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Hay que respetar la Constitución- ¿Por qué se mantiene como fiesta en el calendario laboral el 8 de diciembre?

 

 

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En este día de la Inmaculada y Sacrosanta Constitución hay un tema que me preocupa extraordinariamente. El próximo día 8 de diciembre todos los españoles, independientemente de sus creencias religiosas; sean católicos, protestantes, ateos, agnósticos, etc. Todos obligatoriamente, todos absolutamente todos, tienen que guardar fiesta. Por ejemplo, un funcionario de la DGA no puede ir a trabajar a las diferentes dependencias. Y no puede ir porque se conmemora un dogma, el de la Inmaculada Concepción, un dogma es:  un  punto esencial de una religión, una doctrina o un sistema de pensamiento que se tiene por cierto y que no puede ponerse en duda dentro de su sistema. En este caso es el dogma de La Inmaculada Concepción de María. Es el dogma de fe que declara que, por una gracia especial de Dios, Ella fue preservada de todo pecado desde su concepción. Es decir que fue madre sin dejar de ser virgen.

En el año 2016 se celebra el 162 aniversario de la Proclamación del Dogma de que María fue concebida sin pecado original, sin mancha. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.

“…declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de todo mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelado por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles … ”   Pío IX, bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de (1854)

 

Y para conmemorar tal dogma, todos tenemos que guardar fiesta. Díganme cómo encaja con los dos artículos de nuestra Carta Magna citados a continuación. Y que nadie entienda, lo que expongo, como un ataque al sentimiento religioso de muchos católicos. En absoluto, respeto profundamente que crean ese dogma y que, por ello, quieran festejar tal día. Pero pido también que respeten de la misma manera a todos aquellos que no lo sean.

Todo lo expuesto, me plantea una pregunta inquietante. ¿Cómo encaja el hecho descrito con los artículos constitucionales siguientes.

Artículo 14

Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

¿Los católicos son discriminados positivamente?

 

Artículo 16

  1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
  2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
  3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

¿Una fiesta laboral con una motivación exclusivamente religiosa en un Estado aconfesional?

 

No obstante estamos donde estamos, por unas reminiscencias históricas. Todo tiene un porqué.

 

Ha sido una constante histórica en esta España nuestra: la intransigencia permanente de la jerarquía católica, que ha imposibilitado y lo sigue haciendo el equipararnos a un país moderno.

 

Ha llegado a calar en amplios sectores de la sociedad española acríticos y desconocedores de nuestra historia que una de nuestras características esenciales es la catolicidad. Al respecto cabe mencionar que otras opciones religiosas, como la musulmana, judía o protestante fueron arrancadas de cuajo en nuestro historia. Obviamente, así, claro que España es católica, no cabía otra opción. Y en base a tal circunstancia, las jerarquías católicas se han creído y se creen todavía el tener derecho a imponer determinadas opciones, no solo religiosas, sino también políticas, morales, sociales y culturales a toda la sociedad española, cuando en ella amplios sectores tienen otras creencias religiosas, e incluso prescinden de ellas. Esta costumbre es vieja. De ahí la imposición actual a todos los españoles de la fiesta de la Inmaculada Concepción.

 

Prosigamos con la historia. En 1788 el Santo Oficio incautó todos los ejemplares de la Encyclopédie Methodique, donde apareció el artículo Espagne, de Masson de Morvillers, en el que se dice  “El español tiene aptitud para las ciencias, existen muchos libros, y, sin embargo, quizá sea la nación más ignorante de Europa. ¿Qué se puede esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile para leer y pensar? Si es una obra inteligente, valiente, pensada, se la quema como atentatoria contra la religión, las costumbres el bien del Estado: un libro impreso en España sufre regularmente seis censuras antes de poder ver la luz, y son un miserable franciscano o un bárbaro dominicano quienes deben permitir a un hombre de letras tener genio”.

 

El 8 de octubre de 1931, en las Cortes de la II República en el debate sobre la “cuestión religiosa” y la enseñanza, Fernando de los Ríos, el entonces ministro de Justicia con un profundo dolor terminó su discurso que su lectura a cualquier cristiano, otra cosa es si es católico, le debería estremecer “Y ahora perdonadme, Señores Diputados, que me dirija a los católicos de la cámara. Llegamos a esta hora, profunda para la historia española, nosotros los heterodoxos españoles, con el alma lacerada y llena de desgarrones y de cicatrices profundas, porque viene así desde las honduras del siglo XVI; somos los hijos de los erasmistas, somos los hijos espirituales de aquellos cuya conciencia disidente individual fue estrangulada durante siglos. Venimos aquí pues –no os extrañéis con una flecha clavada en el fondo del alma, y esa flecha es el rencor que ha suscitado la Iglesia por haber vivido durante siglos confundida con la Monarquía y haciéndonos constantemente objeto de las más hondas vejaciones: no ha respetado ni nuestras personas ni nuestro honor; nada, absolutamente nada ha respetado; incluso en la hora suprema de dolor, en el momento de la muerte, nos ha separado de nuestros padres”.

Durante la dictadura franquista es conocido el comportamiento de la jerarquía católica. La religión católica fue obligatoria en primaria, en el bachillerato y hasta  en la  Universidad.

 

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