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Así es la derecha española

CÁNDIDO Marquesán 02/11/2013

Una prueba del poder ejercido por la derecha es el valor positivo o negativo que se asigna a las palabras derecha e izquierda. La derecha del latín dextra, es decir, diestra, recta y correcta. La izquierda del latín sinistra, es decir, siniestra, aviesa y malintencionada. Ya en la Biblia se habla de un Dios que en el Juicio Final coloca a los justos a su derecha y a los pecadores a su izquierda. Por ello, en las portadas románicas a la derecha del Pantocrátor están los salvados y a la izquierda los condenados. La influencia cristiana en nuestra cultura explica que hasta hace poco, el que un niño escribiera con la izquierda se consideraba malo per se, por lo que el maestro con castigos trataba de corregirlo. Afortunadamente esta circunstancia hoy ya no se tiene en cuenta. Por otra parte, las denominaciones derecha, izquierda y centro desde el punto de vista político, surgen en la Revolución Francesa de acuerdo con el lugar que ocupaban las diferentes fuerzas políticas en la Asamblea Nacional Constituyente. Hechas estas disquisiciones introductorias, quiero ahora dar una visión sobre la derecha española, tarea no fácil, ya que decimos con demasiada ligereza: soy de izquierdas, de derechas o de centro, sin saber de verdad cuál es su auténtico significado. Para clarificar algo esta cuestión son estas líneas.

La derecha es egoísta, quiere privilegios, cree que su manera de comportarse debe ser seguida por los demás y carente de empatía e insolidaria hacia los débiles. Es prepotente, se cree superior, es la que más grita, más interrumpe y menos deja hablar a los demás, que sabe y pontifica de todo y que, por supuesto, siempre tiene razón. Si habla de política emite juicios tajantes. Los matices no cuentan. Las cosas son o blancas o negras, no hay tonos intermedios. Es intolerante por lo que no acepta la más mínima crítica, al estar en posesión absoluta de la verdad. Es cínica, ya que desde sus formaciones políticas, no tiene inconveniente en afirmar que está en contra de los partidos, en criticar la bolsa o la banca a pesar de que se beneficia de ellas y en despotricar de las subvenciones públicas, pero no de las que recibe su propia empresa, o en hablar de catalanizar España. Es partidaria del sálvese quien pueda, por lo que está en contra del Estado de bienestar. Demoniza la alternativa, por ello habla de "experimentos con gaseosa". Tiene una concepción antropológica pesimista, por lo que considera al hombre como un lobo para el hombre.

Siendo la que se beneficia de la crisis monopoliza el descontento popular con rebuscados argumentos, lo que menos importa es que sean verdad. No tolera que gobiernen los otros, cuando es así, para desalojarlos y lleguen los suyos, se sirve del "todo vale". Necesita siempre un enemigo, que es la izquierda aviesa y canalla. Es victimista, lo que se hace en su nombre tiene que ser asumido. La corrupción solo la ve en el ojo ajeno. Cuando la propia es incuestionable la tolera sin grandes problemas. Y por encima de todo, es patriota hasta la médula, aunque es un patriotismo de cartón piedra, de envolverse en la bandera y besarla con pasión, de entonar el himno nacional, de festejar la fiesta del 12 de octubre --sin saber qué se celebra, si es la Fiesta de la Hispanidad, la de la Raza, de España, de la Virgen del Pilar--, de presenciar desfiles militares --cuando lo hace la Legión con el macho cabrío es ya el éxtasis--, o descorchar botellas de champán con el triunfo de la Roja. El verdadero patriotismo es querer los mejores hospitales, colegios, asilos y autopistas para tus conciudadanos, lo que se consigue pagando los impuestos y no depositando el capital en los paraísos fiscales. Según Juan Carlos Monedero en su libro Curso urgente de política para gente decente, hay varias derechas sociológicas. La acomodaticia, que considera que lo que tiene le pertenece, por lo que suele decir "que nadie le ha regalado nada", insiste que no debe nada a nadie, lo que no es cierto, y necesita un marco ideológico para pensar sin miedo que siempre disfrutará de ese bienestar. La familia, la Iglesia y la nación son elementos que le sirven para defender el orden, aunque no son ni muy familiares, ni muy de iglesia, ni muy patriotas. Una variante de esta derecha es la tecnocrática-capitalista, que cambia sus señas conservadoras por sus cuentas en el modelo neoliberal, por lo que, incluso, si no necesita los votos, puede defender el aborto y la homosexualidad, consumir drogas y cree que la competitividad es la medida de la justicia social. Otra derecha más vehemente es la nacionalista, sea española, vasca, catalana o de la Liga Norte de Italia. Es xenófoba, le molestan los otros, sobre todo los pobres. Maldice a los separatistas. A los perjudicados del neoliberalismo los consuela "tranquilos vosotros sois de aquí" amortiguando la lucha de clases. Usa frases como "los inmigrantes copan vuestros puestos de trabajo, os quitan las subvenciones o vienen aquí a parir".

Luego está la que reza. Aquí abunda la hipocresía. Esta derecha, de misa, comunión, Jornadas Mundiales de Juventud, misas multitudinarias, de lujosos trajes en las procesiones, envía sus hijas a abortar a Londres, admite en sus medios de comunicación los anuncios de contactos sexuales, visita burdeles, tiene negocios de preservativos y, por supuesto, monopoliza el discurso de la moral auténtica.

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