Algunas reflexiones sobre la corrupción
Debería preocuparnos sobremanera a los ciudadanos los derroteros por los que transcurre en estos momentos nuestra joven democracia, por causa de las tramas corruptivas en la clase política. La situación es lo suficientemente grave para que esta deriva se detenga. Recientemente en un periódico de dimensión nacional, con todo alarde tipográfico aparecía la siguiente reseña: La Caja B de la Trama Corrupta. El tesorero del partido X recibió de Correa 1,6 millones y viajes de regalo. Y aquí no pasa nada. Lo lógico hubiera sido que ese partido hubiera presentado una querella contra ese medio de comunicación. Y no fue así. Y no pasa nada, porque aquellos que tienen los medios para detener este cáncer, no hacen nada, no sé si porque no quieren, no pueden o no saben. O todo a la vez. Lo que parece claro es que la clase política tiene poco interés en abordar tal pandemia, si lo tuviera hace ya tiempo que hubiera sido corregida en buena parte. Y la solución sería muy fácil. Nada más que las ejecutivas de los diferentes partidos políticos tuvieran indicios de que alguno de sus miembros estuviera inmerso en un acto de corrupción, deberían dar toda clase de facilidades a la justicia para que la investigación prosperase en aras a la mayor transparencia posible. No parece lógico que los partidos políticos pongan tantas trabas, además de afirmar que todo se debe a una confabulación. Deberían abrir las ventanas de par en par, para que todo el aíre podrido que dentro existiera saliera lo más pronto posible. Ignoro si la clase política es consciente del daño que se está produciendo al sistema con estas prácticas, con la gravedad que no son excepcionales, ya que se repiten un día tras otro; por ende, deberían también tener muy claro que cuando aparecen casos de corrupción en el partido contrincante, el daño no es exclusivo de ese partido, sino que alcanza a todo el sistema democrático, y manchando a los numerosos cargos políticos que están llevando a cabo una labor inmaculada.. De ningún modo los políticos tendrían que utilizarla como arma arrojadiza en la lucha política, para conseguir rentabilidades electorales. El tú más que yo, no es más que de políticos insensatos, que a lo único que conduce es a degradar la actividad política, una de las más nobles tareas humanas, siempre que esté dirigida por la justicia social, en aras a la consecución del bien común. Además los políticos deberían ser extraordinariamente escrupulosos en sus comportamientos públicos, ya que deberían ser un referente de valores éticos para el resto de la ciudadanía. Podría servir de ejemplo como actuación correcta, a la hora de combatir la corrupción, la del alcalde de Zaragoza, que tras conocerse el contenido de unas conversaciones grabadas a uno de sus concejales, lo cesó temporalmente, argumentado que no puede estar nadie al frente de la cosa pública, si existen dudas sobre su honorabilidad. Y todavía más, continúa Belloch diciendo que si hay indicios de delito que puede ser perjudicial para el Ayuntamiento, la institución tendría el derecho a personarse en la causa, ya sea para ejercer la acusación, ya sea para la reparación de perjuicios. En la misma línea correcta estaría la actuación del presidente del Parlamento británico que ha dimitido, por el escándalo de los gastos abusivos de los diputados. Como acabamos de ver es muy fácil. Lo agradecería profundamente la ciudadanía.
Por lo que estamos viendo, la solución a esta lacra no va a venir tampoco de los diferentes medios de comunicación. Todos ellos en lugar de aclarar, lo que hacen es enmarañar cada vez más el caso de corrupción de que se trate. Según el medio, la versión es totalmente diferente. Lo que para uno es blanco, para otro es negro, cuando la información de que disponen suele ser la misma. Esta actuación resulta ininteligible para la ciudadanía. O muy al contrario, inteligible, ya que como los diferentes medios de comunicación tienen vinculaciones muy directas con determinados partidos políticos, esto conlleva el que no puedan decir toda la verdad. Además, cuanto más dure un caso de corrupción más tiempo tienen para tener materia noticiable, y así pueden vender más periódicos.
Por ende, entiendo que la solución tendrá que venir por otro lado: por el de una ciudadanía responsable e impregnada de unos valores éticos claros y auténticos, que rechacen con contundencia cualquier caso de corrupción. Tarea, por cierto nada fácil, tal como estamos comprobando, Los escrúpulos morales parecen ser de otras épocas. Mas no siempre ha sido así, tal como acaba de exponer recientemente el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, Julián Casanova. Una trama de corrupción y sobornos, el escándalo del estraperlo, acabó en 1935 con la vida política de Alejandro Lerroux, el viejo dirigente republicano del Partido Radical que presidía entonces el Gobierno. Los ministros radicales tuvieron que dimitir, y cayeron también muchos cargos provinciales y locales del partido. En las elecciones de febrero de 1936, el Partido Radical, que estaba gobernando desde septiembre de 1933 hasta finales de 1935, se hundió en las elecciones. Quedó reducido a cuatro diputados, noventa y nueve menos que en 1933. Alejandro Lerroux ni siquiera salió elegido en la lista. Todo un ejemplo. Y eso que en aquellas fechas aproximadamente la mitad de los españoles eran analfabetos. Tendrían carencias educativas, pero los principios éticos eran muy claros. En cambio, a los españoles del 2009 nos ocurre todo lo contrario.
Tal como observamos la corrupción en nuestra democracia actual nunca tiene efectos tan inmediatos y devastadores sobre los cargos políticos y tiene escasísimo reflejo en los resultados electorales. Pase lo que pase, haya corrupción o no, sea esta escandalosa o no, da igual. Los dos principales partidos políticos tienen una base casi inmutable de votantes, lo que no deja de ser lamentable, además de ser una carencia manifiesta de lo que sería una ciudadanía responsable. En buena lógica, deberían ser castigadas electoralmente con contundencia aquellas fuerzas políticas que estuvieran inmersas en prácticas corruptas. Mas esto es lo que hay. Y a pesar de todo, seguimos acudiendo a las urnas.
Cándido Marquesán
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