DERECHOS A LA TIERRA, AL TECHO Y AL TRABAJO.
Cándido Marquesán
Acabo de leer el discurso del Papa Francisco pronunciado el pasado 28 de octubre en el Aula Vieja del Sínodo, en el mismo Vaticano, en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP) convocado por él mismo, en el que han participado más de un centenar de organizaciones de todo el mundo. De América Latina entre otros el Movimiento Sin Tierra de Brasil. De España la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. De Asia la organización campesina de Palestina. Hubo organizaciones de cartoneros y recicladores de basura, campesinos, comunidades negras, habitantes de favelas y villas miseria, así como pueblos indígenas. Participó también el presidente Evo Morales.
Ha tenido muy poca difusión el evento en los medios de comunicación españoles. La explicación se deduce implícitamente tras la lectura de estas líneas. Por ello, yo pude conocerlo en medios sudamericanos y en la página Web de Vía Campesina, con sede en Zimbabwe, un movimiento internacional que agrupa a millones de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Defiende la agricultura sostenible a pequeña escala como un modo de promover la justicia social y la dignidad.
Se opone firmemente a los agronegocios y las multinacionales que están destruyendo los pueblos y la naturaleza. Son miembros en torno a 164 organizaciones locales y nacionales en 73 países de África, Asia, Europa y América. En total, representa a alrededor de 200 millones de campesinos y campesinas. Es un movimiento autónomo, pluralista y multicultural, sin ninguna afiliación política, económica o de cualquier otro tipo. Obviamente en este mundo urbano y tan desarrollado todos estos colectivos resultan irrelevantes.
Trataré de reflejar las ideas fundamentales del discurso del Papa Francisco, de profundo calado ideológico. Señaló las terribles injusticias a los que se ven sometidos los pobres, mas estos no se contentan ya con falsas promesas ni con las escasas ayudas de las ONGs, que cuando llegan sirven para anestesiarlos y domesticarlos. Por ello, quieren ser protagonistas organizándose solidariamente para salir de la injusticia.
Apeló a la solidaridad, considerándola en un sentido amplio consiste en mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en comunidad. Es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentarse a los destrozos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de los pobres están sufriendo. La solidaridad, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso precisamente están haciendo los movimientos populares.
Les dijo a los representantes de los movimientos populares que su voz se escucha poco, quizá porque molesta, porque se tiene miedo al cambio que reclaman, pero sin su presencia y su palabra, las propuestas de las conferencias internacionales son inútiles. Le reconforta y alegra el ver en movimiento a pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes, y es entonces cuando se aviva la ilusión de un mundo mejor.
Este encuentro nuestro responde al anhelo totalmente legítimo de defensa de unos derechos sagrados: tierra, techo y trabajo. Decir esto para algunos resulta que el Papa es comunista, cuando reclamarlo es nada raro, es la misma doctrina social de la Iglesia.
En cuanto a la Tierra. Aquí estáis decenas de campesinos/as, y os felicito por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Muchos campesinos están sufriendo el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. Existen otros motivos, como el acaparamiento de tierras, la deforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación no es sólo física, sino existencial y espiritual. La reforma agraria es una necesidad no sólo política sino moral. La otra dimensión es el hambre. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Mas, como la especulación financiera considera los alimentos como mera mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Además se desechan toneladas de alimentos. Esto es un escándalo.
En cuanto al techo, remarcó que una casa para cada familia es un derecho. Hoy hay tantas familias sin vivienda. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, en la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en grandes ciudades modernas y vanidosas con bienestar para una minoría feliz… pero se les niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se les llama, elegantemente, “personas en situación de calle” que viven en barrios marginales, carentes de todo de servicios: sin escuelas, hospitales, alcantarillado, agua corriente, etc.
En cuanto al trabajo, dijo que no existe peor pobreza que la privación de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una opción política determinada, son resultado de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, de usar y tirar. Hoy, al fenómeno de los sin trabajo se le suma una nueva dimensión; los excluidos son desechos, “sobrantes”. Se descartan los ancianos y millones los jóvenes sin trabajo, desocupados. Además todo trabajador tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una jubilación, a sindicarse…
También se refirió a la Paz y de Ecología, temas tratados en el Encuentro. Es lógico: no puede haber tierra, ni techo, ni trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Todos los pueblos de la tierra, tenemos que defender estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra y así fabrican y venden armas y, con eso sus balances quedan saneados. Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo. De ahí: el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la deforestación, que muestran sus efectos devastadores y quienes más los sufren son los humildes, como vosotros, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o tan vulnerables que frente a un desastre natural lo pierden todo.
