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La estrategia del malestar

La estrategia del malestar

Cándido Marquesán

Todos los días son propicios para practicar la lectura. Quien tiene esta costumbre arraigada está libre del aburrimiento. Unos prefieren las novelas para evadirse. Otros, entre los que me encuentro, se inclinan por los ensayos de carácter político  con el objetivo de buscar algún atisbo de luz en este interminable túnel. La elección de un libro no es tarea fácil. Lo hacemos por recomendación de un amigo, por la crítica de un periódico, o por el atractivo  del título,  como me ha ocurrido con el que acabo de leer La estrategia del malestar de José María Ridao. La idea fundamental radica es que tras  la caída del Muro de Berlín, nos vendieron la entrada en un camino irreversible hacia el progreso, merced al triunfo de la democracia liberal y el capitalismo neoliberal.

 

Con la crisis del 2007 pretenden convencernos con auténticos dogmas para salir de ella: la austeridad a rajatabla, la consolidación fiscal y los mercados desregulados. Preconiza el autor la necesidad imperiosa de recuperar nuestra capacidad crítica para cuestionar esas presuntas verdades incuestionables, que no son más que un proyecto político al servicio de unas élites y que está produciendo tanto sufrimiento en la mayoría de la sociedad.

La lectura de un libro es una caja de sorpresas. En un capítulo Ridao recurre a uno de los libros más influyentes del siglo XX: Camino de Servidumbre de Hayek. Y lo hace porque le resulta sorprendente e ilustrativo comparar los argumentos usados para justificar la planificación económica en los años 20 y 30 del siglo XX, y los que a partir de los 80 se emplearon para exigir la retirada del Estado de la gestión económica. En ambos casos se omitía que tanto la planificación como la desregulación de los mercados eran simples programas políticos, presentándolos como algo inevitable de la tecnología más avanzada.

Resulta muy interesante que los mismos argumentos usados por Hayek para deslegitimar la planificación ya que producirían la destrucción de la democracia, pueden usarse en relación a la desregulación. Podemos observarlo sustituyendo en la argumentación de Hayek la palabra planificación por desregulación. “Se cultiva deliberadamente el mito”, escribió Hayek, “de que nos vemos inmersos en la nueva dirección-la planificación económica en su argumentación, la desregulación en la versión actual-, no por nuestra propia voluntad, sino por los cambios tecnológicos.”

Por ende, añade, “los parlamentos comienzan a ser mirados como ineficaces tertulias, incapaces de realizar las tareas para las que fueron convocados”. Y todavía matiza más: “Crece el convencimiento de que la dirección -de la planificación en su argumentación, de la desregulación en la versión actual- tiene que quedar fuera de la política y colocarse en manos de expertos”. En consonancia con tales afirmaciones de Hayek referidas a la planificación, pero que pueden aplicarse a la desregulación, Hayek concluiría que se iba hacia un proceso irreversible de destrucción de la democracia”.

En otro capítulo Ridao cita el libro Los Perros guardianes del filósofo francés Paúl Nizan publicado en 1932. Gracias a Internet he podido acceder a él. Nizan reprochó a los filósofos de su tiempo, por lo que había que colocarlos contra la pared, el que de tanto preocuparse por elucubraciones estrictamente filosóficas, se olvidaron de los problemas auténticos de los hombres: la guerra, el paro, la política, la explotación obrera, el colonialismo…

Y esa despreocupación estaba propiciando el que millones de jóvenes europeos gracias a la propaganda eran arrojados a las garras de políticos iluminados, tal como describió el periodista español Manuel Chaves Nogales en la situación de Alemania, en las mismas fechas que Nizan escribió su libro. Otra sorpresa más, me sentí obligado a conocer a Chaves, del que estoy leyendo un libro impresionante A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, publicado ya en Chile en 1937 y en España en el año 2001.

Es un autor incómodo, ya que representa la Tercera España, por lo que  se exilió muy pronto nada más iniciada la Guerra Civil, al no poder soportar la brutal carnicería emprendida entre españoles. Como el dijo “la verdad es esta: los heroicos y gloriosos ejércitos que luchaban en  la Ciudad Universitaria estaban formados con la escoria del mundo. Basta fijar los ojos en la lista de las fuerzas que los componían. Frente a la Brigada Internacional de los rojos, la Novena Bandera del Tercio Extranjero de los blancos, una y otra, receptáculo de todos los criminales aventureros y desesperados de Europa”. El día que escribió esto firmó su sentencia de muerte literaria y civil.

La cita al libro de Nizan está motivada porque la acusación hecha por este a los filósofos en los años 30, Ridao la extrapola a muchos economistas actuales, por lo que también habría que ponerlos contra la pared, al haber traicionado la ciencia, en la que se autoproclaman ser expertos. Ridao termina el libro con estas contundentes palabras  “Son clérigos que celosos de los juicios de análisis destilados de su ciencia, se desentendieron de los crueles efectos de aplicarlos sobre los europeos, a quienes arrojaron sin que les temblase el pulso, soberbios en el baluarte inexpugnable de especulaciones teóricas y de estrategias para las que el sufrimiento humano había dejado de contar, al paro, la miseria, el miedo y la desesperanza”.

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