Otra ocasión perdida
En esta crisis económica se están desarrollando todo un conjunto de circunstancias harto sorprendentes. Constatamos cómo se están implantando de una manera implacable unas políticas neoliberales, preconizadas por los mercados, a instancias de determinadas instituciones como FMI, OCDE, UE., lo que no deja de ser llamativo, si tenemos en cuenta que fue precisamente el neoliberalismo el causante de la crisis financiera del 2008. El ataque neoliberal contra el Estado se inició hace décadas. Margaret Thatcher y Ronald Reagan hicieron los primeros disparos, de acuerdo con los planteamientos de: Friedman, Lippman, Salvador de Madariaga, Von Mises, Popper, Hayek.. Economistas, empresarios y políticos acusaron al Estado, considerándolo la fuente de casi todos los problemas que sufría la economía. De manera creciente, el Estado fue desalojado de las esferas empresarial y financiera, quedando prácticamente sin poder de supervisión. Una tras otra, fueron infladas las burbujas y, más tarde o más temprano, estallaron. Así tuvimos la burbuja digital, la burbuja de la bolsa de valores y la burbuja de las hipotecas. Eventualmente, las finanzas globales en su totalidad se convirtieron en una sola y enorme burbuja. El triunfo del neoliberalismo se vio facilitado por la autocomplacencia de una izquierda autosatisfecha. Pero con la crisis de 2008 en una ironía de la historia: tuvo que ser el ínclito Bush, que empezó su mandato presidencial proclamando que el Estado era el problema y el mercado la solución, el defensor de la desregulación a ultranza de la actividad financiera para ser más "eficiente", el que se despidiera proponiendo que el Estado aportase 700.000 millones de dólares para comprar activos privados de dudoso valor y evitar una quiebra general del sistema financiero. Bush sostuvo que si el Congreso no aprobaba su plan, el daño para la economía de EEUU sería "doloroso y duradero.” Obama no tuvo otra opción. Otros países intervinieron también, entregando a los bancos sin ningún tipo de condiciones previas grandes cantidades de dinero, que estos utilizaron para sanear sus deteriorados balances. El objetivo de los gobiernos con esta medida era evitar que el problema financiero se transfiriera a la economía real por falta de crédito. Ya conocemos el fracaso estrepitoso de esta medida. Por ende, hubo que poner en marcha políticas de incremento de gasto público para potenciar la demanda y combatir el paro, con el consiguiente aumento del gasto público. Los bancos centrales redujeron el precio del dinero al mínimo. Ejemplos serían: el Plan E puesto en España, las ayudas a la industria del automóvil, el pago a los parados. Estas nuevas circunstancias parecían ser propicias para una recuperación de la doctrina keynesiana y de la izquierda, por lo menos en su versión socialdemócrata. Volvía el Estado. Desde el FMI y en las cumbres del G-20 se recuperaba el lenguaje económico de los años 30 del siglo XX. El nombre de Franklin Delano Roosevelt hacía olvidar al de Ronald Reagan Y todavía más, después de esta crisis surgida en el mundo anglosajón, la Europa más regulada y más social, parecía ser el modelo a seguir. En periódicos norteamericanos se lanzaba la idea de que el Estado de Bienestar europeo, podría ser el modelo a seguir en el siglo XXI. Keynes de nuevo.
Pero todo cambió radicalmente en 2010. Llegó la explosión de la deuda pública y otra crisis en los mercados, los cuales adujeron que se había de controlar el déficit público, del que hacían culpable al Estado por haber gastado mucho, siguiendo a Keynes. La mayoría de los países europeos sumisos pusieron en práctica durísimas políticas de ajustes fiscales que en algunos momentos rozaba la histeria colectiva. En plena recesión, recortar los gastos, hacer un ajuste fiscal severísimo (atribuyendo erróneamente al déficit fiscal la causa de la recesión), reducir los salarios, disminuir el poder adquisitivo de los ciudadanos, aumentar el IVA, etc., no parece una buena política económica. Es algo así, como decretar una dieta drástica al enfermo, que está desnutrido y por debajo de su peso mínimo. Para engordar tiene que perder otros kilitos. Realmente incomprensible, así lo piensa Krugman. La ocasión de recuperar a Keynes y a la socialdemocracia se desvaneció. Y todavía más. Gobiernos socialdemócratas como los de España, Grecia y Portugal fueron los pioneros en estos ajustes fiscales, claramente neoliberales. El gobierno de ZP ha tenido que claudicar y rectificar acabando con la anterior etapa keynesiana. Continuó con la reforma laboral. Luego la Ley de Cajas. Y en el horizonte se vislumbran otras medidas neoliberales: el copago sanitario, mal llamado, en todo caso sería repago y la reforma de las pensiones, retrasando la edad de jubilación. Desde la UE, usando de una manera sesgada la demografía nos avisan que para mantener el sistema de pensiones, tenemos que trabajar más años. Malos tiempos. Muy pronto resultarán totalmente desconocidas las prejubilaciones. Los afortunados de alcanzar esta retardada jubilación, en los viajes del Inserso deberemos llevar un desfibrilizador en la maleta por si las moscas. Por cierto mi padre era reacio a estos viajes, aduciendo que en los hoteles contratados por el Inserso había buffet libre, con lo que se incrementaba el peligro del infarto, y así el Estado se ahorraba en pensiones. Por otra parte entiendo que si nos jubilamos más tarde, esto supondrá que habrá menos puestos de trabajo para los jóvenes, donde el paro es más dramático. Además me sorprende que algunos sistemas europeos de jubilación se pusieron en marcha, cuando sus economías estaban en la bancarrota por las secuelas de la II Guerra Mundial y que, precisamente ahora, que vivimos en sociedades opulentas, me quieren convencer de que son insostenibles. Puede que la explicación sea muy sencilla. En los años posteriores a la II Guerra Mundial, la política era lo que dirigía del devenir de los pueblos, y a ella estaba subordinada la economía. Ahora ocurre lo contrario. Los políticos hoy son meros títeres de la economía, y si hay alguno tiene la osadía de enfrentarse a ella, rápidamente le cortan la cabeza.
Que todas estas políticas neoliberales las ejecuten la Merkel, Berlusconi, Cameron o Sarkozy entra dentro de lo previsible. Lo que ya no lo es, por lo que cunde un gran desconcierto en la ciudadanía, especialmente en la socialista, es que las lleven a cabo ZP, Sócrates o Papandreu., lo que les va a suponer un alto coste electoral. Resulta desconcertante. Se me argumentara que no hay otra opción. Me resisto a pensar que no haya otras alternativas para corregir el déficit público. Ahí van: implantación impuesto del patrimonio, lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida, control de los paraísos fiscales, más impuestos a las SICAVs y a la gran banca… Mientras tanto desde la derecha se frotan las manos, viendo que el contrario realiza su política, sin que por ello se le reconozcan los méritos. Todo lo contrario, Rajoy a lo suyo, criticando duramente lo que el mismo hubiera hecho de buena gana; además sin presentar ninguna alternativa. Sin saber si sube o baja. Esperando debajo del almendro a que pase el cadáver de su enemigo. Todo un ejemplo de estadista.
Cándido Marquesán Millán
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