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Educación para la Ciudadanía

                                  

 

            No deja de ser triste que todo un conjunto de colectivos e instituciones, estén poniendo trabas continuas a que en nuestras escuelas o institutos se imparta la asignatura, Educación para la Ciudadanía. Que el Estado asuma la responsabilidad de educar a nuestros muchachos para que sean ciudadanos el día de mañana, sea rechazado, me resulta complicado entender. Los opositores aducen argumentos diversos: que será una asignatura utilizada  por el Estado para adoctrinar, y que éste no tiene competencia ni derecho alguno a formar nuestras categorías morales y políticas, y que esta tarea es exclusiva de la familia. Podríamos aceptarlo si los educados lo fueran para quedarse en casa, lo grave surgiría cuando éstos salieran a la calle y tuvieran que relacionarse con los demás, que tarde o temprano tendrán que hacerlo. A poco ciudadanos que se sintieran, admitirían que este asignatura que atañe a todos los ciudadanos, no puede transmitirla la familia, que es una comunidad parcial y volcada en el egoísta interés de sus miembros. El Estado democrático, por el contrario, es una comunidad que intenta y preconiza el bien de la mayoría, según ésta lo decida. Aceptadas estas afirmaciones que parecen obvias, tenemos que reconocer que el Estado no sólo tiene el derecho, es más, tiene el deber ineludible de asumir la educación de sus futuros ciudadanos. Es un síntoma de Modernidad. Debe transmitir los valores de la libertad, de la igualdad, del pluralismo y de la justicia que están en el artículo primero de nuestra Constitución. Además de otros complementarios como la tolerancia, la solidaridad y la seguridad. Como también dar a conocer y enseñar a practicar las reglas y los procedimientos que aseguran una convivencia dentro de un Estado de Derecho. En definitiva preparar ciudadanos para la democracia. Si el Estado hace una dejación de sus funciones educadoras, y las traspasa a determinadas instituciones, asumiríamos todos graves riesgos en aras a la consolidación del sistema democrático. Tenemos tristes ejemplos en nuestro historia.

Además la Educación para la Ciudadanía en nuestro país parece más necesaria, si tenemos en cuenta que los españoles hemos vivido como norma en regímenes autoritarios o dictatoriales. Hemos sido mucho más tiempo súbditos que ciudadanos libres. El vivir en democracia ha sido la excepción en nuestra historia. Y esto se paga. Esto ha supuesto que muchos nos hayamos acostumbrado a resolver autoritariamente  los problemas y conflictos, inevitables en la convivencia, por medio del ordeno y mando y el puñetazo encima en la mesa, en lugar del diálogo, el contraste de pareceres y el intercambio de opiniones. La democracia no es una palabra hueca, significa todo un conjunto de valores, que el catedrático de la Universidad de Zaragoza, Manuel Ramírez, los ha expuesto con claridad meridiana en libros y artículos. Entre ellos están: la verdad política absoluta no existe, fomento de la capacidad crítica de los ciudadanos, valoración de la existencia de una sociedad pluralista, comprensión de la democracia como valor e incluso como utopía, personalidad democrática caracterizada por la comprensión y el diálogo, fomento de las virtudes públicas en detrimento de las privadas, asimilación del valor positivo del conflicto, estimulación de la participación y de su utilidad y conciencia de la responsabilidad y ejercicio del control. Pero estos valores hay que sembrarlos, enseñarlos y cultivarlos día a día.  Como no los hemos mamado nos resulta, a veces, difícil comportarnos de acuerdo con ellos. Todo lo contrario a lo ocurrido en Inglaterra, Francia o Suecia. En ninguno de estos países, su sociedad podría asumir sin grandes dosis de preocupación el que un militar se manifestase contra el Gobierno o que el 10% de su población admitiera como favorable un gobierno militar.

 Por otra parte, si la democracia no es un regalo del cielo, que viene sin más ni más, hay que cultivarla y mimarla, para hacerla cada vez mejor. Hay que socializarla, en la familia, en las instituciones de la sociedad civil, en los medios de comunicación, y, sobre todo, en la escuela, con asignaturas, además de otras, como Educación para la ciudadanía  para que al niño no se le impongan ideas y mucho menos dogmas, sino que se le debe estimular su capacidad de raciocinio.

La tarea es complicada, mas merece la pena, ya que nos va mucho en juego. Me resisto a aceptar, como algunos lo han pretendido con propósitos oscuros, que sea  verdad incuestionable lo que dijo el más famoso político republicano: El enemigo de un español es siempre otro español.  Al español le gusta tener la libertad de decir y pensar lo que se le antoja, pero tolera difícilmente que otro español goce de la misma libertad, y piense y diga lo contrario de lo que él opinaba. 

Quiero acabar con otras palabras dichas por Azaña  en la Sociedad del Sitio de Bilbao, en abril de 1934: Creo que la democracia es en España el único procedimiento para alumbrar las aguas vivas que corren sepultadas todavía en lo profundo del pueblo español. Soy demócrata para España porque creo que es el único procedimiento de sacar a España del decúbito supino en que desde hace siglos yace. Todos conocemos cómo ha habido muchos a lo largo de nuestra historia, que han impedido lamentablemente, que afloren a la superficie esas aguas, yo diría, que puras y cristalinas.

 

                                                            

 

Cándido Marquesán Millán

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