodón. Sin ir más lejos, una tercera parte del crudo que importa China procede de países como el Congo, Nigeria, Libia, Sudán o Angola. También a China le interesa el continente africano para exportar capitales, con los que se financiaran carreteras, hospitales, campos de fútbol, puertos, minas y campos de petróleo, que servirán para potenciar el crecimiento de estas economías. Y además las empresas chinas exportan cada vez más sus productos a África: desde teléfonos móviles, bicicletas, aparatos electrónicos ya que, a pesar de no ser de buena calidad, son asequibles para estas poblaciones.

En compensación el presidente chino, Hu Jintao, ha anunciado que China doblará su ayuda a las naciones africanas, a las que ha ofrecido 3.000 millones de dólares en concepto de préstamos; 2.000 millones en créditos de exportación y otros 5.000 millones para inversiones en África, donde además formará a 15.000 profesionales africanos. Hu también se ha comprometido a cancelar la deuda de los países más pobres y otorgar el status “libre de impuestos” a una mayor cantidad de sus productos, con el objetivo de que aumente la importación de productos africanos en China.

Este protagonismo de China en el continente negro está siendo criticado ya desde el mundo occidental, como no podía ser de otra manera. Desde  el Banco Mundial, Paul Wolfowitz, lanzó hace unos días la voz de alarma, al declarar que los bancos chinos obvian cualquier consideración hacia los Derechos Humanos o el respeto al medio ambiente, cuando realizan sus préstamos en África. Wolfowitz tampoco olvidó citar otro motivo de preocupación para Occidente, éste menos filantrópico: el país asiático ha desplazado a países como USA y Reino Unido como socio económico y comercial de África y se sitúa sólo por detrás de Francia, cuyo liderazgo está siendo amenazado. Lo que ha provocado que Tony Blaire, el Primer Ministro británico, haya propuesto la eliminación de los subsidios agrícolas en la Unión Europea, para estrechar lazos con África. Como también que USA y Europa deberán prestar más atención y modificar sus políticas en África.

También las críticas llegan desde la misma África. Sindicalistas africanos han protestado contra lo que consideran maltrato y reducción de salarios por parte de las compañías chinas y que los chinos les arrebatan los empleos. Sudáfrica ha dicho ya que la entrada masiva  de textiles chinos podría hundir la industria local.

Tras librarse África del colonialismo blanco, uno de los acontecimientos más vergonzoso de la historia, sería lamentable que volviera a caer ahora en el seductor colonialismo amarillo. África constituye hoy el único blanco blando remanente en el mundo, donde las potencias externas pueden pelear por su acceso a los recursos minerales. Pero lo último que África necesita, es convertirse en el campo de batalla de una guerra política y comercial. Tal como los africanos saben de su pasada experiencia, los países no tienen amigos, sino solamente intereses, sin que podamos excluir a China de esta afirmación. No debemos olvidar lo dijo Deng Xioping, “gato blanco o negro, lo importante es que cace ratones”.

 

Cándido Marquesán Millán

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