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La entrevista al abab de Montserrat

 

 

 

                       

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Recientemente, el día 27 de agosto de 2006, “El País”, publicó una entrevista de la periodista María Antonia Iglesias realizada a Joseph María Soler, abad de Montserrat. Es un documento de enjundia y que aporta una visión crítica a las posturas del sector más intransigente de la Conferencia Episcopal Española, representado por los Rouco, Cañizares o Ureña… Las palabras de este benedictino plenas de sinceridad y contundencia han soliviantado a unos; en cambio, en otros, han sido recibidas como una bocanada de aíre fresco. No se anda con rodeos, dice lo que quiere decir sin ambages ni complejos, y sin importarle que tenga que oírse advertencias, como ya le ha ocurrido, desde la autoridad eclesiástica, de que como monje lo que debe hacer es rezar y callar.

            Hay que leerla con detenimiento. Merece la pena. Si las preguntas son valientes, las respuestas no lo son menos. Lo que allí se dice explícitamente es de tal trascendencia y calado que, cuando menos, debería servir de motivo de reflexión para todos los católicos españoles.  Me limitaré a reflejar a grandes rasgos las principales ideas que aparecen en esta entrevista, interesante por lo que dice y por quien lo dice. Un personaje del que sus homilías son ampliamente escuchadas a través de Radio Estell.

            Está de acuerdo en que la Iglesia está languideciendo, y que cada vez está menos presente en la sociedad, y, lo que es peor, cuando está presente lo está de un modo inadecuado, cuando no ridículo. Y eso es así porque está fallando el lenguaje, el planteamiento demasiado intransigente sobre determinados temas que angustian al mundo moderno. La cuestión que debe plantearse la Iglesia no debe estar relacionada con lo que determinados sectores de la Conferencia Episcopal denominan crisis de fe, sino en tratar de responder a los motivos por los que no hemos sabido conectar el mensaje del Evangelio con las inquietudes de la gente. Como consecuencia de esta debilidad, sectores de Iglesia española reaccionan con justificaciones inexplicables, como el de estar perseguida hoy en España. Algo lejos de la realidad, ya que puede hacer, decir, y manifestar, como lo ha hecho recientemente, lo que le parezca oportuno.  Además, señala que parte de la Iglesia española no ha sabido adaptarse a un sistema democrático, sintiendo añoranza del nacional-catolicismo, y todavía no ha sabido entender que en un Estado aconfesional y laico el legislar  es competencia del Gobierno, y de ninguna manera de la Iglesia, por lo que no debe tratar de imponer  nada a los legisladores. No puede ni debe tratar de que se convierta en delito lo que para ella es un pecado. Un gobierno debe gobernar para toda la sociedad y no sólo para los católicos. Como tampoco ha sabido entender  el fenómeno de la secularización. Naturalmente que puede expresar su opinión, y hablar de la trascendencia del ser humano, ya que esto es enriquecedor, pero, en absoluto, debe de imponer nada a nadie. En este sentido, advierte a la CE que debería tomar buena nota del Papa, en su reciente visita, ya que él vino a proponer cosas positivas, no vino a imponer nada, y, mucho menos, a condenar nada. Esta actitud dialogante y conciliadora, arguye que sorprendió al sector más beligerante de la Conferencia Episcopal. Esa Iglesia española debe entender que lo que tiene que hacer son propuestas para ayudar a la gente, y muchas veces usa un lenguaje demasiado dogmático, en lugar de otro para ser entendido por el otro.

            Además, está en desacuerdo en que sectores de la CE se hayan alineado, a ciegas, con la derecha en determinados planteamientos políticos, como en el tema de los nacionalismos, argumentando que está en peligro la unidad de España; algo que no es cierto. Hemos visto, sigue diciendo, cómo Cañizares, ha querido justificar teológicamente la unidad de España. Algo descabellado. Ya que una cosa es la unidad de la fe, y otra muy diferente la organización política que una sociedad pueda darse.

También, en cuanto a la COPE, lamenta que los obispos  españoles no tengan el suficiente coraje de poner freno a la estrategia de envenenamiento que determinados comentaristas de la cadena están llevando a cabo. Le entristece sobre manera que no haya una mayoría de obispos que no tengan el valor suficiente de poner fin a esta situación que contradice y repugna abiertamente los valores evangélicos y los de la convivencia democrática. Si la CE mantiene en esta línea la emisora no son por razones eclesiales, sino de beligerancia política, para contrarrestar a la Ser, aunque ésta última actúa de muy diferente manera.

Sigue diciéndonos que no entiende ese enfrentamiento, esa desconfianza y ese sentimiento de agravio continuo en relación con el poder político. Crea que la CE debería crear un clima de confianza hacia el poder público. Es cierto que hay sectores unánimes con esta postura, pero hay obispos que piensan que debería la Iglesia española adoptar otra actitud en relación al Gobierno y la sociedad. Debería instaurar otro talante.

A la pregunta envenenada de cómo la Iglesia española acepta las subvenciones del  Gobierno y luego muerde la voz de su amo, responde que el sería partidario de una iglesia pobre y así sería libre. Mas para el desempeño de su misión son necesarias esas ayudas. Además en cuanto a la financiación de la Iglesia, ésta formula es la menos mala, ya que si el Gobierno no la ayudará, ésta no podría desempeñar esas prestaciones sociales que ahora hace y que, por ello, le ahorra al Estado bastante dinero.

Para finalizar quiero manifestarme a corazón abierto para señalar que si voces como éstas, libres, claras, abiertas al mundo moderno estuvieran al frente de la jerarquía española, o cuando menos fueran oídas; es probable, mejor seguro que los templos españoles estarían más llenos de lo que lo están actualmente. Por lo menos así lo veo yo.

 

 

CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN

           

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