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algunas consideraciones sobre el discurso del General

 

 

 

            Todos aquellos, que nos sentimos demócratas, nos hemos sentido profundamente consternados por el discurso pronunciado en la fiesta de la Pascua Militar, por el general Mena Aguado. A estas alturas, metidos en la Unión Europea y la OTAN, resultan anacrónicas esas palabras, que nos recuerdan viejos y caducos tiempos. No insisto en todo lo que ya se ha dicho en estos días: que en un sistema democrático el ejército debe estar subordinado al poder civil. Es algo obvio. Voy a reflejar, en cambio, algunos acontecimientos históricos, que pueden hacernos pensar a todos un poco.  

Ya conocemos los acontecimientos del Cu-Cut, periódico satírico de la derecha regionalista catalana, que se atrevió a publicar un chiste gráfico en su número de 23 de noviembre de 1905, en el que uno de sus personajes se refiere al festejo gastronómico con estas palabras: “¿De la victoria? ¡Ah!, vaya, serán paisanos”. El 25 de noviembre, oficiales de la guarnición de Barcelona arrasaron el local de la imprenta del Cu-Cut y saquearon las oficinas del periódico junto a las de La Veu de Catalunya, órgano de la Lliga. Un año después llegaría la lamentable Ley de Jurisdicciones.

Igualmente es conocido el movimiento de las Juntas Militares de 1917, a modo de sindicalismo castrense, que no respetaron el poder civil. Del mismo modo la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, con el beneplácito del Alfonso XIII, justificada por algunos en base al problema de Africa, el terrorismo de la ciudad condal o la cuestión social. El manifiesto dirigido al país, terminaba de la siguiente guisa:  “Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar los días buenos que para la patria preparamos. Españoles: ¡Viva España y Viva el Rey!”.

Después del fallido intento de Golpe de Estado del general Sanjurjo del 10 de agosto de 1932, llegamos inexorablemente, al día fatídico de 18 de julio de 1936, en el que Don Francisco Franco Bahamonde, General de División y Jefe de las Fuerzas Armadas, no tuvo impedimento moral alguno, sin respetar la Constitución que había jurado defender, para lanzar a la cara del país el siguiente Manifiesto: “Una vez más el Ejército, unido a las fuerzas de la Nación, se ha visto obligado a recoger el anhelo de la gran mayoría de los españoles, que veían con amargura infinita, desparecer lo que a todos puede unirnos en un ideal común, ESPAÑÄ”. Todo lo que vino después, todos lo conocemos, aunque algunos pretenden ignorarlo y otros justificarlo, como los Pío Moa o César Vidal.

Que en el año 1981, el coronel Tejero, entrase a saco en el Congreso de los Diputados, teniendo en cuenta que estábamos inmersos aún en plena Transición Democrática, en la que muchos hicieron profundos sacrificios de amnesia en aras a la reconciliación nacional,  podía entenderse, aunque nunca justificarse. Mas  en pleno siglo XXI venir con éstas, parece un mal sueño. En algunos momentos debemos pellizcarnos, para creer que no es producto de la pesadilla en una larga noche de insomnio. Hoy, todos los españoles de bien nos hemos sentido apesadumbrados, ya que pensábamos, que los pronunciamientos o golpes de estado eran algo que pertenecía al remoto pasado.  Que todavía aparezcan salvapatrias, personajes que puedan sentirse salvadores de la patria, resulta grotesco y lamentable. Por ello hemos merecido la atención de editoriales de grandes periódicos extranjeros, como Financial Times, The Guardian, Le Figaro o Le Monde. Nos ha cubierto de gloria el general.

Con ser triste lo anterior, lo es más todavía el comprobar los comentarios vertidos por los dirigentes del principal partido de la oposición. El Sr. Elorriaga comenta sin reparar en la gravedad de sus palabras, que lo ocurrido es reflejo de la situación que está viviendo el país. Poco después el Sr. Rajoy apuntala que este tipo de cosas no pasan porque sí, y que ha pasado lo que tenía que pasar. Me resisto a pensar que sus 10 millones de votantes puedan pensar lo mismo. Puede hacerse una oposición dura, crítica. Mas todo tiene un límite.

 Acabo estas consideraciones recordando las proféticas palabras de Azaña: “Si triunfara un movimiento de fuerza contra la República, recaeríamos en una dictadura militar y eclesiástica de tipo tradicional. Por muchas consignas que se traduzcan y muchos motes que se pongan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen del Pilar. Por este lado, el país no da otra cosa”.

 

 

Cándido Marquesán Millán Profesor de Historia del IES “Benjamín Jarnés” de Fuentes de Ebro, de Zaragoza.

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