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                                     LO QUE PASA EN DARFUR  

            Lo que está pasando en Darfur, una región al oeste de Sudán, tan extensa como Francia, debería hacernos sentir a todos los occidentales de motivo de reflexión y vergüenza. Se cuentan ya unos 250.000 muertos y  2 millones de desplazados. Todos creíamos que no se producirían jamás acontecimientos como el genocidio de Ruanda de 1994, o la masacre del pueblo  bosnio en Srebenica. Vano intento.         

En este mundo de la globalización, del neocapitalismo y de la democracia liberal, permanecen las jerarquías. Hay guerras de primera, segunda y tercera división. Lo mismo ocurre con sus víctimas. No son iguales la Guerra de los Balcanes, la de Irak o la de Sudán. La carne humana no vale igual en Sarajevo, Bagdad o Jartum. Lo mismo ocurre con los genocidios. Esta circunstancia la tienen muy clara los diferentes medios de comunicación. Por ende, los despliegues mediáticos son distintos. No debemos escandalizarnos ni sorprendernos por ello La realidad es así de descarnada.

            Sudán, como indica Ryszard Kapuscinski, es de los primeros países africanos que tras la II Guerra Mundial alcanzó la independencia. Antes había sido una colonia británica, compuesta de dos partes, unidas artificial y administrativamente: el Norte, árabe-musulmán, y el Sur, negro-cristiano y animista. Entrambas mantenían odios y antagonismos multiseculares, ya que los árabes del Norte se habían acostumbrado a invadir el Sur para apresar a sus habitantes y venderlos como esclavos. Era difícil la convivencia entre ambos mundos. Circunstancia que obviaron los ingleses. En aquel entonces las potencias europeas creían que, aunque se independizasen sus colonias, en la práctica las seguirían controlando. En tal sentido los ingleses intentaron conciliar a los musulmanes del Norte con los cristianos y animistas del Sur. Fue en vano. Ya en 1962 estalló la primera guerra civil, que duró 10 años. Se sucedieron otros 10 de paz frágil, interrumpida en 1983, cuando el gobierno islámico de Jartum, al pretender imponer a todo el país la ley coránica (sharia), inició un nuevo período bélico, que se ha mantenido hasta fechas recientes.

            En este contexto, en febrero de 2003 en Darfur,  el Ejército de Liberación de Sudán (ELS) se levantó contra el gobierno de Jartum porque no protegía a la región de Darfur y la mantenía subdesarrollada. Poco después se rebeló otro grupo el Movimiento por la Justicia y la Igualdad (MJI). El Gobierno respondió dando carta blanca a unas milicias árabes los janjawid (jinetes armados), que cometieron todo tipo de tropelías con el apoyo del ejército sudanés. Ha sido frecuente el que primero bombardeara los poblados el ejército y a continuación entraran a saco los jinetes armados. En estos años los crímenes han sido terribles sobre la población negra de origen africano. Parecía que se podría poner fin a esta masacre, cuando el 5 de mayo de 2006 se firmó un acuerdo de paz en Abuya, Nigeria. Mas sólo lo suscribió una facción del ELS, encabezada por Mini Minawi , con el gobierno  de Omar al-Bashir. El MJI y otras facciones del ELS no aceptan el acuerdo, argumentando que no existen garantías del desarme de los janjawid ni indemnizaciones para todas las víctimas de violaciones, por lo que son combatidos por las fuerzas armadas del Gobierno, las milicias janjawid y la facción del ELS de Mini Minawi.  En medio la que sufre es  la población civil., sin que pueda hacer nada la Mision de la Unión Africana en Sudán (AMIS), compuesta por unos 7.000 hombres mal equipados y peor pagados. La ONU, a través del Consejo de Seguridad, el pasado 31 de agosto, adoptó la resolución 1706,  para que sean las fuerzas de la ONU las que sustituyan a la AMIS, algo que debería hacerse antes del 31 de diciembre del presente año. Estarían compuestas por unos 17.300 militares, 3.300 polícías y unas unidades de mantenimiento de 2.000 hombres. Mas la respuesta del Presidente de Sudán ha sido contundente: Jamás entregaremos Darfur a las fuerzas internacionales, que nunca se alegrarán de estar en la región que se convertirá en su tumba. Y así podemos entender la expulsión por parte del Gobierno de Sudán del emisario de la ONU en Jartum, el holandés Jan Pronk, por haber realizado determinados comentarios sobre la situación en Darfur. Mientras tanto, sufriendo los de siempre.

   

Cándido Marquesán Millán

 

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