Grandes cambios en nuestra sociedad
En los últimos tiempos se están produciendo todo un conjunto de cambios sociales, económicos y culturales que afectan y modifican profundamente nuestro ciclo vital. Con anterioridad, nuestra vida estaba estructurada en tres grandes etapas. La primera, formativa; la segunda, laboral; y la tercera, de jubilación. Todas ellas estaban perfectamente delimitadas y diferenciadas
La formativa, que podía durar hasta los 16 o 25 años estaba destinada al aprendizaje de determinados conocimientos preparatorios para ponerlos en práctica posteriormente en un trabajo. La laboral duraba en torno a unos cuatro decenios, en la que ejercíamos una profesión, casi siempre la misma y en la misma empresa, siéndonos suficientes los conocimientos adquiridos en la etapa anterior, por lo que no necesitábamos adquirir otros nuevos. La de jubilación dedicada sobre todo al ocio, que se iniciaba en general a partir de los 65 años, cuyo final dependía de cada persona, aunque como tónica general cada vez se prolongaba más, debido al aumento de la esperanza de vida por los avances sanitarios
Hoy estas separaciones tan tajantes se han ido desdibujando progresivamente. La formación no se acaba en la primera etapa, sino que es necesaria extenderla a lo largo de toda la vida, ya que así lo exige la actividad económica de nuestra sociedad. Aun siendo la formación recibida en esta primera etapa la mejor y más larga de cualquier época de la historia, lo que no garantiza el acceso a un puesto de trabajo, tal como estamos comprobando al tener que emigrar muchos titulados superiores a Alemania, resulta insuficiente y debemos estar aprendiendo constantemente, si queremos estar adaptados a los continuos cambios que se suceden con una rapidez vertiginosa en nuestra vida profesional. De no hacerlo, vamos a ser expulsados del mundo laboral. Hoy un médico, un ingeniero, un profesor o un técnico de formación profesional en muy pocos años sus conocimientos adquiridos en la universidad o en instituto quedan superados. Por ello, no tiene otra opción que estar aprendiendo todos los días. La mayoría de la gente es consciente de esta necesidad, lo que resulta lamentable es que en numerosas ocasiones ese gran demanda por aprender no la puedan satisfacer por no haber suficiente oferta, ni en el sector público ni en el privado. Todos los años comprobamos en Zaragoza que las plazas ofertadas desde la Casa de la Mujer, la Universidad Popular, los Centros Públicos de Educación de Personas Adultas o las Escuelas Oficiales de Idiomas no son suficientes para la demanda existente. Admitida y asumida por la mayor parte de la sociedad esa necesidad de aprendizaje, en ocasiones puede llegar a ser obsesiva, ya que por mucho que lo intentes, es imposible aprender todo y así estar adaptado a todos los cambios continuos y vertiginosos que se están produciendo en todas las profesiones.
Hoy es cada vez menos frecuente ese prototipo de trabajador que entraba en una empresa a los 16 años, a lo largo de los años iba escalando puestos e incrementando progresivamente su remuneración y allí terminaba su vida profesional. Esta permanencia en la misma empresa, que era una parte fundamental de su vida y con la que se sentía plenamente identificado, al proporcionarle una seguridad le permitía plantearse un proyecto vital. Como tenía la certeza de que a determinada edad iba a tener un ascenso, con la subsiguiente remuneración, esta circunstancia le permitía arriesgarse en la compra de una vivienda o un coche. Hoy ya no tenemos ningún tipo de seguridad en nuestro puesto de trabajo. Por ello, todos debemos estar dispuestos a cambiar de empresa y profesión las veces que sean necesarias, lo que produce una gran sensación de inseguridad, impidiéndonos plantearnos un proyecto vital a largo plazo, además de propiciar la corrosión del carácter según Sennett. Si no le estamos, nos vamos a ver excluidos del mundo laboral. Todos los trabajadores son conscientes de que su trabajo pueden perderlo, incluso los funcionarios públicos, tal como estamos viendo en Grecia o Irlanda. Por ende el trabajo ha dejado de ser el eje central que encarrila y da sentido a la vida personal. Los trabajadores se consideran cada vez menos como tales, son jóvenes o viejos, nacionales o extranjeros, vascos o españoles. De la misma manera estamos preparados a que en cualquier momento nos veamos inmersos en el paro, circunstancia que no se daba en los 30 años gloriosos del siglo XX.
Vinculábamos el ocio sobre todo a la etapa de la jubilación, aunque en la laboral cada vez tenemos más ocio, bien voluntario, o forzado por situaciones de subempleo o de paro. Obviamente para muchas personas la búsqueda de alternativas para llenar de una manera constructiva este tiempo de ocio supone todo un reto.
Para algunas personas que llegan a la edad de jubilación el dejar su vida laboral supone un auténtico trauma y el superarlo les resulta complicado, ya que consideran que han dejado de ser útiles a la sociedad. Nada más lejos de la realidad. Hoy cada vez más estamos observando cómo muchas personas jubiladas siguen vinculadas de pleno a la cultura del aprendizaje permanente. Es cada vez más frecuente su asistencia a s instituciones educativas como la Universidad de la Experiencia, la Universidad Popular o Centros de Adultos, donde aprenden Historia de España, pintura o profundizan en las nuevas tecnologías. No lo hacen para el ejercicio de una profesión, ni para la adquisición de un título académico, lo hacen por simples razones de desarrollo personal. Todo ello no deje de ser encomiable, porque siempre estamos a tiempo de aprender, algo que produce una gran satisfacción. Nuestro gran pintor Goya estando ya muy cercano de la muerte acostumbraba a decir “Aún aprendo”. Sería deseable que se incrementase más todavía esta actitud entre nuestros jubilados. De la misma manera nuestras personas mayores realizan numerosas actividades, además de la encomiable de llevar y traer a sus nietos al colegio, cuya contribución a nuestra sociedad es extraordinaria. Ahora mismo recuerdo el trabajo de un amigo con el que comparto tertulia que participa de pleno en la realización de muchas actividades para recaudar fondos para Aspanoa, Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Aragón.
Como vemos estos cambios profundos nos exigen una adaptación permanente, de no hacerlo podemos vernos profundamente frustrados.
Cándido Marquesán Millán
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