Las deserciones, problema crónico para el ejército, no son tan comunes como en los años más duros de la guerra de Vietnam, sostuvo recientemente The New York Times. No obstante, los soldados y sus familias se están organizando en contra de esta guerra mucho antes de lo que lo hicieron sus homólogos durante la Guerra de Vietnam. Es el caso de Fernando Suarez del Solar, un mexicano con ciudadanía norteamericana, que reside en California. Desde la muerte de su hijo, Jesús, en Irak en 2003, integra la asociación Military Familias Speak Out (familiares de militares que hablan claro), entidad que reivindica el fin de la ocupación militar de Irak y el retorno inmediato de los soldados norteamericanos a su país.
Que se produzcan tantas deserciones se explica porque las situaciones de combate y los atentados con coches bombas generan un enorme estrés. Dos meses bajo la tensión de resultar herido o morir termina minando la voluntad de los soldados. Por ello los ejércitos efectúan una rotación permanente, cuando pueden, de sus efectivos para reducir las crisis nerviosas, proporcionales al tiempo de la exposición a los riesgos.
Hasta ahora, las misiones duraban doce meses, pero serán alargadas hasta los quince. Esto desalienta a los uniformados, separados de sus familias, que viven cercados en sus cuarteles a lo largo de esos dos Estados asiáticos. En ambos países están confinados permanentemente, sin contacto con la población. Están prohibidos los paseos y las salidas, que son frecuentes en otros países. Una vez cumplido el período, pueden regresar a EEUU para permanecer en suelo patrio durante, al menos, un año. Los procesamientos por deserción y otras ausencias no autorizadas en el Ejército de Estados Unidos "han aumentado sustancialmente en los últimos cuatro años" desde el comienzo de la guerra en Irak, para disuadir al número creciente de soldados que tienen dudas acerca del envío, o el retorno, a Irak; y a que también las fuerzas en servicio activo están extendidas casi a sus límites, informó el diario The New YorkTimes. Hoy, el Gobierno de Estados Unidos tiene desplegados 145.000 soldados en Irak. Sin embargo, el Pentágono considera esta cifra insuficiente para enfrentarse a la insurgencia iraquí. En su búsqueda de nuevos efectivos, el Pentágono se plantea revisar su política hacia los homosexuales y las lesbianas. Entre 1994 y 2005 el Ejército dio de baja a 11.000 uniformados por su orientación sexual. Aunque la política oficial es la de no investigar el comportamiento sexual privado de los soldados, algunos en el alto mando los rechazan. El general Peter Pace, comandante de Estados Mayores, declaró hace poco: “Yo creo que los actos homosexuales entre dos individuos son inmorales”. Pese a esta opinión, se estima que unos 65 mil homosexuales y lesbianas visten uniforme en la defensa estadounidense. Pero cualquiera sea la orientación sexual, el Pentágono tiene crecientes dificultades para reclutar tropas de primera línea para despachar a sus guerras. En este contexto se explica también el reclutamiento de mercenarios en América Latina, que de simples guardias, se convierten en combatientes en Irak. Son fuerzas de choque, sin estar sometidas a control alguno. La Oficina en Washington para los Asuntos Latinoamericanos calcula que rondan el millar de los reclutados, que trabajan para empresas de seguridad norteamericanas en Irak. CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN
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