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YA VALE, YA ESTÁ BIEN

Cándido Marquesán Millán

Ya he escrito varias veces sobre esta cuestión de la corrupción. Ya huele. Me gustaría no tener que hacerlo. Mas no me queda otra opción, en tanto en cuanto que estoy preocupado por la res publica. Algo que deberían hacer también los ciudadanos españoles por la cuenta que nos trae. Mas un gran triunfo del neoliberalismo  ha sido el denigrar la política, como una acción perversa, y por ello debemos huir de ella despavoridos. Es algo aberrante que se hayan acumulado tantos prejuicios contra la política, por ende, una actividad es considerada execrable, porque se ha politizado y no hay que politizar las cosas. Si no se produce una reacción ciudadana ante esta opinión vamos inexorablemente a un suicidio social.

 

Dejando la vida  privada a buen recaudo, debemos politizar todo aquello que nos afecta en cuanto  miembros de la polis, y en todo lo posible y cuanto más mejor. ¿No debe someterse al debate público, de todos los ciudadanos, por ejemplo, nuestras pensiones, nuestra educación o el sistema fiscal?  Cuando estas cuestiones se eliminan del debate político, es que detrás hay algún interés bastardo. Como dice Aurelio Arteta “Somos seres tanto más libres cuanto más politizados”.  Otro prejuicio es  el de que es decente quien no se mete en política, ya que va a lo suyo. Y ya es la culminación de la virtud si solo vive para su familia: de casa al trabajo y del trabajo a casa. De la política como algo abyecto hay que huir despavoridos.

Lo único valioso es la vida privada, la familiar y laboral. De ahí que muchos alardean yo no soy político. Estos comportamientos contradicen lo que grandes pensadores morales y políticos nos han enseñado desde hace 25 siglos. A los que se despreocupaban de lo común, de lo que es de todos para hacerlo solo de lo suyo los atenienses del siglo V a. C. los llamaban idiotas. Para Bertolt Brecht, el peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Es tan burro que se enorgullece diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto y lacayo de las multinacionales”.   Dejo ya esta cuestión de la necesidad imperiosa de la politización ciudadana, que daría lugar para un largo artículo. Retorno al tema de la corrupción.

La situación de la corrupción en esta querida España nuestra está sobrepasando los límites de lo razonable. Los españoles presentíamos ya mucha, pero no tanta. Estamos desbordados. Los telediarios o informativos radiofónicos, la prensa escrita y digital tienen que dedicar una parte cada vez mayor a esta auténtica lacra pandémica. Muchas veces ante esta ininterrumpida avalancha de tantas noticias de tantos chorizos y mangantes,  no tienes otra opción que apagar la televisión o cerrar el periódico, y marcharte a leer alguna novela de ficción o escuchar música relajante.

A nivel del Estado nos desayunamos día tras día con los casos de Gürtel, Noos, o los ERES de Andalucía. Son personajes del año: Ruz, Castro o Alaya. Son auténticos sumideros de podredumbre, sin que se vislumbre su profundidad. Hoy leo “Luis Bárcenas defraudó al erario casi 12 millones. La renta le salió siete años a devolver por lo que Hacienda le ingresó 72.000 euros”. “Manda huevos”. Mientras estoy escribiendo otra noticia más “La policía detiene a José Luis Eneri el empresario cordobés investigado por una supuesta estafa en los cursos de formación de la patronal madrileña”.

A nivel de de Aragón más de lo mismo. Si era poco el albañal de La Muela, ahora tenemos el lodazal de la Plataforma Plaza. Es una situación insoportable e irrespirable el que todos los días tengamos que ver un nuevo caso de corrupción, y el nuevo supera al anterior en cuanto a su gravedad o magnitud. Veremos mañana. Nuestra capacidad de asombro es ilimitada. ¿Tanta hediondez y putrefacción tendrán que acabar algún día? De verdad, como ciudadano siento una mezcla de asco y hastío ante tantos sinvergüenzas, auténticos salteadores de caminos, que han saqueado las arcas públicas del Estado. Dan ganas de exiliarte a otro país, pero que esté bien lejos.

Que fácilmente todos estos delincuentes de cuello blanco han esquilmado las arcas públicas. Sorprende que en Madrid o en Zaragoza a plena luz del día, toda una cuadrilla de políticos  y empresarios desalmados pudieran ejecutar tales fechorías.  ¿Cómo es posible que las hayan permitido las administraciones públicas? Instrumentos de control no le faltan. Aunque puede que hayan sido bloqueados desde el ámbito político, esa es la única explicación lógica para que esta manada de vividores pudiera llevar a cabo con total impunidad tales delitos. Intuyo que los que está aflorando es la punta del iceberg. ¿Cuántos quedarán en el olvido por presiones políticas o económicas?

No quiero llegar a pensar en la cantidad de millones de euros que habrán ido a parar a las cuentas bancarias de Suiza de esos -que alardean de patriotismo envolviéndose con frenesí en la bandera no sin antes besarla con fruición-, por el incremento de los sobrecostos en la realización de las obras públicas en relación al presupuesto inicial. ¿El costo de 50.000 millones de euros de toda la obra del AVE fue el real? Debería abrirse en este caso concreto, como en otros muchos, una investigación en profundidad. Así podríamos conocer los españoles, tenemos derecho,  el origen de los 961.555 millones de euros de deuda pública al cierre de 2013. Por favor, comisión parlamentaria, no. Si quieres enmarañar un asunto, lo mejor es dejarlo en manos de la casta política.

