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Algunas reflexiones políticas intrascendentes

¡Cuántas vueltas da la política! Tan pronto estás en la cresta de la ola, como te hundes en el más absoluto ostracismo, y a la inversa. Estas palabras resultan muy pertinentes en relación a la figura de Rodríguez Zapatero. En marzo de 2008, tras su victoria electoral, tenía un poder indiscutido en su partido, nadie tenía la osadía de cuestionarlo. Hoy, como consecuencia de la pavorosa crisis económica, muchos de sus compañeros le están abandonando. Decía muy bien el Conde de Romanones: “Cuando se derrumba uno desde las alturas del Poder, es difícil averiguar quiénes son los últimos en abandonar al caído; porque al caído todos le abandonan de golpe. Acontece como con las ratas cuando el barco comienza a hacer agua”.

Mas también las palabras precedentes son aplicables al que será, según todos los indicios, el nuevo inquilino de la Moncloa. Aquí el camino ha sido a la inversa. En la derrota, Mariano Rajoy era fuertemente cuestionado desde numerosos frentes incluido su propio partido, en cambio hoy, con las encuestas y la mayoría de los medios de comunicación a su favor, su poder es tan apabullante que nadie de su partido ejerce crítica alguna. Empero, conviene recordar algunos acontecimientos pasados, muy apropiados para advertirnos de que la actividad política es el mejor paradigma para conocer las miserias humanas.

Rajoy tuvo que superar un durísimo calvario que, algunos de sus compañeros de partido, determinados medios de comunicación y la suprema jerarquía católica española, le urdieron para expulsarlo de la presidencia del PP. Se lo pusieron muy difícil. Pedro J. Ramírez en El Mundo dijo "El ciclo de Mariano Rajoy se ha acabado”. La lideresa, ansiosa por acaparar cada vez más poder, creyó que ella podría ser la primera presidenta del Gobierno de España. El cardenal Rouco Varela puso la COPE al servicio de la causa, convencido de que Rajoy, para la defensa de los planteamientos católicos más ultramontanos, era demasiado templado. Los papeles de la red Wikileaks mostraron el interés en la embajada de Estados Unidos por estas luchas fratricidas en el Partido Popular. José María Aznar bendijo la operación, aunque nunca se pronunció públicamente. Sin embargo, Rajoy, político curtido en mil batallas, nadie puede negarlo, no se inquietó ni perdió la paciencia. El político debe saber que el esperar es útil; algunos se pierden por no saber esperar lo suficiente. Como también que si no puede vencer al enemigo con rapidez y de frente, no debe apresurarse, debe esperar su ocasión, y mientras esta llega, debe permanecer a la defensiva, ya que muchas veces el camino más corto no es siempre el mejor en política, ya que la mejor manera de salvar los obstáculos es dando rodeos.

Rajoy tuvo en cuenta estos principios. Fue consciente de que, con los compañeros de viaje que había tenido hasta entonces, los Zaplana, Acebes entre otros, era inconcebible alcanzar el Palacio de la Moncloa. Un buen espada tiene mucho adelantado si le acompaña una cuadrilla de confianza; necesita, por lo menos, un peón dispuesto a jugársela por él. Muchas cogidas, algunas mortales, se producen por deficiencia o torpeza de la cuadrilla; y en política, no digamos. Por ello, movió ficha. Empezó nombrando como portavoz del PP en el Congreso a Soraya Sáenz de Santa María. Luego a Dolores De Cospedal como secretaria general del PP. Mientras tanto estuvo recabando apoyos entre los barones del partido, Camps, Arenas, para presentarse con posibilidades de éxito en el XVI Congreso del PP celebrado en Valencia en junio del 2008, donde salió triunfante tras afirmar con nitidez meridiana que como todo en la vida, no se puede estar quieto y que se debe mirar hacia el futuro. Las palabras fueron claras y convincentes. En su ayuda acudió Ruiz Gallardón, manifestando que si el Partido Popular pretendía alcanzar el gobierno debía pensar en el Centro. Su fidelidad ha sido recompensada con el cuarto lugar en la lista de Madrid para el Congreso, mal que le pese a la lideresa. Rajoy evitó una candidatura alternativa, pero tuvo que aguantar una enmienda a la totalidad de su mentor, José María Aznar. El ex presidente hizo un discurso lleno de reproches indirectos a la línea de su heredero, pero al final le dio una tregua al concederle su "apoyo responsable" -esto es, no convencido-. Por la tarde, Aznar se ausentó durante el discurso de Rajoy.

En la reciente Convención Nacional del PP celebrada en Málaga, Rajoy dijo: Si hoy estoy aquí –y no sabéis con cuanto orgullo– es porque vosotros lo habéis querido. Vosotros y nadie más. Vosotros y a pesar de todo". Este párrafo del discurso debería ser recortado y enmarcado, ya que adquiere pleno sentido, si recordamos los acontecimientos anteriormente mencionados. Aznar esta vez no se ausentó, pero sí que se puso muy serio al oírlo. La venganza es un plato que se sirve frío. También es cierto que Rajoy pudo decir lo que dijo porque todos los acontecimientos corren a su favor, sin descontar sus méritos personales, al haber sabido administrar los tiempos. Con una previsible mayoría absoluta en las elecciones generales del 20 de noviembre del 2011, Rajoy se reivindicó ante quienes quisieron echarle, e incluso humillarle. Tres años después, el pavoroso avance de la crisis económica, le está sirviendo en bandeja una victoria espectacular sin precedentes en la historia de la derecha española. La sociedad, acongojada por el irreversible empeoramiento de la economía, quiere un cambio y el único que hoy está a mano es el de Rajoy. El zapaterismo en el presente está noqueado. Rubalcaba no ha respondido a las expectativas. Por ello, con un lenguaje moderado, un programa indefinido y no pocas contradicciones el PP va a ganar. ¡Que sea para bien de España!

Imagen: El País


 

 

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