En medio de la tempestad, sigue remando
El futuro político que se le avecina el próximo otoño a Rodríguez Zapatero es como para ponerse a temblar. Le llueven las críticas por doquier: desde el principal partido de la oposición- que sigue sin mostrar propuesta alguna, salvo el esperar a que pase el cadáver de su enemigo, aunque tampoco le hace falta tal como le van las encuestas-, los nacionalistas, la izquierda; movimiento sindical, clase empresarial, la gran mayoría de los medios de comunicación, buena parte de la sociedad civil. Y por si todavía no fuera bastante, ahora se incorporan sectores de su propio partido.
Tiene numerosos frentes abiertos, a cual de ellos más complejo. Estando en minoría ha de sacar adelante los presupuestos, su prorroga es imposible, por lo que debe mendigar el apoyo del PNV y CC, que no será gratuito, ya que estos aprovecharán para sacar el mayor beneficio posible para sus respectivos territorios, así lo han hecho siempre; de no conseguirlo el fin de la actual legislatura parece evidente. La colaboración de CIU con las elecciones autonómicas catalanas del próximo 28-N parece una utopía. Tampoco cabe esperarla de la izquierda parlamentaria.
A finales de septiembre, el día 29, se verá sometido a una huelga general, - por lo que no ha asistido al inicio del curso político en Rodiezno-, aunque se esperaba hasta el último momento la presencia del líder del Partido de los Trabajadores. Si tiene éxito la convocatoria sindical, -de momento los trabajadores se muestran reacios a secundarla-, el margen de rectificación por parte de gobierno es mínimo. Ni la política de ajuste fiscal, la reforma laboral, ni de las pensiones, pueden ser modificadas sustancialmente, ya que de hacerlo los mercados castigarían duramente a la economía española-lo que no deja de ser lamentable- con el encarecimiento de la deuda pública, caída de las acciones en bolsa, la inversión foránea…
La cuestión nacionalista también es ardua. No dejan de ser sorprendentes las críticas a las que se ve sometido ZP en Cataluña desde todos los partidos políticos, -incluidos del PSC- como desde amplios sectores de la sociedad civil, descontentos tras la sentencia del TC, ya que ha sido precisamente con el gobierno de ZP cuando Cataluña ha alcanzado las mayores cotas de autogobierno de toda su historia. Mas por lo que parece, no se sienten satisfechos, quieren mucho más: la autodeterminación. Las elecciones del 28-N aclararán mucho la situación catalana. La fecha elegida, ya la han diseccionado los politólogos: dos meses después de la huelga general para minimizar sus efectos sobre el PSC; y tres semanas después de la visita del Papa Benedicto XVI a Barcelona para consagrar la Sagrada Familia como basílica (7 de noviembre), por lo que Montilla recibirá al Sumo Pontífice como president, y así podrá hacer algún guiño al votante católico En Euskadi ha llegado la tregua de ETA, que como no podía ser de otra manera desde algún dirigente destacado del PP ha sido interpretada como prueba irrefutable de que desde el gobierno socialista se ha seguido negociando. Mal que les pese a algunos, aquí se abre un futuro esperanzador, que de llevarse a efecto, podría suponer un cambio importante en los resultados electorales.
La crisis económica con su más dramática secuela del paro no da tregua, sin que se intuya una mejoría sustancial en el futuro próximo. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho acaba de advertir que se tardarán 4 o 5 años en recuperar la cifra de ocupación de antes de la crisis. El último mes de agosto se ha incrementado de nuevo el paro, rompiendo la evolución positiva de los meses anteriores. Aquellos escasos síntomas de mejora, como el menor coste de la deuda pública en los mercados internacionales, el incremento del consumo interno, la reducción del déficit público, la buena marcha del turismo, ya tienen especial cuidado los diferentes medios de comunicación o de la oposición de atenuarlos o, incluso, de ocultarlos. De lo que se trata es de cuanto peor, mejor.
La política exterior no está exenta de problemas. Además de las tensiones recientes con Marruecos, finalmente resueltas gracias a la llegada a Melilla del Mensajero de la Paz; lo más complicado es nuestra presencia en la guerra de Afganistán, de donde no se sabe cómo, ni cuándo salir de ese auténtico lodazal, por lo que se debería realizar un debate a nivel parlamentario que versara sobre cuáles son las razones reales de nuestra presencia en este desgraciado país, que parece castigado por la historia.
Y por si todavía no fueran bastantes los negros nubarrones, ahora comienza a ser cuestionado desde sus propias filas, simbolizado por la negativa de Tomás Gómez a retirar su candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid, algo impensable en la legislatura anterior, cuando ZP estaba en la cresta de la ola. Ahora como le vienen mal dadas, la situación es muy diferente. Al político caído o con indicios de caer, no se le da cuartel. Que reciba ataques de los partidos contrarios es lógico, aunque en política los enemigos más peligrosos están en la propia casa. Así lo decía Rodolfo Martín Villa «¡al suelo, que vienen los nuestros!». Para conocer a fondo las miserias humanas, nada más aleccionador que la vida política.
Pocos políticos en la Historia de España han sido tratados con tanta dureza. Ni siquiera Manuel Azaña. Juan José Millas, en el artículo “Basura” tuvo la paciencia de recopilar algunos de los calificativos recibidos por ZP: inconsciente, inútil, incapaz, acomplejado, cobarde, prepotente, mentiroso, inestable, desleal, perezoso, pardillo, revanchista, débil, sectario, radical, chisgarabís, maniobrero, indecente, loco, hooligan, propagandista, visionario, chapucero, excéntrico, estafador, agitador, fracaso, mendigo de treguas, traidor a los muertos..
Se podrá acusar ZP de lo que se quiera: pusilanimidad, incompetencia, desorientación. Mas de lo que no se puede dudar es de ser un político que no se doblega ante las dificultades. Las dificultades que encuentra en su camino y los medios que descubre para vencerlas, dan la medida del gobernante. Cualquier otro en las mismas circunstancias hace ya tiempo que hubiera tirado la toalla.
Cándido Marquesán Millán
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