La Revolución Cubana cumple ya 50 años
Se acaba de producir el 50 aniversario de la entrada y desfile en La Habana de un grupo de barbudos provenientes de Sierra Maestra, tras derrocar al dictador Fulgencio Batista. A partir de entonces este país tropical, y sus principales dirigentes, Fidel Castro y el Che Guevara, van a convertirse en unos referentes a nivel mundial.
Un 26 de julio de 1953, un grupo de estudiantes armados intentó el asalto al cuartel Moncada, con el objetivo de desencadenar una revuelta general contra el dictador. Serían masacrados y detenidos. Su líder, Fidel era uno de tantos otros estudiantes cubanos de clase media o alta, en su mayoría reformistas y nacionalistas. Creían en la democracia constitucional y no comulgaban con las tesis marxistas. Condenado a 15 años de prisión, fue indultado y se exilió junto con otros a México en 1955. Aquí se aprestó a crear un grupo guerrillero con el objetivo de desencadenar una guerra de guerrillas en Cuba; y conoció a un joven médico argentino, Ernesto “Che Guevara”; y muy pronto, ambos colaborarían en lo que parecía un proyecto quimérico y fundarían el Movimiento 26 de julio.
En noviembre de 1956, los hombres del 26 de julio, se embarcaron en el yate Gramma hacia Cuba, para iniciar la insurrección. De los 82 jóvenes combatientes, sólo quedaron 12 hombres que escaparon acosados hacia Sierra Maestra. Aquí fueron recibiendo cada vez más apoyos del campesinado. Finalmente se produjo el triunfo de la guerrilla, hace ahora 50 años.
La revolución cubana lo tenía todo para adquirir un gran prestigio mediático y atraer a la izquierda mundial: dosis de romanticismo, heroísmo de las montañas, antiguos líderes estudiantiles llenos de juventud, un pueblo ilusionado… El ejemplo de Fidel serviría de inspiración a los militantes intelectuales de América Latina. Al poco tiempo Cuba empezaría a alentar una insurrección en el continente sudamericano, especialmente animada por el “Che Guevara”, el cual tras renunciar a su puesto de ministro llegaría a Bolivia, donde murió por la lucha revolucionaria, motivo por el que su nombre se convirtió en un icono para buena parte de la juventud.
Lo que parece cierto es que ni Fidel ni sus camaradas eran al principio comunistas, ni -salvo 2 casos- admitían tener simpatías marxistas. De hecho, el partido comunista cubano mostró pocas simpatías hacia Fidel, hasta que algunos de sus miembros se unieron en campaña. Los diplomáticos norteamericanos discutían si el movimiento era o no procomunista. Los mismos EE.UU. saludaron favorablemente su triunfo, pero quedaba un interrogante: ¿qué camino iban a seguir los hombres del 26 de julio? El interrogante se despejaría con rapidez. El nuevo régimen muy pronto inició una ola de nacionalizaciones de las propiedades extranjeras, rebajó los alquileres, convirtió los latifundios en cooperativas agrícolas, promulgando una Ley de Reforma Agraria en 1959, liquidando la gran propiedad agraria. En 1960 se modificó el régimen de contingentes de exportación a los EE.UU., y éstos castigaron con un boicot comercial a la isla, que pronto se convirtió en un auténtico bloqueo económico. La URSS vino en ayuda y concertó con Cuba un acuerdo comercial. Poco después, mientras que el Partido Comunista entraba en el gobierno, Castro nacionalizaba la banca y expropiaba toas las propiedades norteamericanas. La reacción norteamericana a dichas medidas fue torpe, tratando de derrocar a Castro, con el intento de desembarco en la bahía de Cochinos en abril de 1961, que supuso un grave revés para el prestigio de los EE.UU. Se estrecharon los lazos cubano-soviéticos, rompiendo con los EE.UU., por lo que no resultó extraño que en diciembre de 1961 Fidel se definiera marxista-leninista. Posteriormente llegaría la crisis de los misiles en 1962, causada por la instalación de tales armamentos soviéticos en Cuba por parte de la URSS. La respuesta de los EE.UU. fue declarar un bloqueo militar limitado(se permitiría el paso de suministros civiles) hasta que se retirase el armamento en litigio. El 28 de octubre Krusheh cedió y dio orden de vuelta a sus barcos y se comprometió a desmantelar las instalaciones de cohetes.
