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EL GOBIERNO DE LOS PATRIOTAS

                    

 

 Desde el ámbito de la política con el apoyo incondicional de la academia a muchos españoles nos han querido convencer de que nuestra Transición fue modélica. Un ejemplo del paso sin traumas de una dictadura a una democracia moderna y plenamente consolidada y por ello hoy equiparable a las de países como Reino Unido, Suecia o Dinamarca. Y lo han interiorizado. En relación a la Transición, al haber escrito en este periódico el artículo La Inmaculada Transición, cuestionando esa supuesta perfección, no voy a detenerme. No obstante, si alguno quiere profundizar le recomiendo el libro La Transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española de Juan Carlos Monedero. Sí que lo haré al segundo aspecto, el de tener una democracia moderna y consolidada.

 

 

             En un aviso a navegantes despistados y malintencionados quiero dejar claro que todos los casos de corrupción política los condeno con todas mis fuerzas, vengan de donde vengan. Me da igual que sean del PSOE o del PP. Hecha la advertencia, prosigo en mi disertación.

 

Estamos asediados estos días con el caso de corrupción del tesorero del PP, Luis Bárcenas. Todo en el produce una mezcla de asco, hedor y hastío, sentimientos que se acrecientan con el discurrir de los acontecimientos. Se asemeja cada vez más a una fosa séptica. Todo huele a podrido. Los dirigentes populares no solo han perdido el respeto a la ciudadanía, sino que también se la han perdido a sí mismos. Un día nos dicen que “no me consta”, otro “que hay que llegar hasta el fondo, caiga quien caiga”, todo ello aderezado con sus palabras altisonantes de que su gran objetivo es el de la transparencia. Las intervenciones de Dolores de Cospedal y Carlos Floriano para explicar y justificar la situación laboral  en el PP de Bárcenas son tragicómicas, además de ser un insulto a la inteligencia.

 

            Que la publicación de unos papeles en un periódico de tirada nacional, en los que aparece implicada con presuntos sobresueldos la cúpula dirigente del PP, incluido el presidente del Gobierno, producto de unas donaciones ilegales de determinadas empresas, no suponga una intervención contundente y aclaratoria de los citados, y todo se limite exclusivamente a presentar una denuncia, solo puede ser posible en una democracia de chirigota. Si fuera una democracia moderna y consolidada, en el primer instante el presidente de Gobierno, en una conferencia de prensa de verdad ante los medios de comunicación y en el Parlamento, “sede de la soberanía popular” hubiera dado las explicaciones pertinentes. Hemos visto que no ha ocurrido así. Probablemente porque no pueden explicar nada, ya que tienen mucho que ocultar. Podrán decir lo que quieran, podrán presentar todas las querellas o demandas, que quieran, mas lo que no podrán evitar es lo que piensa la gran mayoría de la ciudadanía: que unas empresas pagaban cantidades de dinero al PP, a cambio de beneficiarse con la concesión de obras públicas. Esta es la realidad. El dinero que se han llevado presuntamente Bárcenas y algunos dirigentes populares, no son más que migajas, si los comparamos  con los pingües beneficios de las empresas, que además de quedarse con las obras públicas, estas han soportado un sobrecosto añadido a la cantidad en principio presupuestada, que hemos pagado los ciudadanos con nuestros impuestos. Estas situaciones las hemos visto.  ¿Cómo estos ahora tienen la desfachatez de exigirnos a todos los españoles austeridad para salir de la crisis? Hace falta tener la cara más dura que el cemento armado. Y precisamente nos piden estos  sacrificios estos caballeros que han pretendido darnos lecciones de patriotismo, que además de esquilmar presuntamente los dineros públicos, luego se los llevan a los paraísos fiscales. Son los mismos que nos acusaban de antipatriotas por secundar una huelga contra una reforma laboral que nos devuelve a los trabajadores a la situación de los inicios de la Revolución Industrial, e incluso todavía peor. ¡Vaya patriotismo!  Para estos, patriotismo es sinónimo de patrimonio. Como también el envolverse en la bandera y besarla con pasión, el entonar el himno nacional, el festejar la fiesta del 12 de octubre --sin saber qué se celebra exactamente, si es la Fiesta de la Hispanidad, la de la Raza, de España, de la Virgen del Pilar--, el presenciar desfiles militares, o descorchar botellas de champán con el triunfo de la Roja. Este es un patriotismo muy pobre. Ser patriota es otra cosa. Ser patriota es poner lo público por delante de lo privado. Es querer lo mejor para tu país y tus conciudadanos, lo que se consigue entre otras cosas pagando los impuestos. Así se empieza a ser patriota. Para Maurizio Viroli “patriotismo” es la capacidad de los ciudadanos de comprometerse en la defensa de las libertades y de los derechos de las personas. Es querer que ningún ciudadano, ninguna ciudadana quede expuesto a la miseria ni abandonado a su suerte en tiempos de desventura; que todos tengan exactamente los mismos derechos, los mismos deberes y las mismas libertades y oportunidades, de verdad, sea cual sea su cuna o su sexo; que cada persona esté protegida en sus necesidades elementales; que todo el mundo adquiera tanta cultura, tanta educación y tanta formación como sea posible, para vivir mejor, para ser útiles y para ser difíciles de manipular y someter; que la justicia sea igual para todos, y que las cargas y alivios sociales sean escrupulosamente proporcionales a las posibilidades de cada cual; y que, en caso de duda, nos pongamos siempre de parte de los débiles. Este es el verdadero patriotismo.

 

Cándido Marquesán Millán

 

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