Cada vez estoy más convencido de que la existencia de la corrupción se explica porque la clase política, la dirigente, no tiene ningún interés en erradicarla. Y no lo hace, porque sale beneficiada de ella, de múltiples maneras, con la financiación de los partidos, sobresueldos y comisiones a los miembros de las ejecutivas. Esto es claro como el agua cristalina. Por ende, no solo no la combaten sino que la potencian. No menos claro es también que con un pacto político anticorrupción desaparecería de nuestro escenario político.  El pasado año se aprobó la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información  pública y buen gobierno. ¡Ay del corrupto! Es como para ponerse a temblar. A partir de ahora este país va a ser el paradigma de la anticorrupción, tras oír en la tramitación parlamentaria de la Ley  al ínclito, Esteban González Pons: “Señorías, el valor de la transparencia como requisito de la democracia no es nada nuevo. Sin transparencia es imposible que haya democracia, como sin luz es imposible que se pueda ver.. En la democracia el ojo tiene que ser siempre más rápido que la mano.   No hay mejor remedio contra la corrupción que anticiparse a ella, que evitarla. Solo se corrompe el agua estancada. Allá donde habitan la sombra, el secreto o el exceso de confianza es sencillo que se produzcan favores, arbitrariedades y desfalcos.  “Manda huevos”.

Tampoco está impoluto el estamento judicial. Si el mundo de la justicia hubiera actuado a conciencia contra la corrupción, como es su misión, es seguro que no habría alcanzado tal amplitud. Determinados delitos, sobre todo, si pertenecen al mundo de la gran empresa o la banca, unas veces quedaban prescritos, como los de los presidentes de un gran banco y de una multinacional, y otras archivados por errores procedimentales en los procesos de instrucción, como el caso Naseiro.  Y cuando algún juez, ha tratado de cumplir con su deber de perseguir los delitos de corrupción, ha sido apartado con rapidez y sin contemplaciones de la carrera judicial, como Garzón.

En cuanto a los medios de comunicación, cabe mencionar que su actuación ha pecado de grandes dosis de incoherencia y de falta de contundencia, ya que ha sido muy diferente según la procedencia política del caso de corrupción. Poco ha un periódico de tirada nacional calificaba el caso Bárcenas como Causa General contra el PP, mientras volvía a sacar los Eres de Andalucía. Y en otros medios, la actuación ha sido a la inversa. Los medios de comunicación deben investigar, informar y denunciar todos los casos de corrupción, vengan de donde vengan. Mas esto es pedir mucho, ya que los diferentes medios son siervos de determinados poderes políticos, empresariales y financieros.

No está exenta de culpa la ciudadanía, ya que ha acudido muchas veces a las urnas a votar tapándose la nariz a políticos incursos en delitos de corrupción.. Como españoles a todos nos deberían avergonzar los triunfos electorales apabullantes de Jesús Gil en Marbella, de  Francisco Camps en la Comunidad Valenciana, y los de la exalcaldesa de La Muela. En la época de bonanza hacíamos la vista gorda a esta lacra social, de ahí que Iñaki Gabilondo en un debate sobre este tema acabó con esta reflexión: “¿Ha cambiado realmente la sociedad o pagaríamos de nuevo corrupción a cambio de prosperidad?” Para la catedrática de Filosofía Moral Victoria Camps “Cuando hay corrupción existe la complicidad del grupo político y también la de toda la sociedad”.

Y es así porque nuestra sociedad carece de unos valores éticos claros, en torno a los cuales organizar nuestra convivencia. Por lo que estamos observando, los escrúpulos morales pertenecen a épocas pretéritas. Un caso del pasado nos podría servir de contundente ejemplo. Una trama de corrupción y sobornos, según cuenta Julián Casanova catedrático de la Universidad de Zaragoza, el escándalo del estraperlo, acabó en 1935 con la vida política de Alejandro Lerroux, el viejo dirigente republicano del Partido Radical que presidía entonces el Gobierno. Los ministros radicales tuvieron que dimitir y cayeron muchos cargos provinciales y locales del partido.Todavía más, en las elecciones  de febrero de 1936, el Partido Radical, que había gobernado de septiembre de 1933 hasta finales de 1935, se hundió estrepitosamente en las elecciones. Quedó reducido a cuatro diputados, noventa y nueve menos que en 1933.  Lerroux ni siquiera salió elegido en la lista. Todo un buen ejercicio de ciudadanía responsable. Toda una lección de nuestros antepasados. Y eso que en aquellas fechas casi la mitad de los españoles eran analfabetos. Tendrían carencias culturales, pero tenían muy claros determinados valores. Uno de ellos, la intolerancia hacia los casos de corrupción. En cambio, los españoles de hoy con los mayores niveles de cultura y de vida  de toda la historia tenemos otras carencias no menos importantes.

En cuanto a los daños de la corrupción política son incalculables. La democracia sale muy dañada. Los políticos con su ejemplo dan el tono a la sociedad, crean pautas de comportamiento y suscitan hábitos colectivos. Por ello, pesa sobre ellos un plus de responsabilidad. A diferencia de los demás ciudadanos, que pueden hacer lícitamente todo aquello que no esté prohibido por las leyes, a ellos se les exige que observen, respeten y que no contradigan un conjunto de valores estimados por la sociedad a la que dicen servir. No es suficiente con que cumplan las leyes, han de ser ejemplares.

Desde un punto de vista económico no es menor el daño. Muchos millones desviados han incrementado la deuda pública. Un estado de corrupción generalizado ahuyenta la inversión extranjera. La concesión amañada de obra pública a la gran empresa ha eliminado del mercado a mucha pequeña empresa.

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