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Por una catarsis democrática

 

 

 

             Hace ya un tiempo que están sucediendo en nuestro país un conjunto de acontecimientos en el ámbito político, que, como simple ciudadano, me provocan un profundo malestar. Me estoy refiriendo al caso Gürtel. Cada día que pasa, vamos conociendo más y más detalles, y cada vez peores. Los máximos responsables de todo lo que está pasando en el Partido Popular son sus dirigentes, por haberlo permitido, o no haberlo atajado. Su primera reacción fue, a medida que se iban destapando los hechos,  el acusar al gobierno, de que estaba diseñando una estrategia confabulatoria contra ellos, para desgastarlos y así ocultar la crisis económica. En esta línea no han tenido inconveniente, los Rajoy, Cospedal, Camps, Arenas…de personalizar esta maquiavélica maniobra en la persona del Ministro del Interior, seguido por el Fiscal General, Cándido Pumpido. Qué de cosas hemos tenido que oír al respecto. Se habló de los Torquemadas del siglo XXI. Ahora, como la realidad es la que es y no se puede ocultar, se dice que no ha habido financiación ilegal del PP, sino que han sido determinadas personas que se han servido del PP para cometer actos ilegales. Por otra parte,  la guerra entre los mismos populares está ya abierta. Camps contra Costa.  Los zaplanistas valencianos piden que se quiten las manzanas podridas.  Fabra apoya a Camps. Fraga indica que en cuanto supo algo, cesó inmediatamente a Pablo Crespo. La Cospedal, como alma en pena, en una conferencia de prensa acaba de anunciar que no habrá más medidas hasta que no haya más imputados. Rajoy no se atreve a realizar una conferencia de prensa ante los periodistas.  Habrá que estar a la expectativa, para ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Y sobre todo, cabe esperar que se lleve a cabo una labor terapéutica profunda para limpiar toda esta podredumbre, y que “todos” los culpables paguen completamente sus delitos. Es lo menos que esperamos los ciudadanos.  En un aviso a navegantes, nadie que se sienta demócrata puede sentirse satisfecho con todo este conjunto de hechos tan lamentables, aunque me sirven de pretexto para sugerirme una serie de reflexiones.

No sé si son conscientes los populares, de que con estos hechos la actividad política se haya convertido en una de las más desprestigiadas entre la sociedad española, ante la que cualquier ciudadano, medianamente consciente e interesado por la cosa pública, tiene que sentir una mezcla de asco, hastío y un profundo malestar. Habiendo tenido que esperar tantos años para disfrutar de un sistema democrático, no nos merecemos esta cuadrilla de políticos desalmados. Todos ellos insultan, ensucian y denigran la política, una de las actividades más importantes que puede llegar a desempeñar el ser humano, aunque también muy complicada, como muy bién señaló Azaña. El político está siempre al borde del precipicio. Y si se cae, la gente dice: “Se le está bien empleado, era un majadero”. Además la política no admite experiencias de laboratorio, no se puede ensayar, es un caudal de realidades incontenibles, no admite ensayo, es irrevocable, es irreversible, no se puede volver a empezar. Y otro problema añadido en la política es el acertar a designar los más aptos, los más dignos, los más capaces. Tarea ardua. Era frecuente el fracaso en los regímenes autocráticos, cuando el llamado a elegir el más apto era o la voluntad de un príncipe, o de la querida de un príncipe, o la del barbero de un príncipe. Ahí tenemos el ejemplo de Rasputín en el régimen zarista, o Godoy en la corte de Carlos IV. En cambio, la democracia es probablemente y en teoría el mejor sistema para elegir a los más dignos. Aunque nunca es perfecta esta elección.

Con todos estos condicionantes, sigue indicando Azaña, lo que parece incuestionable es que la actividad política es una de las actividades humanas más excelsas, ya que exige la aplicación más amplia, más profunda, y más completa de las capacidades del espíritu, donde juegan más las dotes del ser humano, tanto las del entendimiento como del carácter. Por otra parte, aquel que tiene vocación de político, de político de verdad, debe llegar a ella exclusivamente para prestar un servicio a la sociedad, en aras a conseguir una sociedad más justa y solidaria. Además los auténticos móviles de la política, los de verdad son, deberían ser la percepción de la continuidad histórica, de la duración, la observación directa y personal del ambiente que nos circunda, observación respaldada por el sentimiento de justicia, que es el gran motor de todas las innovaciones de las sociedades humanas. De la composición y combinación de los tres elementos sale determinado el ser de un político. He aquí la emoción política. Con ella el ánimo del político se enardece como el ánimo de un artista al contemplar una concepción bella, y dice: vamos a dirigirnos a esta obra, a mejorar esto, a elevar a este pueblo, y si es posible a engrandecerlo. Y cuando ha conseguido esto, el político de verdad vibra, alcanzando un grado de felicidad, que es muy difícil encontrar una experiencia humana equiparable. Además los políticos deberían destacar por tener una trayectoria recta e intachable. Deberían ser personas que sirvieran de ejemplo para el resto de la sociedad. Este es el ideal del político. Mas entiendo, así como la mayoría de los ciudadanos, por los recientes acontecimientos, que muchos de los dirigentes del partido popular están muy alejados de este ideal. Han llegado a la política con otros planteamientos, con otra escala de valores. Entre ellos estarían. El afán de mando, ya que el mandar tiene su erótica.. Cierto donjuanismo, entendido como el afán de lucirse, de estar continuamente en candelero, apareciendo siempre en los medios de comunicación. Como también el deseo de medrar, el instinto adquisitivo, y así algunos destacados políticos populares lo han afirmado sin reparo alguno, aduciendo que ellos han llegado a la política para enriquecerse. Y lo cierto, es que la mayoría de ellos al abandonar la vida política sus patrimonios se han visto fuertemente reforzados. Deberían los políticos populares actuales hacer un profundo examen de conciencia sobre sus comportamientos, ya que son todo un ejemplo de lo que nunca debiera hacerse por parte de aquel que quiera engrandecer el arte de la política. Mientras sigan actuando así, que no se sorprendan de que la ciudadanía española no les tenga respeto alguno. Como quieren que les respetemos, si ni siquiera ellos mismos se respetan.

 

 

Cándido Marquesán Millán

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