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El viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla

 

Ceuta y Melilla acaban de vivir la primera visita real en los últimos ochenta años, ya que el último viaje de un rey a ambas ciudades fue el de Alfonso XIII en 1927. No obstante, Don Juan Carlos y Doña Sofía ya estuvieron en las dos ciudades autónomas hace 37 años, cuando todavía eran Príncipes.

Que don Juan Carlos no haya visitado nunca las dos ciudades españolas del norte de África en sus 32 años en la Jefatura del Estado no deja de ser  una anomalía. Por ello se ha considerado excepcional esta visita deseada por el Rey y propiciada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero y que, por lo demás, debería ser tan rutinaria como las que los monarcas giran a cualquier otra ciudad española.

La última visita a Ceuta de un Jefe de Estado fue el 5 y 6 de octubre de 1927, cuando Alfonso XIII, acompañado de Victoria Eugenia de Battemberg, visitó por tercera vez la ciudad, donde inauguró el Ayuntamiento. Al igual que en Ceuta, tres fueron los viajes que el Rey Alfonso XIII realizó a Melilla: el primero en 1904, cuando aún no había cumplido la mayoría de edad, el segundo en 1911, el de más duración, y el tercero en 1927. El desarrollo de Melilla y la declaración como puerto franco propiciaron las obras de construcción del puerto, cuya inauguración motivó el primer viaje del monarca en 1904. Tras la penetración de España en Marruecos y su expansión, representada a través del desarrollo de los ferrocarriles, y la batalla del Barranco del Lobo en 1909, en 1911 Alfonso XIII protagonizó su visita más importante. El Rey estuvo en Melilla una semana y viajó acompañado por el presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, .El monarca visitó durante esos días las diferentes calles de la ciudad, así como los acuartelamientos, y estuvo en contacto con la tropa, impactada todavía por el desastre del Barranco del Lobo. La última visita de Alfonso XIII a Melilla, esta vez acompañado por la Reina Victoria Eugenia, se produjo seis años después del llamado "Desastre de Annual", la derrota militar española en 1921 ante los rifeños comandados por Abd el-Krim. El Rey visitó en 1927 una ciudad que reclamaba como un "revulsivo" la presencia del jefe del Estado. Estos viajes del Rey supusieron auténticas jornadas de fiesta en las que el pueblo se echaba a la calle y olvidaba, en cierta medida, lo padecido. Las calles de Ceuta y Melilla, después de ochenta años, han cambiado su fisonomía, tal como ocurría hace casi un siglo, para recibir en esta ocasión a Don Juan Carlos y Doña Sofía.

Desde antes de que existiera Marruecos, el Rey de España podía visitar las ciudades españolas Ceuta y Melilla. Y ahora dice el gobierno marroquí que ya no puede ir más. Dice ese dictatorial gobierno que todos los marroquíes opinan que Ceuta y Melilla son suyas y que su prensa, con total libertad y de un modo unánime, abunda en este concepto. Que un gobierno de este tipo hable de libertad de prensa es un sarcasmo. Que se permita ofender gratuitamente a un país vecino resulta aleccionador. Fuentes del Gabinete de Rodríguez Zapatero minimizaron esos comentarios al creerlos un gesto totalmente previsto y de algún modo obligado cara a la opinión pública del reino alauí.

El Rey fue el que más insistió en no retrasar por más tiempo su visita a Ceuta y Melilla. Ambas ciudades autónomas estaban pendientes en su agenda como jefe del Estado. La visita que realizó en enero del 2006 el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, a ambas capitales despejó definitivamente el camino para el viaje de los Reyes. Anteriormente ni José María Aznar ni Felipe González habían pisado esos territorios como jefes del Ejecutivo.

Es digna de elogio la decisión del Ejecutivo que viene a instalar, aunque sea con tan monumental retraso, un atisbo de normalidad en la manera un poco vergonzante con que los poderes del Estado vienen relacionándose con las dos ciudades autónomas reivindicadas por Marruecos. Precisamente el temor a la reacción de Rabat ha vedado históricamente la presencia de los Reyes y de sucesivos jefes de Gobierno en Ceuta y Melilla, que sólo Adolfo Suárez, en el lejano 1981, y Rodríguez Zapatero, el año pasado, han visitado en calidad de tales.

El Gobierno socialista calcula que las relaciones con nuestro vecino del sur se han fortalecido y afianzado lo suficiente en numerosos ámbitos como para no tener que temer reacciones extemporáneas de Rabat o una seria crisis diplomática. Marruecos y España se necesitan intensamente (comercio, inmigración, Sahara) y mantienen de hecho su relación más fluida en medio siglo. La protesta del Gobierno marroquí, aunque más enérgica que la motivada por el viaje de Zapatero en 2006, no escapa a esa moderación. Reivindica por supuesto las dos ciudades, pero refleja sobre todo el juego de contrapesos que Rabat, con un Gobierno de corte nacionalista, debe atender con sus propias fuerzas políticas.

En clave interna española, la visita real a Ceuta y Melilla, que ha coincidido con el aniversario de la marcha verde, no es presumiblemente ajena al hecho de que ambas ciudades sean feudo del Partido Popular. Probablemente Moncloa ha calibrado el favorable efecto electoral -no sólo en las ciudades autónomas- de una decisión que nunca adoptó el PP cuando gobernaba y que, sin alharacas, otorga ahora a los socialistas un claro protagonismo en el acercamiento de Ceuta y Melilla al devenir del conjunto de España y específicamente de sus más altas magistraturas.

  

Cándido Marquesán Millán

 

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