Algunos de vosotros habéis expuesto: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que recuperar la dignidad humana y sobre ella construir las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia.
Ha sido un discurso fuerte, valiente e impregnado de denuncia y de compromiso social. Un compromiso social que la Iglesia católica ha abandonado hace mucho, una defección que se acentuó durante los pontificados de Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger; momentos en que los jerarcas católicos abandonaron a sus fieles para aliarse con los poderes políticos y económicos. El pontífice polaco se sumaba al anticomunismo de los ínclitos Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y el Vaticano perseguía y neutralizaba a los clérigos que aplicaban con fidelidad entre los pobres las enseñanzas evangélicas.
La Teología de la Liberación, fue duramente reprimida; sus exponentes fueron reducidos al silencio, retirados de los cargos que ocupaban y sometidos a todo tipo de arbitrariedades y castigos. Los postulados de justicia social y aggiornamento católico del Concilio Vaticano II, puesto en marcha por Juan XXIII, fueron extirpados y la jerarquía católica empleó, como instrumento principal de represión en contra de los curas que ejercieron la opción preferencial por los pobres, a la Congregación para la Doctrina de la Fe, institución heredera de la Inquisición y dirigida por Ratzinger, quien sucedería a Wojtyla como Benedicto XVI. Un momento muy gráfico de esta nueva situación de incomprensión y cerrazón del Papado podemos constatarlo cuando Juan Pablo II visitó en 1983 la Nicaragua de Daniel Ortega. Merece la pena mostrar un pequeño fragmento de la entrevista de marzo de 2013 realizada a Ernesto Cardenal que reproduce en su mismo blog.
Juan Pablo II lo reprendió a usted públicamente. ¿Qué cree que haría el papa Francisco si se cruzara con usted?
–Primero, creo que no me reprendería. Aquel Papa era muy duro, muy corrosivo, y me explicaron que esa era su manera habitual de hablar.
Esta nueva dirección del Papa puede deberse a varias razones. Su sensibilidad social y humanidad hacia los marginados, los pobres y los excluidos, que es una denuncia sin cortapisas del modelo neoliberal, puede explicarse en parte a su procedencia sudamericana. No en vano, hoy las opciones más claras contra las políticas neoliberales, tienen su origen en este continente, tal como podemos observar en la Venezuela de Chávez, el Ecuador de Correa y la Bolivia de Evo Morales.
El presidente boliviano estuvo presente en el Encuentro y en su conferencia dijo cuestiones importantes: "No podemos aceptar que el sistema capitalista haga que la tierra sea solo un sistema", afirmó durante su alocución. Afirmó “que los pueblos indígenas son los que históricamente tienen la moral y la ética para poder hablar del cuidado del medio ambiente”. Explicó “que los más afectados son los pueblos excluidos que viven "en carne propia la mercantilización de la tierra (...), que concentrada en pocas manos es la fuente de todas las injusticias sociales". También dijo “que el planeta puede vivir sin el ser humano "pero el ser humano no puede vivir sin el planeta. Si no estamos convencidos de que el hombre no puede vivir sin el planeta, estamos equivocados". El jefe de Estado boliviano reiteró que "el primer enemigo del planeta es el hombre mismo" por lo que instó “a todos los pueblos a cuidarlo. Asimismo, afirmó que esa responsabilidad no es sólo de los países en vías de desarrollo, sino fundamentalmente de los países industrializados que han dejado al mundo al borde de su extinción, y consideró que la mejor forma para acabar con la pobreza es "adoptar medidas para enfriar el planeta".
Posteriormente en rueda de prensa señaló Evo: “siento que ahora tengo Papa comprometido con su pueblo, con pensamiento revolucionario, con sentimiento social, y sobre todo con propuestas para cambiar y acabar con la injusticia, la violencia y la guerra”.
Ni que decir tiene que estos nuevos esfuerzos del Papa Francisco, encontrarán una resistencia feroz en de la curia romana y en España en los sectores más reaccionarios de la jerarquía eclesiástica y de los seglares ultramontanos católicos. Los llamó católicos, ya que es una palabra con un significado muy distinto a cristianos. Como muy bien dijo recientemente, el calandino padre Mindán: De tan católicos que hemos querido ser nos hemos olvidado de ser cristianos. También sería recomendable que el discurso del Papa Francisco lo leyera toda la clase política, que forma parte de la democracia cristina europea, para ver si se les removían, aunque solo fuera un poco las conciencias, para que fueran un poco más humanos y más cristianos ante tanto sufrimiento humano acumulado en muchos de sus compatriotas, que no tienen ni tierra, ni techo ni trabajo.
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