Blogia
dorondon

DERECHO A LA FELICIDAD

                                 

 

Estamos atravesando unos momentos muy alejados del espíritu de la Ilustración, un momento clave en la Historia,  en el que el hombre decide por primera vez tomar las riendas de su propio destino y convertir el bienestar de la humanidad en su objetivo último. Como señala Josep Ramoneda en su libro Contra la indiferencia, es una revolución del pensamiento que tendrá sus consecuencias políticas y que jugará un papel fundamental en la construcción de la Modernidad. ¿Qué es la Ilustración? Kant responde así: “La salida del hombre de su minoría de edad de la que él mismo es responsable”. ¿Qué quiere decir minoría de edad? La incapacidad de servirse de su entendimiento sin la dirección de otro. De esta incapacidad, subraya Kant, el hombre es el culpable porque la causa no está en el defecto de su entendimiento sino en la falta de coraje. Sapere aude: atrévete a pensar. Significa su emancipación  y autonomía, ya que es capaz de pensar y decidir por sí mismo. Un hombre en el más amplio sentido de la palabra, ya que no necesita que nadie le diga qué tiene que pensar y qué tiene que hacer. Negándose  a dejarse dictar su comportamiento por una ley externa, ambicionaría salir de la esclavitud mental que sometía antaño a los humanos al pasado,  a la comunidad o una figura trascendente.. Supone el valorar la Razón, la libertad de pensamiento, la capacidad crítica y la educación. Coloca en primer término al ser humano, tiene una visión optimista del mundo, ya que al ejercitar sus facultades es capaz de dominar la naturaleza para ponerla a su servicio, y así ir  hacia el progreso y alcanzar la felicidad.

Para Tzvetan Todorov en su libro El espíritu de la Ilustración- subyacen tres ideas: la autonomía, la finalidad humana de nuestros actos y la universalidad. La autonomía significa que lo que debe guiar la vida de los hombres ya no es la autoridad del pasado, sino su proyecto de futuro; en consecuencia, la voluntad libre prevalece sobre la tradición. La finalidad humana de nuestros actos comporta que el objetivo de estas acciones humanas esté en la tierra y ya no remite a Dios; por lo que su existencia terrenal tiene pleno sentido: la búsqueda de la felicidad sustituye a la búsqueda de la redención, razón por la que el Estado no está al servicio del designio divino, sino que su objetivo es el bienestar de los ciudadanos. Y la universalidad implica que todos los seres humanos poseen derechos inalienables por el mero hecho de serlo.

Es una necesidad imperiosa recuperar la capacidad crítica de la Ilustración frente al pensamiento único impuesto en estos momentos de dominio neoliberal. Su gran triunfo ha consistido, como ha señalado el Nobel de economía Joseph Stiglitz, en destruir la posibilidad de pensar la alternativa. Una vez anegados los cambios y las pistas de estos cambios, solo restaba afirmar con Margaret Thachert: there is alternative.  Es imprescindible, ya que siguiendo a Ramoneda, cada vez que Europa ha renunciado a su principal arma, la razón crítica que le permitió dar el gran salto a partir del Renacimiento, y ha entregado la razón al servicio del poder –sea en nombre de la patria, de la clase, de la etnia, de la religión, de la técnica o economía, se ha abierto el camino hacia la guerra civil  y al desastre, del cual no estamos muy lejanos, de no mediar un cambio de rumbo en las políticas económicas vigentes; algo que no se divisa en el horizonte próximo. De Guindos el mismo día 14-N, tras la huelga general y las manifestaciones masivas que inundaron las calles de muchas ciudades españolas dijo: "Somos conscientes de la dificultades de la sociedad pero la hoja de ruta del Gobierno es la única alternativa posible”.

La Ilustración reconocía  el derecho humano  a  la felicidad, proclamado en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en el artículo 1º de la Constitución montañesa de 1793: “El fin de la sociedad humana es la felicidad”, y en el artículo 13 de la Constitución de Cádiz de 1812:  “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. En Francia, Lavoisier, famoso químico y a la vez político, escribe en un discurso de 1787:  “El verdadero objetivo de un gobierno debe ser aumentar la cantidad de gozo, la cantidad de felicidad y el bienestar de todos los ciudadanos, no solo de unos pocos”. Igual que el Gobierno de Rajoy. El neoliberalismo  no solo nos niega el derecho a la felicidad, es que además nos impone la infelicidad. Triste y dramática realidad que nos la constata Boaventura de Sousa Santos en la Quinta Carta a las Izquierdas, ya que el neoliberalismo es, ante todo, una cultura del miedo, del sufrimiento y la muerte para las grandes mayorías; y no es posible combatirlo con eficacia sin oponerle una cultura de la esperanza, la felicidad y la vida. Las izquierdas tienen dificultades para asumirse como portadoras de esta otra cultura tras haber caído en la trampa que las derechas siempre han utilizado para mantenerse en el poder: reducir la realidad a lo que existe, por más injusto y cruel que sea, para que la esperanza de las mayorías parezca irreal. El miedo en la espera mata la esperanza en la felicidad. Contra esta trampa es necesario partir de la idea de que la realidad es la suma de lo que existe y de todo lo que en ella está emergiendo como posibilidad. Si no son capaces de detectar estas emergencias, las izquierdas pueden sucumbir o acabar en el museo, lo que a efectos prácticos es lo mismo.

 

Cándido Marquesán Millán

 

 

0 comentarios