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PODERES OCULTOS

                                   

 

 

Existe un amplio grupo de sociólogos, filósofos, politólogos e historiadores en Italia, que se han preocupado y también han reflexionado en profundidad sobre el funcionamiento y el futuro de la democracia. Motivos que lo justifican no escasean, si tenemos en cuenta el devenir de este sistema político en su país, que, tras un estado de crisis permanente, posibilitó el acceso al poder de un individuo de la catadura moral como Berlusconi o la imposición por unos poderes ocultos de un tecnócrata como Monti. Giovanni Sartori, con un extraordinario libro titulado ¿Qué es democracia? Mauricio Viroli, con  “La sonrisa de Maquiavelo” y que ha elaborado el concepto de “patriotismo”, como la capacidad de los ciudadanos de comprometerse en la defensa de las libertades y de los derechos de las personas.  Luigi Ferrajoli, gran experto y defensor de los derechos humanos, y autor de “Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional “, donde nos explica el peligro para nuestra democracia de esos poderes salvajes: grandes medios de comunicación, mafias, bancos, multinacionales, los mercados… Y sobre todo Norberto Bobbio, cuyo pensamiento utilizaré para la redacción de las líneas que siguen.

En 1983 Bobbio impartió una conferencia en el Congreso de los Diputados de Madrid, por invitación de su presidente, Gregorio Peces Barba, bajo el título de El futuro de la democracia, que sirvió para un libro posterior con el mismo título,  señalando la divergencia entre la democracia ideal tal como la pensaron sus padres fundadores y la democracia real.  Después de treinta años la cuestión sigue vigente. Todo un conjunto de promesas que se habían depositado para su perfectibilidad se habían incumplido: seguían vigentes la supremacía de los intereses sobre la representación política y la limitación del espacio político de la democracia; no se había alcanzado el control de las oligarquías, ni desarrollado adecuadamente la educación política de la ciudadanía, ni habían desaparecido  los poderes ocultos o invisibles. Bobbio en repetidas ocasiones manifestó su preocupación por el problema  del poder oculto, quejándose amargamente de ser una cuestión infravalorada por la sociología política.  A esta última “promesa incumplida”, a la perdurabilidad y mantenimiento de los “poderes ocultos” quiero referirm

Todos los viejos y nuevos discursos de la democracia la definen como el gobierno de lo público en público. En contraposición al autocrático, es un  poder sin máscaras. Es bien conocido que la democracia nació bajo la perspectiva de erradicar para siempre de la sociedad humana el poder invisible.  La democracia moderna nos remite a la Atenas de Pericles, del “Agora” o de la “Ekklesia”, o sea, a la reunión de todos los ciudadanos en un lugar público, a la luz del sol, donde hacen propuestas, las discuten y las deciden alzando las manos o mediante pedazos de loza. No sin razón, la asamblea ha sido comparada a menudo con un teatro o con un estadio, o sea, con un espectáculo público, donde espectadores asisten a una acción escénica con reglas preestablecidas y que concluye con un juicio.

La democracia griega supone un referente para la época de la Revolución Francesa. Entre las obras de tiempos de la revolución, el Cathecismo repubblicano de Michele Natale nos dice: “¿No hay nada secreto en el gobierno democrático? Todas las actividades de los gobernantes deben ser conocidas por el pueblo soberano, excepto alguna medida de seguridad pública, que se debe dar a conocer en cuanto el peligro haya pasado”. Kant  en el Apéndice de la Paz Perpetua: “Todas las acciones referentes al derecho  de otros hombres cuya máxima no puede ser publicada, son injustas”. Por tanto, democracia supone transparencia, visibilidad y publicidad, sin las cuales no es posible su funcionamiento, ya que los ciudadanos no pueden controlar a sus gobernantes. E igualmente cuanto más se oculta el poder verdadero, menos participan los ciudadanos en la vida pública. Así está ocurriendo en nuestra maltrecha democracia. Estoy cada vez más convencido de que las traumáticas políticas puestas en marcha por el gobierno de Rajoy,  que nos afectan en profundidad a los ciudadanos  y que están dinamitando nuestro Estado de bienestar, no solo nos las ocultaron, es que además las decidieron unos poderes ocultos e invisibles. Esa agenda oculta fue decidida en unos ámbitos desconocidos para la ciudadanía. No es fácil su descubrimiento, ya que como Bobbio nos dice “el poder tiende a ocultarse; es tanto que ve sin ser visto, que ve a todos y a quien nadie ve”. El poder tiende a esconderse porque cuanto más secreto permanece, mas fuerte se siente. Si quiere ser temido debe mostrarse lo menos posible. ¿Quiénes están detrás de ese poder que todo lo controla? Son las multinacionales, entidades financieras, grandes medios de comunicación, mercados e instituciones religiosas a las que están subordinadas las instituciones públicas tanto  nacionales como internacionales, donde la  impunidad de la corrupción, el abuso de poder y el tráfico de influencias son monedas corrientes. Por ello, lo que para algunos observadores contemporáneos aparece como una lucha de intereses contrapuestos, que es zanjada por el voto de las masas,  ha sido decidido mucho tiempo antes en un círculo restringido y desconocido. Es evidente que tal circunstancia supone una autentica perversión de una democracia cada vez mas degradada y agonizante. La democracia nace justamente para que los votos y el número cuenten más que el dinero y los recursos de los poderes ocultos.

 

Cándido Marquesán Millán

 

 

 

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