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Hora de balances

               Estamos a punto de acabar esta legislatura. Las elecciones están cercanas. Es hora de balances. El Gobierno de Rodríguez Zapatero además de salir de la Guerra de Irak, se ha caracterizado por un intento de abordar el problema del País Vasco, reformas estatutarias para transferir más competencias a las diferentes autonomías y la Ley de la Memoria Histórica .También se han aprobado leyes de profundo calado social. Todas ellas  tienen en común el conceder más derechos a más españoles,  a los colectivos más desfavorecidos, como mujeres, homosexuales o dependientes, y sin quitar nada a nadie. Están impregnadas  de valores de justicia social, de solidaridad, de igualdad y de ampliación de las libertades, en definitiva, los que siempre han caracterizado a la izquierda. Me estoy refiriendo a  las siguientes: LEY ORGÁNICA 1/2004, de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género; la LEY ORGÁNICA 3/2007, de 22 de marzo, de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, la LEY 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, la LEY 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, la LEY 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio y la LEY 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia. En un futuro no muy lejano serán aceptadas sin ningún problema por la derecha. Tiempo al tiempo.  Al Gobierno de Rodríguez Zapatero se le podrá cuestionar lo que se quiera, pero nunca el que no haya tomado decisiones. Y eso es precisamente el gobernar. A un gobernante se le puede perdonar todo menos el miedo a la responsabilidad, y que, por este miedo, deje de ejecutar lo que considera necesario para el bien público.

La actuación de los populares ha estado siempre condicionada por la terrible masacre del 11-M. Podemos intuir que este terrible acontecimiento y su tratamiento posterior por parte de los gobernantes del partido popular, tuvo sus consecuencias electorales. No sabemos qué hubiera pasado sin esas 200 muertes. El pueblo votó a quien le pareció oportuno, y al hacerlo así confió el gobierno a determinada opción en detrimento de otra. Es el meollo de la democracia. Y quien no lo vea así, es un iluso o no es demócrata. Como no estaban preparados para la victoria socialista los populares han hecho una oposición brutal.

En la cuestión del terrorismo, han puesto todas las dificultades que han podido para que el intento del Gobierno resultara fallido. Pienso que los populares no estaban preparados para soportar que Rodríguez Zapatero pudiera un día comunicar a la sociedad española que la paz se había alcanzado en el País Vasco. Por ello los populares han presentado el discurso de que el proceso de negociación ha servido para un rearme de ETA. Si ellos tienen derecho a decir esto, muchos otros españoles también tenemos derecho a pensar que la situación en el País Vasco sería hoy mucho mejor, si los populares hubieran apoyado al Gobierno. 

Uno de los problemas más complejos es el incardinar Cataluña en el Estado español. En cambio, la derecha española nunca ha hecho un esfuerzo serio y generoso para entenderlo, que está revoloteando, hace mucho tiempo ya y  de gran complejidad su resolución, por otra parte. No  ha caído a nosotros de una teja el 14-M.

Para los dirigentes populares no existe problema alguno. Y si existe lo ha generado artificialmente la actuación irresponsable del Presidente del Gobierno, al despertar entre la clase política catalana unas expectativas infundadas. Mas la solución es fácil, en todo caso. Se toca a rebato a todos sus acérrimos incondicionales a una gran concentración, ya hubo un precedente en nuestra historia, el 28 de julio de 1932 en la plaza de toros de Madrid contra el Estatut catalá. Se concentran todos los de aquí y los de allá,  delante de la Puerta del Sol, kilómetro cero, de donde salen en sentido radial todas las carreteras de España,; se leen 19 artículos, elegidos ex profeso, de la Constitución por representantes de cada una de las entidades autonómicas; de una manera fortuita, el segundo leído por el catalán Enric Jardí: “La constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas”. Como colofón Mariano Rajoy proclama que la única nación es la española. Y el problema deja de existir balsámicamente. Y todo está solucionado.

La actuación de los populares ha sido igualmente irresponsable con el tema de  la devolución a Cataluña de los papeles del Archivo de la Guerra Civil, poniéndose al frente de una manifestación en Salamanca. El Partido Popular supo mover los instintos más primarios de sus correligionarios, recurriendo al anticatalanismo más primitivo. ¡Qué fácil es así mover a las masas¡ ¡Qué desmantelan el Archivo¡ ¡El culpable es Carod Rovira¡ Por favor, un poco de sensatez. Toda la documentación que se iba a traspasar a Cataluña era el 3% del total, con el beneplácito de la Comisión de expertos. Por cierto, no sin antes dejarla convenientemente microfilmada. Además Cataluña proporcionaría más documentación, de la propia. El Archivo no sólo no se iba  a desmantelar, todo lo contrario, iba a ver incrementados sus fondos. Esa documentación del 3% es catalana, ya que está escrita en catalán.  Además de estar en catalán, se ha generado por instituciones, como la Generalitat, por partidos políticos; o por particulares catalanes. Toda se llevó a Salamanca, como botín de guerra, con la finalidad de ejercer una de las represiones más duras que se han hecho nunca en nuestro país. Devolverla a sus auténticos propietarios era de justicia y de sentido común. Se debería haber hecho mucho antes. Muy bien, Sr. Rajoy,  vamos por buen camino. Así se fomenta la convivencia entre los españoles. Actuaciones como éstas demuestran mala fe e irresponsabilidad. Manifiestan no entender el problema en toda su complejidad, y para lo único que sirven,  es para enquistarlo todavía más. Hay que negociar, pactar, y dialogar. Lo que debe hacerse es tender puentes entre Cataluña y España y no dinamitarlos a cañonazos verbales.

 

Cándido Marquesán Millán

  

           

  

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