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Círculo infernal

Era de esperar que la cifra del empleo en este mes de septiembre fuera muy mala: 95.817 personas más en paro, alcanzando ya los 4.226.744. Es una cifra demoledora. No quiero llegar a pensar que estos datos tan malos, teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones del 20-N, a determinada fuerza política le hayan parecido muy buenos. De verdad, me resisto a llegar a pensarlo; no obstante, vista la prontitud y la contundencia con la que esa fuerza política ha puesto en marcha implacables recortes sociales con el consiguiente incremento del paro, las palabras y caras eufóricas en sus intervenciones públicas de algunos de sus dirigentes consecuencia de su ansia de poder, a veces no tengo otra opción que aceptarlo.

Para explicar la existencia de tanto paro, hay razones más que suficientes. Algunas tienen un carácter estructural, como la globalización, las nuevas tecnologías, la crisis internacional y las actuales políticas vigentes en España desde mayo del 2010. Otras son más coyunturales: estrictamente técnicas, como el fin de la campaña del turismo, y de carácter ideológico, como el que desde hace unos meses los gobiernos municipales y autonómicos, en su mayoría en manos de los populares, además de CIU en Cataluña, están poniendo en marcha unas políticas durísimas e implacables de ajustes fiscales, que están afectando a servicios básicos fundamentales de educación, sanidad y asistencia social, a empresas públicas, así como un frenazo a las inversiones. Obviamente tenía que producirse un grave deterioro en el empleo.

Aunque traten de ocultarlos, los objetivos de estas políticas parecen claros. Hay que provocar el mayor daño posible al sector público, nunca han creído en él, para incentivar el privado. Basta observar la situación en los hospitales catalanes, con cierres de centros de atención primaria y de quirófanos, y el incremento de las listas de espera. En los centros educativos públicos madrileños, con el incremento de las ratios por aula, plazas sin cubrir, que imposibilitan el mantenimiento de la calidad de la enseñanza. Además la crisis es la coartada para desmontar el Estado de bienestar. ¿Con la llegada de la recuperación económica se repararán los daños causados? La justificación es fácil: la herencia recibida. Ellos no son responsables, todavía más, ellos son políticos con mayúscula que hacen lo que tienen que hacer, no como los anteriores, de acuerdo con una concepción maniquea de la política. Se presentan como los salvadores de la patria. Por ello, todo les está permitido bajo el paraguas de la sacrosanta austeridad, como si fuera un fin por sí misma y no un medio para alcanzar determinado objetivo. Tampoco nos deberían sorprender tales actuaciones. Todos aquellos ciudadanos que recurrimos a estos servicios públicos deberíamos estar profundamente preocupados y avisados. La Cospedal cuestiona también el subsidio de desempleo. No viene mal recordar, ya que los españoles somos muy olvidadizos, quiénes crearon el Estado de bienestar en España con pensiones no contributivas, asistencia sanitaria universal y gratuita, escolarización hasta los 16 años igualmente gratuita y universal, y atención a las personas dependientes.

Por lo que parece, en España sólo sabemos ajustar la economía destruyendo empleo. No sabemos hacer otra cosa: si nos dicen que hay que ajustar, siempre cortamos por el mismo sitio. Despidiendo trabajadores, da igual en el sector privado que en el público. Todo el ajuste para resistir la recesión ha sido poniendo gente en la calle. El sector de la construcción, medios de comunicación, sector automovilístico, telefónicas incluso con beneficios, el sector bancario -¡qué sueldos e indemnizaciones se han asignado sus ejecutivos!-, el comercio o las pymes, todos igual. Echando a miles de trabajadores a la calle. Ahora toca al sector publico, más de lo mismo. Para ejecutar tales políticas, tampoco es necesario el haber cursado un doctorado en economía en la Universidad de Harvard. Hay que reducir tantos millones de euros, se estudia el presupuesto de los distintos departamentos, y a tanto toca. Es muy fácil. Lo auténticamente meritorio es buscar otras opciones basadas en la justicia y la solidaridad. En eso consiste el auténtico liderazgo. Exigir sacrificios a los de siempre lo sabe hacer cualquiera, esto es más viejo que el Paleolítico Inferior.

Pienso que ante el drama del desempleo que está generando tanto sufrimiento, las principales fuerzas políticas y los agentes sociales deberían haber llegado a un acuerdo para alcanzar un Pacto de Estado sobre el Empleo. ¿A qué cifra de parados tendremos que llegar para alcanzarlo? Como también reformar nuestra Constitución estableciendo un tope a la cifra del paro. Se debería priorizar el desempleo sobre el déficit público, siguiendo el ejemplo de Roosevelt con la New Deal. No se puede en estos momentos, con 4,2 millones de parados, seguir con más ajustes y más despidos, y mucho menos desde instituciones públicas. Es intentar apagar un incendio con gasolina. Con estos recortes se genera más paro, menos consumo, menos demanda y menos crecimiento. Por tanto, más desconfianza de los mercados; más costosa la financiación de nuestra deuda pública -la agencia de calificación Fitch acaba de rebajar la nota en dos escalones-, por ello más ajustes, mas paro. Es un círculo infernal. Tenemos un claro ejemplo en Grecia. Según las recomendaciones de austeridad del B.C.E. y del F.M.I., adoptaron severas medidas para elevar impuestos y recortar gastos. Seguir tales consejos tuvo un efecto devastador sobre la economía griega. El PIB se les desplomó un 6% en 2010 y un 7% durante el segundo trimestre de 2011. Si bien España no está tan mal como Grecia, los observadores consideran que también podríamos caer en la misma trampa.

Imagen: Arca da Salvação

  Cándido Marquesán Millán
 

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