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Cuanto peor, mejor

                                  

           

 

 

Tengo la costumbre de visitar el bar diariamente al acabar la tarde, para tomar alguna caña con los amigos, con la sana y exclusiva intención de olvidarme de los problemas cotidianos. Algunas veces leo el periódico. Otras veces, me limito a escuchar a la ciudadanía. Algunos afirman que la esencia del pueblo se manifiesta tal cual es en la barra de un bar con una caña o un vino en la mano. Vale la pena estar con oído presto para escuchar a nuestros ciudadanos de a pie. De verdad, que podemos sorprendernos con nuestra sabiduría. Yo por lo menos, aprendo todos los días.

 

 Es muy típico de nosotros el que hablemos todos a la vez, fuerte y además parece que nos entendemos, lo cual no deja de ser milagroso. Como también que no hay tema por arduo y complejo que sea, que se nos resista. Nos da igual. Si se trata de fútbol todos somos expertos, y dejamos en mal lugar a Luís Aragonés, y eso que ha conseguido que nuestra selección haya sido campeona de Europa. Mas nuestras competencias no se reducen al ámbito futbolístico. Como somos expertos en todo, tenemos soluciones para todo. Nos da igual: la educación, la sanidad, las pensiones, el paro… Además que sabemos de todo es que, por si no fuera todavía bastante, somos contundentes en nuestros juicios. Estamos enseñados a discurrir partiendo de premisas inconciliables. Juan es alto o bajo; la pared es blanca o negra. Los segundos términos, los perfiles indecisos, la gradación de matices, no son de nuestra propia moral, de nuestra política, de nuestra idiosincrasia. Cara o cruz, muerte o vida, resalte brusco como el granito arrancado de una cantera.

 

            Como no podía ser de otra manera, uno de los temas de más actualidad en nuestras conversaciones es el de la crisis económica. Aquí mostramos todos los aspectos anteriormente expuestos.  A Keynes o Krugman los dejamos en mal lugar. Se oye a algunos que los responsables exclusivos de esta grave situación económica son: sobre todo Rodríguez Zapatero, y en menor medida, Pedro Solbes. Se les acusa de haber ocultado la crisis en el período electoral. Como también que no hacen nada para salir de ella. Y punto. Aquí no caben matices. Que haya una crisis financiera mundial producto de la ingeniería financiera, que ha proporcionado una década dorada imaginando nuevas formas de endosar y comercializar el riesgo de las hipotecas de alto riesgo (subprime), para distribuirlo mediante los CDO (collateralized debt obligation) entre un mayor número de inversores, algunos especializados y otros incautos, eso no les importa. Que se haya cocinado en las cloacas espirituales de Wall Street, todo ello motivado por la sed de dinero, la avaricia y el afán desmedido de lucro de unos tipejos, que han sido los menos perjudicados de la crisis, eso tampoco les importa. Los culpables de la crisis actual en España son única y exclusivamente Rodríguez Zapatero y Pedro Solbes.  Y punto. Aquí pasan por encima de fenómenos de la globalización.

 

            Además de esa carencia manifiesta por parte de algunos, a la hora de observar y valorar los acontecimientos desde distintas perpectivas, así como para la gradación de matices, he observado otra circunstancia, que me parece mucho más preocupante. Entre el colectivo de aquellos, que  tienen la gran suerte  de disfrutar de unas rentas fijas y seguras, merced  a que disponen de puestos de trabajo vitalicios o de pensiones garantizadas, hay algunos que muestran gran regocijo y euforia a medida que van surgiendo malos datos sobre el devenir de nuestra economía. Cuanto peor, mejor. Lo que no parece ser un ejemplo de patriotismo. Poco ha, a uno de estos le oí emitir con una sonrisa llena de ironía y de regodeo, las siguientes palabras textuales: En el año pasado se han incorporado a las estadísticas 1,28 millones de parados, 609.100 solo en el último trimestre. Es la subida más acusada en el menor periodo de tiempo que recuerdan las estadísticas. En diciembre, la EPA sumaba ya 3,2 millones de personas sin trabajo. ¡Y ahora qué Zapatero! Y no terminaba ahí, es que además se atrevía a decir que la situación todavía sería peor en un futuro próximo. De verdad, estas palabras desprendían un gran regocijo y euforia. Llegue a pensar un momento, pero sólo un momento, que tanta alegría estuviera motivada exclusivamente por razones políticas. Cuanto peor, mejor. Cuanto más paro y más crisis, más cercana se vislumbraba la posibilidad de desalojar a Rodríguez Zapatero de la Moncloa. Cuando ya estaba a punto de borrar de mi mente estos pensamientos por descabellados, de repente uno de los contertulios profundamente enfadado le replicó: Parece que te alegras con estas malas noticias. No hubo réplica. Posteriormente un tercero apuntilló: Tengo la impresión de que para algunos dirigentes, como también votantes, de determinado partido político, que se llenan la boca con palabras de patriotismo, cuanto peor sea la situación económica, les parece mejor; y por ello no les importaría que se llegara a la cifra de 5 o 6  millones de parados, si con ello podían llegar a la Moncloa.  A pesar de oír estas últimas palabras, me resistía a aceptar que haya “españoles” que se alegren con estas malas noticias, porque no quiero llegar a pensar que fuera cierto lo que dijo el político español más egregio de la II República: Por desgracia, superamos a todos en el humor suicida de nuestra cólera. Otros pueblos ambiciosos o semibárbaros dirigen su furor contra el extranjero. España es el único país que se clava su propio aguijón. Quizá el enemigo de un español es siempre otro español. Se salta un ojo con tal de cegar a su enemigo.

 

 

Cándido Marquesán Millán

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