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La herencia de Bush en Irak

 

Todo en esta guerra de Irak, su inicio, su desarrollo y su posible final, huele a nauseabundo. Esta empresa  se programó desde los Estados Unidos por su ínclito presidente George W. Bush., y con el apoyo de los Blair y Áznar, que debieron pensar, al hacerse la foto de las Azores, que iban a pasar a la posteridad. Efectivamente, sus nombres aparecerán con letras indelebles en los libros de historia. Con la excusa de derribar al Dictador Sadam Hussein, se pergeñaron toda una sarta de mentiras, como la de las armas de destrucción masiva y de defensa de la democracia. Nos han mentido tantas veces, que una más no nos debe producir extrañeza. Alan Greenspan  el ex presidente de la Reserva Federal -el Banco Central de EE UU- acaba de publicar sus memorias The age of turbulence: adventures in a New World (La era de las turbulencias: aventuras en un nuevo mundo), en las que acusa al presidente de EE UU, George W. Bush, de invadir Irak para controlar el petróleo.

            Bush se embarcó en este mar tenebroso al creerse bendecido por Dios para realizar una misión histórica y tener la convicción de estar dirigiendo el país del “Destino Manifiesto”. Bastantes fundamentalistas religiosos americanos le han hecho creer que es el enviado de Dios, en una especie de providencialismo. En la cruzada contra el Eje del Mal, Dios está de su lado y por ello utiliza a Dios como legitimador de determinadas actuaciones políticas.

Para gobiernos y militares los medios de comunicación, en tiempos de guerra,  forman parte del campo de batalla.  El desenlace de una guerra depende en buena parte de los armamentos disponibles por los contendientes, aunque es fundamental la  percepción que los ciudadanos tengan del conflicto. Por ende,  la cobertura periodística forma parte de la planificación bélica. En tiempos  de conflicto una sofisticada maquinaria de propaganda puede operar en contra del lector inadvertido, con pocas restricciones éticas.  Para los que están dispuestos a morir y matar mentir es un gaje más del oficio o, si prefiere, un mal necesario o menor. El Alto Estado Mayor proporciona la información de acuerdo con sus intereses, y, a veces, oculta el desarrollo de los acontecimientos bélicos.  Durante años el Pentágono, conforme a la práctica castrense universal del triunfalismo,  proclamó que ganaba el conflicto de Vietnam; el público escuchó una y otra vez que bastaba  un pequeño esfuerzo adicional y el Vietcong terminaría reculando en forma definitiva.  Mas a pesar de todo esto, en Irak toda la realidad no se puede ocultar. Las armas de destrucción masiva no se encontraron. No las había. Pero en cambio sí apareció algo que viene a ser otra arma de destrucción masiva. Movidos, sin duda, por Al Qaeda, aparecieron en Iraq los suicidios de la bomba en la cintura, además de los coches bomba. En consecuencia,  todos los días nos vemos sorprendidos con más y más atentados.  Los soldados de los ejércitos invasores acumulan millares de víctimas. Por ello se está produciendo un incremento de desertores de los ejércitos desplegados en Irak o Afganistán. El inglés creó una nueva palabra: Awol, que es la sigla correspondiente al concepto absent without leave o ausente sin permiso. En el Ejército británico, los “Awol” desde 2003 –inicio de la invasión de Irak- hasta principios de 2007, superan el millar. En marzo, el ejército estadounidense anunció que en 2006 se registraron 3.300 deserciones o Awol,-en este país un soldado se considera Awol tras una ausencia de 30 días-  comparado con 2.357 desertores en el 2004. En el primer trimestre de 2007 desertaron 1.871 soldados.

Los muertos en la población iraquíe no se pueden conocer. Las víctimas, un día son los sunníes  otro día son los chiíes. Mas las secuelas destructivas son otras muchas. Un informe de Oxfan del pasado 30 de agosto nos indica que hay 4 millones en estado grave de desnutrición; el 70% sin agua potable; el 80% sin atención sanitaria; el 50% en paro; 2 millones de refugiados en países vecinos (sobre todo en Siria; donde para sobrevivir chicas iraquíes trabajan en  los prostíbulos); otros 2 millones desplazados dentro del país; violencia diaria que afecta a unos 8 millones y un 45% en la pobreza más absoluta.

Por otra parte, en términos morales la situación es también catastrófica. Lo que debía haber sido un combate por los valores de la democracia, la justicia y la paz se ha convertido en todo lo contrario. El ejército norteamericano es responsable de torturas y actos de crueldad inaceptables, empezando por los ocurridos  en la cárcel de Abu Graib, en 2004.

 

 En cuanto al futuro, no puede ser más sombrío e incierto. Los recientes informes presentados  por el general David Petraeus, jefe de las tropas norteamericanas en Irak; y el de Ryan Crocker, embajador en Bagdad, en la Cámara Baja y el Senado, plantean serias incógnitas para Bush. Lo que tienen en común es que tendrá que haber una retirada, pero parcial y gradual. Y contando siempre que el ejército y las fuerzas de seguridad iraquíes vayan asumiendo más protagonismo. En el mejor de los casos va para largo. Se abre un calendario sin fechas, en el que la presencia militar norteamericana puede durar años. Cuando se produzca de verdad la retirada, otra cura de humildad para la sociedad norteamericana semejante a la de Vietnam, ya no afectará a Bush, sino a alguno de sus sucesores en la Casa Blanca. Así el Presidente podrá acabar su mandato sin un estrepitoso fracaso. Además para los republicanos son muy importantes las elecciones generales y presidenciales de noviembre de 2008.

 

Cándido Marquesán Millán

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