Todos los acontecimientos anteriormente mencionados demuestran de una manera contundente que Cuba ha tenido un protagonismo, y si lo sigue teniendo, en estos 50 años.
En cuanto a las realizaciones del la revolución cubana son claros. Antes de 1959 la mortalidad infantil era de 60 por cada mil nacidos vivos; ahora es de 5,3. La esperanza de vida al nacer no alcanzaba los 58 años, hoy es de 77 en hombres y 78 en las mujeres. Para entonces, el analfabetismo era del 23, 6% y el desempleo estaba en más del 40%. Hoy, hay un millón de universitarios en una población de once millones, y el asunto de la educación y la salud son los máximos logros de una revolución que se quedó —o está— inconclusa. Cuba se proclama como el único lugar del continente donde nadie muere de hambre, y una potencia en educación, salud y deporte, pero tiene en su debe el que mantiene presos a opositores y periodistas críticos, y tiene una economía postrada y desabastecida, que solo funciona en los ámbitos en los que se permite la circulación del dólar.
La capacidad de supervivencia ha sido grande. Ha superado numerosas crisis. Desde mucho antes de que Fidel enfermara y cediera el poder, en el 2006, se vaticina el fin de su régimen. Cuba ha sobrevivido a no pocos momentos difíciles: la insensata invasión de Bahía Cochinos, en 1961; la crisis de los misiles, en 1962; el hundimiento de la URSS y el bloque soviético en 1989-91. El aliado de hoy es Hugo Chávez, pero, señal de los nuevos tiempos, una flota de Moscú ancló hace poco frente a La Habana, y allí se depositan no pocas esperanzas en los vientos de izquierda que soplan en la región. Nadie sabe qué pasará cuando "el comandante" salga definitivamente de escena. Pero, mientras Estados Unidos mantenga esta política, la revolución de enfrente tiene visos de seguir sobreviviendo, impulsada por el aliento de ser el último reducto antiimperialista en Occidente. Barack Obama tiene una patata caliente. Como en otros ámbitos, ha prometido cambiar muchas cosas en la relación de su país con Cuba. Habrá que ver hasta dónde llega. Por más que se resista a verlo el importante lobby anticastrista en Estados Unidos, casi 20 años después del fin de la Guerra Fría, el de Cuba es el único "deshielo" pendiente en este lado del mundo.
Quiero terminar con unas reflexiones del gran historiador Tony Judt. La primera, es que todos los acontecimientos humanos ni son totalmente blancos, ni son totalmente negros. Tienen determinadas graduaciones y diferentes matices. Circunstancia de la que no se libra la revolución cubana. Mas, a la hora de valorar está revolución de inspiración marxista, no deberíamos olvidar el que por esta ideología, generaciones de hombres y mujeres inteligentes y de buena fe estuvieron dispuestos a dedicar su vida al proyecto comunista, y si así lo hicieron no fue sólo porque un cuento seductor de revolución y redención les hubiera producido una especie de estupor ideológico. Lo fue porque les atraía irresistiblemente su mensaje ético subyacente: el poder de una idea y un movimiento dedicados firmemente a representar y defender los intereses de los parias de la tierra.
Y la segunda, es que en los momentos actuales y probablemente también en los venideros, a medida que aumentan las desigualdades de riqueza, y se agudizan las luchas por las condiciones del comercio, la localización del empleo y el control de unos recursos naturales escasos, es factible que tengamos que hablar de desigualdad, injusticia, falta de equidad y explotación. Y sí es así, la doctrina marxista tendrá todavía mucho que decir, por mucho que algún iluminado haya pretendido arrojarla para siempre al cubo de la historia.
Cándido Marquesán Millán
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