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Coartadas perfectas

                                                   

            Todos los medios de comunicación nos dan a conocer estos días con todo lujo de detalles la evolución del precio del petróleo. Las agencias transmiten lo misma noticia y con las mismas palabras. El barril del crudo Brent superó ayer en el mercado londinense la barrera de los 74 dólares, en una sesión llena de altibajos por la incertidumbre sobre los conflictos internacionales. El barril de crudo de Texas tocó ayer los 75 dólares. El petróleo Brent tocó ese pico a primera hora de la tarde, aunque después moderaba su precio. Según expertos conspicuos, que nunca faltan, esta alza se debe al temor de los mercados por la crisis nuclear de Irán, cuarto productor mundial, ya que este país exporta unos 2,7 millones de barriles diarios que no se pueden sustituir en el mercado, ya que todos los países, excepto Arabia Saudita, están bombeando al máximo. También hay que considerar la situación de Nigeria, primer productor africano, por los ataques de fuerzas separatistas en el delta del río Níger y la irrupción en el mercado del petróleo de los fondos de inversión debe tenerse en cuenta.

Llegan las inevitables recomendaciones del G-7,  indicando que se debe invertir en producción y en refinerías de petróleo. Desde el FMI , el asturiano Rodrigo Rato, lanza una clara advertencia: “el impacto negativo del encarecimiento estructural del precio del petróleo genera enormes desequilibrios comerciales que caracterizan la coyuntura económica mundial”. Señalan que este impacto en los desequilibrios comerciales serán más graves que en el pasado. Al igual que en los años 70 del siglo pasado, los países productores de petróleo, han acumulado divisas, muchas de las cuales se invierten en deuda estadounidense, lo que facilita el gran megadéficit comercial norteamericano. La inyección de estos petrodólares en los mercados internacionales facilita los bajos tipos de interés en USA, lo que facilita el consumo. El FMI insta a los países consumidores de petróleo a que toda la subida de los precios del petróleo se traslade al mercado para reducir el consumo y, a la vez, que los países productores aumenten su consumo para reducir sus propios superávit comerciales.

            Siempre encuentran una coartada perfecta, por extraña que lo sea, para justificar el alza de los precios petrolíferos. En 1973 fue la Guerra de Yon Kippur, que supuso el embargo a los países occidentales de petróleo de la OPEP, en respuesta de su apoyo a Israel. En 1979 fue la revolución iraní. En 1990 fue la Guerra del Golfo. En 2001 fue la crisis de Enron. Mas estos acontecimientos están muy lejanos. Retornemos al pasado reciente. Desde mitad de 2003 fue la guerra de Irak. Luego fueron la huelgas petrolíferas de Venezuela y Noruega; la inestabilidad en Nigeria fue una nueva concausa, para explicar los 36 dólares del barril. Sin embargo, las huelgas terminaron, la situación en Nigeria se estabilizó, y el petróleo siguió subiendo.

En 2004, en abril, el barril llegó a 37 dólares por la escalada de la tensión en Irak, agravada con la oleada de secuestros que se ha producido en los últimos días. En mayo fue el empeoramiento del ambiente de inseguridad en Oriente Medio tras un atentado terrorista en Arabia Saudita. A mitad de julio bajaron los precios, toma castaña, por el aumento de los inventarios de USA. El 27 de julio el barril llegó a 41,84 por la probable quiebra de la petrolera rusa Yukos. El 2 de agosto el NYMEX batía un nuevo record, 43,82 dólares, por culpa de los especuladores. El 5 de agosto el Brent trepó hasta 41,30 porque la justicia rusa había prohibido a Yukos el uso de sus cuentas bancarias. Al día siguiente en Nueva  York se alcanzaban los 44,77 por temor a que se cortara el suministro, a pesar de que la OPEP anunciara su disposición a aumentar la oferta de crudo entre 1 y 1,5 millones de barriles a partir de septiembre. El 13 de agosto nueva alza, ahora por la explosión de una refinería en Whiting, en Indiana, que condujo el crudo ligero de USA a 46,65. A fines de septiembre los 48,35 del barril en USA se debieron al descenso de los inventarios en USA, esta vez afectados por los huracanes- especialmente el Iván, que azotaron el Golfo de México. El mal tiempo duró poco en el escenario de los precios, cuando fue desplazado por los rebeldes nigerianos que obligaron a la Shell a contraer la producción y llevaron el NYMEX a 50 dólares. Cuando el 6 de octubre el barril en Nueva York llegó a 52 dólares, le echaron la culpa al descenso de las reservas norteamericanas que comenzó a ser la madre de todos los argumentos. A comienzos de diciembre bajó a 40, gracias al aumento de las reservas y al anuncio de la OPEP de dejar libertad a sus socios para que aumentaran la producción si persistían los precios altos.

El 2 de marzo de 2005 el petróleo volvió a los 53 dólares, pero ahora por causa de “un informe que muestra un descenso de la actividad en las refinerías de USA”. A estas alturas del proceso, se habían  añadido como “causas” la expansión de China e India, que entraron con énfasis en la galería de los argumentos para explicar los aumentos desde principios de 2005. Se alcanzaron los 60 dólares por las inquietudes generadas por una tormenta tropical en el Golfo de México que ha obligado a la evacuación de varias instalaciones, lo que tuvo repercusión en los mercados, preocupados por una consecuente reducción del suministro. Las tormentas pasaron y en julio de 2005  siguieron los 60 dólares. Por si todavía no fuera bastante el 31 de agosto llegó el Katrina, que averió importantes refinerías en el Golfo de México y provocó un nuevo encarecimiento.

Ahora me quiero expresar con plena sinceridad. Todo lo expresado me huele mal. La verdad clara es la que es, y no es otra que los paganos somos siempre los mismos. Los perjudicados somos además de otros muchos: el jubilado que compra la botella de butano, el trabajador que debe ir a trabajar  a su empresa en su coche, el estudiante que debe coger el autobús para ir a la universidad, etc. Los beneficiados, unos pocos. Todos los conocemos. Las multinacionales del petróleo. Y encima nos quieren dorar la píldora. Jesucristo nos dijo que fuéramos hermanos, pero no gilipollas.

    

Cándido Marquesán Millán

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